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¿Quién gobierna cuando el papa no puede hacerlo?

Hasta cierto punto, la Santa Sede funciona como un sistema político con un presidente y un primer ministro. Le explicamos.

Neil MacFarquhar, Jason Horowitz, Elisabetta Povoledo y Emma Bubola | The New York Times

28 de febrero de 2025 - 05:00 p. m.
Fotografía cedida por la App Hallow del monumento del Cristo Redentor iluminado con una imagen del papa Francisco para pedir por la salud del sumo pontífice este jueves, en Río de Janeiro (Brasil).
Foto: EFE - App Hallow
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Desde su hospitalización con neumonía aguda hace dos semanas, el papa Francisco ha firmado el nombramiento de 20 obispos, aceptado la renuncia de al menos cuatro y aprobado el avance en el proceso de canonización de cinco personas, según el boletín diario del sitio web del Vaticano.

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Entre los acontecimientos mencionados había algunos más esotéricos, como el nombramiento de un cardenal para que lo represente en abril en la celebración del milenario de la coronación de Boleslao I el Valiente, el primer rey de Polonia.

En general, el tenor público de la Santa Sede ha cambiado en ausencia de su rostro y voz más públicos: faltan las apariciones semanales del papa y sus pronunciamientos sobre cuestiones mundiales importantes, como la reprimenda al gobierno de Trump por las deportaciones de inmigrantes. Sin embargo, la maquinaria del Estado vaticano sigue funcionando a pesar de que el pontífice, de 88 años, permanece ingresado en un hospital y sin fecha cierta para su alta.

“Francisco sigue gobernando, está en contacto con sus secretarios”, informó Matteo Bruni, portavoz del Vaticano, en respuesta a una pregunta sobre el trabajo del papa. “Lo que le falta es el contacto con los fieles, las audiencias generales, la actividad pastoral”.

En un comunicado emitido el jueves por la noche, el Vaticano afirmó que el estado clínico del papa seguía mejorando. Había comenzado a alternar la oxigenoterapia de alto flujo con el ventimask; dedicó la mañana a la fisioterapia respiratoria y al descanso, con una ronda de fisioterapia por la tarde.

Sin embargo, el viernes se reportó un repentino deterioro de su estado tras una crisis “aislada” de broncospasmo.

El calvario de su prolongada estancia en el hospital Gemelli, la más larga de su pontificado, sin apariciones públicas, ha despertado viejas preocupaciones entre expertos eclesiásticos y observadores sobre quién gobernaría la Iglesia si este o cualquier otro papa cayera en coma o quedara incapacitado de cualquier otro modo.

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Hasta cierto punto, la Santa Sede funciona como un sistema político con un presidente y un primer ministro. El papa, el presidente en esta comparación, se ocupa de los grandes pronunciamientos políticos y de los nombramientos, mientras que el secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, supervisa los asuntos cotidianos relacionados con el funcionamiento del propio Vaticano y de la Iglesia mundial.

Algunas de las facultades limitadas únicamente al papa son el nombramiento de obispos, la aceptación de jubilaciones y la promulgación de nuevos decretos para modificar la legislación vaticana. Además, es poco probable que la burocracia se pronuncie sobre cuestiones de importancia mundial, como las negociaciones de alto al fuego en la Franja de Gaza, sin su imprimátur.

Inevitablemente, la enfermedad de Francisco pospone algunas decisiones, lo que no molesta a los críticos de su agenda. Antes de caer enfermo, por ejemplo, Francisco disolvió el Sodalicio de Vida Cristiana, una controvertida organización católica fundada en Perú. Algunos de los partidarios del grupo esperaban que su enfermedad ralentizara la aplicación de la decisión, según John Allen, editor de Crux, un sitio web independiente de noticias sobre la Iglesia católica. Pero tanto los funcionarios vaticanos como los expertos afirmaron que no se ha producido ninguna ralentización particular durante esta hospitalización porque el papa, aunque enfermo, permanece alerta y es capaz de dialogar con quienes le rodean.

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Las actividades siguen su curso normal “mientras el papa pueda entender lo que la gente le dice y pueda firmar documentos”, explicó Thomas J. Reese, analista veterano del Vaticano y autor del libro “Dentro del Vaticano: política y organización de la Iglesia católica”.

Pero no hay directrices legales establecidas sobre qué hacer si no es así, sobre todo si la incapacidad dura meses y no solo semanas. En el caso de una hospitalización breve, muchas de las acciones que ya están en marcha podrían continuar sin problemas.

Pero las decisiones importantes, como a quién nombrar arzobispo en una ciudad de alto perfil, serían problemáticas. También sería extremadamente difícil destituir a un cardenal que se salga del carril o a otra figura prominente, indicaron los expertos.

El papa Francisco, al igual que Pablo VI en la década de 1960, anunció que, poco después de asumir el papado en 2013, firmó una carta de renuncia por si alguna vez quedaba incapacitado. Pero el contenido de la carta ha permanecido en secreto, y algunos expertos han hecho notar una serie de aspectos de situación legal turbia.

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En primer lugar, ¿quién decide que el papa está incapacitado? En segundo lugar, el derecho canónico establece que, para que una renuncia sea válida, la decisión del papa debe ser libre. Algunos juristas se preguntan si una carta escrita hace más de una década podría considerarse una decisión “libre”.

En la historia reciente, estos cuestionamientos fueron más cruciales durante el prolongado declive del Papa Juan Pablo II, que empezó a padecer la enfermedad de Parkinson varios años antes de su muerte en 2005. Aunque aún podía responder “sí” o “no”, su evidente declive propició preguntas y rumores en el Vaticano sobre quién tomaba en realidad las decisiones, señaló Reese.

Una consecuencia mucho más grave que algunos de los defensores de Juan Pablo II les atribuyen a sus capacidades más lentas fue la falta de respuesta de la Iglesia a las acusaciones generalizadas de abusos sexuales a menores por parte del clero católico.

Los dirigentes de la Iglesia se han mostrado reacios durante mucho tiempo a abocarse a la tarea de definir cuándo puede considerarse que un papa está incapacitado, porque obstaculiza la teoría de que un papa debe tener plena libertad para actuar, subrayó Allen. “Nadie puede decirle a un papa cuándo ha terminado”, afirmó. “Es extraordinariamente delicado encontrar la manera de ponerle fin a un papado sin la voluntad expresa del papa”.

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Los obstáculos son evidentes en disposiciones específicas, como el canon 335 de la ley vaticana, que establece: al quedar “vacante o totalmente impedida” la sede romana, no se puede alterar nada en el régimen de la Iglesia universal. Pero no se define “totalmente impedida”.

El predecesor de Francisco, Benedicto XVI, renunció a los 85 años por motivos de edad y enfermedad, pero fue una excepción extrema: ningún otro papa había renunciado en casi 600 años.

Dados los avances de la medicina moderna para prolongar la vida, un grupo internacional de juristas católicos propuso normas para precisar qué constituye “totalmente impedida” y había pedido que se le transfiriera la autoridad de gobierno al Colegio Cardenalicio o a una comisión, dependiendo del tiempo que el papa estuviera incapacitado. Si una comisión de expertos considerara irreversible la incapacidad del papa, los cardenales de la Curia tendrían que declarar terminados sus días de gobierno y convocar un cónclave para nombrar a un nuevo papa.

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Pero solo eran propuestas y hasta la fecha no se ha establecido ninguna ley.

Con la lenta mejoría del estado del papa, parece haber menos urgencia, pero dependiendo de cuánto dure su estancia en el hospital, aún podría tener algún efecto.

Nota de la editora: la publicación original del Times fue actualizada para incluir el parte médico sobre el papa emitido en la tarde de este viernes.

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