Han pasado siete años desde la última vez que Donald Trump y Vladímir Putin estuvieron enfrentados cara a cara en un encuentro bilateral. Visto desde hoy, el tema de la ocasión, en Helsinki, Finlandia —la discusión sobre el deterioro de las relaciones entre Rusia y Estados Unidos— parece de menor importancia, considerando que para el encuentro de este viernes en Alaska el tema central es el fin de una guerra de más de tres años en Ucrania que ha dejado más de 42.000 civiles muertos o heridos, según cifras de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR).
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Desde entonces, Trump dejó la Casa Blanca, se convirtió en opositor de Joe Biden, fue declarado culpable por el caso del pago a Stormy Daniels —convirtiéndose en el primer expresidente de EE. UU. convicto— y regresó victorioso y más radical que nunca a Washington: de nuevo es presidente. Mientras tanto, Vladímir Putin se ha mantenido en el puesto como mandatario, con el agravante de que la ocupación en Ucrania ha desencadenado un considerable aislamiento internacional.
Sin embargo, este podría ser el regreso de Putin a la escena global como un interlocutor. En campaña, Trump dijo que podría terminar la guerra en Ucrania con una sola llamada a Putin y, aunque en ocho meses no lo ha conseguido —llegando incluso a amenazar con aranceles a Rusia, su herramienta de control favorita—, ha logrado que se reúnan. Lo que comenzó como un sondeo preliminar ha subido de tono gracias a los mismos protagonistas. “Creo que (Putin) ahora está convencido de que va a llegar a un acuerdo. Creo que lo hará, y lo averiguaremos”, dijo Trump en una entusiasta entrevista a Fox News este jueves, mostrando confianza al situar en un 75 %, sin ningún sustento más que sus palabras, las posibilidades de éxito de las negociaciones.
¿Cómo realmente llega Putin?
Vladímir Rouvinski, analista y docente de la Universidad ICESI, coincide en que Putin sigue allí, en la misma medida en que Trump se fue y regresó. Explica, en concreto, cómo el ruso ve que “los regímenes democráticos son débiles”.
“Putin está convencido de que el tiempo siempre juega a su favor, pero claramente también es consciente de los riesgos que tienen que ver con una aplicación real de las sanciones. Ahora sabemos que hay una dualidad: existen muchísimas sanciones, pero pocas realmente están funcionando. Rusia sigue vendiendo petróleo, sigue vendiendo gas, incluso a través de una exportación paralela. También está recibiendo productos fabricados en Occidente. Entonces decimos: las sanciones existen, pero no están funcionando”, amplía Rouvinski.
En complemento, Putin viajará a Alaska (primera visita de un presidente ruso a EE. UU. desde 1988) acompañado no solo de su cúpula militar, sino también de un sólido equipo económico, conformado por su ministro de Finanzas y el director ejecutivo del Fondo de Inversiones Nacional Ruso. “Eso abre justamente la posibilidad de que Putin esté tratando, de alguna forma, de buscar sobre todo un acuerdo comercial con Estados Unidos, a través de un acuerdo económico y, en ese contexto, lograr algunos resultados en la guerra o, digamos, cambiar un poco la posición de Washington respecto a Moscú en el conflicto. Pero, sin duda, de nuevo es un mecanismo de posicionamiento internacional y de reapertura económica”, opina Jesús Agreda Rudenko, docente de la Universidad Javeriana.
Las líneas rojas
A pesar de la preocupación de Ucrania (o más bien, de la negativa anticipada) y de la comunidad internacional ante la posibilidad que lleva Trump en el bolsillo de sugerir un intercambio de tierras como puente de negociación, es una opción tangible y así lo manifestó en la antesala.
“No quiero usar la palabra ‘repartir’ las cosas, pero, ya sabes, hasta cierto punto no es un mal término, ¿de acuerdo?”, dijo a Fox News el mandatario. El problema es que esa es una de las líneas rojas para Kiev. La disputa de regiones estratégicas ha sido el foco central del conflicto en Ucrania y la resistencia en regiones que Rusia exige, como Donetsk, resulta uno de los puntos clave en la guerra. Ucrania está clara en la línea de que no puede ceder. Esto se suma a que, a diferencia de Putin y, en menor medida, Trump, el presidente Volodímir Zelenski no puede tomar por sí mismo decisiones como ceder o no territorios (más allá de su voluntad).
“Putin declaró esos territorios como parte de Rusia, pero desde la perspectiva del derecho internacional eso es nulo, no tiene ninguna validez en cuanto a la legitimidad en el ámbito internacional. Para Zelenski y para Ucrania, si realmente se insiste en que es un país democrático, no se puede simplemente ignorar la Constitución o cambiarla rápidamente de la manera en que lo manipula Putin. Sería imposible sin que exista un acuerdo entre los poderes, como en un régimen democrático que es Ucrania. Si no existe el acuerdo entre sus poderes, no se podría hacer”, explica Rouvinski. También añade que, aunque puede empezar la discusión en la Rada, el parlamento ucraniano, no existen garantías de que el acuerdo prospere hasta tal magnitud.
A pesar del optimismo de Trump, los dos analistas coinciden en que las posibilidades son bajas y, contrario a lo que plantea el presidente, puede tratarse más bien de una reunión exploratoria para una negociación con más bases. “El riesgo principal es que el acuerdo que van a hacer realmente no pueda dar un tiempo suficientemente largo; ojalá sea algo que pueda ser sostenido en términos de no volver a que suenen las armas, que no vuelvan a volar los drones y los misiles, y que no vuelva a morir la gente. Yo creo que el riesgo principal es este: que el acuerdo que ellos van a tener realmente no va a tener mucho tiempo de vida porque no va a sostenerse a largo plazo”, afirma Rouvinski, mientras que Agreda apunta a que sea la apertura de “una negociación mucho más seria, que sea trilateral”.
Esto puede tener más sentido. Trump dijo ante Fox que espera que después de la reunión en Alaska se dé una nueva en la que esté Zelenski, hablando (sin mucho sustento) de que incluso podrían quedarse en Alaska y esperarlo. Cualquiera que sea el caso, todo dependerá de lo que logren hablar dos de los líderes con más poder del mundo, cara a cara, sin asesores presentes, para definir el rumbo de uno de los conflictos más complicados de la actualidad.
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