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Alarmado por la arrolladora popularidad que ha conseguido la música rap entre los jóvenes rusos, el presidente de ese país, Vladimir Putin, les pidió a sus consejeros culturales tomar medidas de control sobre este género musical. “Si es imposible detenerlo, entonces debemos lidiar con él y dirigirlo”, declaró. Las feroces palabras del mandatario evocaron la rígida era de la censura soviética, en la que las artes fueron reguladas por una serie de departamentos estatales.
En el último trimestre de 2018, las autoridades rusas han cancelado varios conciertos a lo largo del país, en algunas ocasiones con la ayuda del Servicio de Seguridad del Estado (FSB), sucesor del antiguo Comité de Seguridad del Estado (KGB). El caso más emblemático fue el del rapero Dmitry Kuznetsov, conocido como Husky, quien al enterarse de la cancelación de su presentación en noviembre, decidió subirse al techo de un carro para dar un concierto improvisado. La policía local llegó al lugar para arrestarlo por alterar el orden público antes de que el artista pudiera comenzar su show y fue condenado a pagar 12 días de prisión. “La libertad artística está siendo reprimida. El caso de Husky es uno de los muchos en los que parece ser una ofensiva contra los raperos y otros músicos en Rusia”, advirtió Vladislav Lobanov, asistente de investigación de Human Rights Watch.
“En mi opinión, el gobierno ruso está tratando de conocer los límites de sus presiones sobre la gente. Está haciendo solo algunos actos de prohibición para saber cuán lejos pueden empujar a las personas. Putin fue muy preciso en sus movimientos. Luego dijo que era la alusión a las drogas en el rap lo que no le gustaba”, dice Ivan Smekalin, dueño de una tienda de música en Moscú. Pero en realidad, el problema no son las drogas en las letras, como ha hecho ver Putin, sino la política. Le puede interesar: Putin declara la guerra al rap
Con frecuencia, los artistas de este género incluyen en sus trabajos temas de actualidad y política nacional. El rapero Face lanzó a comienzos de 2018 la canción Yes Song West, que parodia el patriotismo ruso, y en agosto lanzó Ways Are Unfathomable, un álbum completo que describe al país como “un gran campo de prisioneros” y en el que además critica a la Iglesia ortodoxa de Rusia, una gran aliada del Gobierno. Husky, el rapero que fue arrestado, también es conocido por ser un gran crítico del presidente. Pero ¿es el rap tan peligroso como lo hace ver el Gobierno?
Hay quienes, como Dmitry Dzhulai, expolicía ruso del departamento de antiextremismo del Ministerio de Interior, creen que la arremetida contra el rap se debe a los recientes actos de violencia en el país. “Probablemente, después de los ataques en Archangelsk y Kerch alguien decidió que la música y el internet eran los culpables”, dijo Dzhulai. Pero lo que para Putin y sus funcionarios se ha convertido en una amenaza, para otros es una elevada expresión cultural, capaz de citar a escritores como Aldous Huxley y Boris Pasternak en versos que hablan tanto del amor como de los problemas de la patria. Las letras del rap en Rusia son conocidas por tener un alto grado de complejidad que se debe al uso de metáforas para poder hablar de política sin restricciones. “A veces escuchas las letras y no puedes entender lo que dicen”, apunta Smekalin.
En sus orígenes, los artistas de este género trataron de contar cómo era la vida callejera en Rusia. Pero después las letras entraron en un terreno muy político y por ello muy metafórico, pues las personas tenían miedo de hablar de esos temas. “Supongo que todavía lo tienen”, dice Smekalin. “Pienso que todavía es como en la Unión Soviética, cuando las personas solo podían hablar en las cocinas, asustadas por los agentes de la KGB. Todavía tenemos ese sentimiento”, declaró Smekalin. Lea también: Maduro, como Putin, impresiona con sus habilidades con el piano
La relación de Putin con los raperos no siempre fue amarga. Hace pocos años incluso se codeaba con algunos de ellos y construyó amistades casi tan profundas como la que mantienen el presidente estadounidense Donald Trump y el cantante Kanye West. Incluso en 2015, Timati, uno de los raperos más famosos del país, lanzó una canción llamada Mi mejor amigo es el presidente Putin, para apoyar la reelección del mandatario. De pronto, esa relación se quebró.
Pero los raperos no son los únicos en enfrentarse al Gobierno. La relación de Putin con los músicos en general no ha sido buena. Las Pussy Riot, un famoso grupo de punk del país, también han sido perseguidas por el Kremlin. Dos de sus integrantes han sido condenadas a prisión. “Una nueva generación de músicos y artistas que hablan abiertamente sobre varios temas ha aparecido, y parece que esto no les gusta a algunas personas porque los ven como una amenaza”, dijo la vocalista de la banda Ic3peak, Anastasia Kreslina “Parece que tienen miedo de una revolución cultural”, concluye la artista.
Mientras el género evoluciona, las amenazas para apropiarse de su libertad, como la de otras expresiones culturales en Rusia, aumentan. El resultado de la disputa entre Putin y los raperos no solo es importante para el gremio musical sino para la libertad de expresión en el país, que se ha visto gravemente golpeada desde que el presidente llegó al poder, hace casi dos décadas. Pero a la vez, restringir la libertad del género podría darle también más popularidad. “La censura es el rechazo y el rechazo te hace trabajar más duro. Así que la censura podría convertir en leyendas a algunos artistas”, concluye el rapero Face.