El papa Francisco ha sufrido varias crisis respiratorias durante su hospitalización de casi tres semanas por neumonía que le ha añadido urgencia a una delicada (e incómoda) pregunta que preocupa a muchos en la Iglesia: ¿qué ocurriría si el papa permaneciera en estado crítico durante un periodo prolongado y su salud empeorara, con un debilitamiento de sus facultades y un deterioro de su calidad de vida?
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¿Cuál sería su postura con respecto a las intervenciones médicas prolongadas y, en última instancia, sus planes para el final de la vida?
Francisco, de 88 años, ha hablado de una carta de renuncia que archivó en el Vaticano poco después de su elección para el caso de que quedara incapacitado, pero se desconoce su contenido. Tampoco se sabe si tiene un testamento vital ni a quién le ha encomendado, si es que lo ha hecho, la toma de decisiones sobre su salud si él mismo ya no puede hacerlo.
Se le plantearon al Vaticano preguntas sobre los deseos del papa, a las que respondió que “es demasiado pronto” para hablar de detalles sobre el final de su vida.
El papa amaneció “estable” este martes pero su cuadro clínico sigue siendo “complejo”, su pronóstico es “reservado” y “no está fuera de peligro”, según reportes de este martes.
Algunos partidarios del papa opinan que las preguntas sobre sus preferencias al final de la vida son prematuras, incluso intrusivas. Pero los expertos eclesiásticos afirman que el hecho de que no exista un protocolo público sobre cómo tomar decisiones al final de la vida del líder de la Iglesia católica romana es preocupante. Y con contratiempos como la crisis respiratoria del viernes, la pregunta ya no es teórica.
“Es un problema que tendremos que afrontar cuando se nos presente”, afirmó el arzobispo Paul Gallagher, ministro de Asuntos Exteriores del Vaticano, quien subrayó que no tenía ninguna noticia sobre la salud del papa, aparte de las declaraciones públicas del Vaticano.
La doctrina católica enseña que la vida comienza en la concepción y termina con la muerte natural, y debe defenderse de principio a fin. Pero existe ambigüedad y debate dentro de la Iglesia sobre la bioética de los casos en que es legítima la entrega de la vida.
La doctrina de la Iglesia permite dejar de utilizar “medios extraordinarios” para mantener con vida a una persona, pero existe una gran variedad de interpretaciones y debates sobre la definición de medios extraordinarios.
Los detractores de esta ambigüedad sostienen que la Iglesia está terriblemente atrasada con respecto a los avances de la medicina moderna y su capacidad para mantener con vida a las personas mediante tratamientos de soporte vital, como la nutrición y la hidratación artificial, la reanimación, los antibióticos, los respiradores y la diálisis.
“Me han dicho que Benedicto preparó algún documento sobre esta cuestión”, mencionó Gallagher, refiriéndose al predecesor de Francisco, el papa Benedicto XVI. Añadió que no tenía información personal sobre su contenido ni sabía si Francisco había “externado que está de acuerdo con el documento”.
Cuando se le preguntó acerca de la existencia de dicha carta, la oficina de prensa del Vaticano señaló que no tenía conocimiento de ella.
Pero la idea de que existen cartas secretas en las que se detallan los deseos de los papas al final de su vida no es ningún consuelo para los partidarios de la transparencia.
“Los documentos secretos son realmente tontos”, opinó Thomas J. Reese, analista del Vaticano desde hace mucho tiempo, que ha instado al Vaticano a que proporcione protocolos claros para el papa.
Comentó que ocultar documentos los hacía vulnerables a los teóricos de la conspiración en una ciudad-estado propensa a los chismes donde la gente aún tiene dudas sobre la muerte de Juan Pablo I, que fue papa en 1978 durante solo 33 días.
Reese cree que “en una familia, si no hay un documento”, los parientes a menudo batallan para tomar decisiones insoportables sobre cuándo dejar de luchar. “Imagina que esto fuera el Vaticano y la Iglesia estuviera debatiendo sobre si desconectamos o no al papa. Sería un caos”.
Imaginó pleitos sobre decisiones críticas de salud entre cardenales que quieren que el papa siga vivo y los que quieren que otra persona, quizá ellos mismos, ocupe su lugar. “Es el tipo de cosas que provocan cismas”, aseveró, en referencia a las escisiones formales (y que marcaron época) de la Iglesia.
Francisco ya ha hablado en público sobre la ética de los temas relacionados con el final de la vida, aunque no el suyo. Sus comentarios, según quienes lo conocen, reflejan su aceptación de los límites que definen a la humanidad como clave de su teología y visión del mundo.
Varios papas, al menos desde la década de 1950, han expresado su postura con respecto a las consideraciones éticas en torno al final de la vida. Pío XII manifestó en una reunión de anestesistas que en algunos casos era apropiado abstenerse de realizar terapias.
En 2020, la oficina del Vaticano sobre la doctrina de la Iglesia emitió un documento que promovía el uso de centros para enfermos terminales y de cuidados paliativos e indicaba que los cuidados “extraordinarios” pueden suspenderse para evitar el sufrimiento prolongado al final de la vida porque “expresan la aceptación de la condición humana ante la muerte”.
El documento subrayaba la importancia de que esa suspensión no se confundiera con la eutanasia o el suicidio asistido, que consideraba “intrínsecamente malos” porque el objetivo era la muerte.
El Vaticano escribió que es moralmente legítimo sedar a los pacientes hasta que pierdan el conocimiento “para garantizar que el final de la vida llegue con la mayor paz posible”. El Vaticano declaró que también era aceptable dejar de prestar cuidados ineficaces a personas en estado vegetativo si ello suponía para los pacientes “una carga excesiva con resultados negativos que superan cualquier beneficio”.
En 2024, la Pontificia Academia para la Vida publicó un folleto sobre terminología relativa al final de la vida. El arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida y estrecho colaborador del papa, escribió en la introducción que el objetivo del folleto era fomentar “un diálogo sincero y profundo” sobre decisiones dolorosas, no “ideologías preempaquetadas y partidistas”.
El folleto incluía una plantilla de testamento vital con la invitación a prepararlo con la ayuda de un sacerdote y explicaba que, al final de la vida, mitigar el dolor podía darles a los pacientes el espacio necesario para concentrarse en sus relaciones humanas.
El folleto decía que “la comunicación entre el médico y el paciente —y con los familiares— es un elemento de importancia decisiva en el desarrollo de opciones éticas relativas a los cambios de tratamiento”.
Gallagher explicó que, aunque espera que Francisco vuelva pronto al trabajo, es totalmente posible que el papa tenga esas conversaciones ahora.
“Francisco puede estarles hablando a sus médicos en estos días, ya sabes, sobre cómo se siente respecto a estas cosas y lo que quiere”, dijo.
*Nota de la editora: el artículo original publicado por The New York Times fue actualizado para incluir información sobre los reportes de la salud del papa este martes.
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