Rusia admitió este lunes haber lanzado un ataque con misiles balísticos en el centro de Sumi, al noreste de Ucrania, que dejó al menos 34 muertos, incluidos dos niños, y más de 100 heridos.
El Ministerio ruso de Defensa aseguró haber dirigido el bombardeo contra una supuesta “reunión del mando” del ejército ucraniano y acusó a Kiev de utilizar a la población como “escudo humano”.
“Kiev sigue usando a la población ucraniana como escudo humano, al colocar instalaciones militares o al organizar eventos a los que participan militares en el centro de una ciudad densamente poblada”, señaló el ministerio ruso.
La ofensiva, que tuvo lugar el Domingo de Ramos, una fecha significativa del calendario cristiano, generó fuertes condenas internacionales. La Unión Europea calificó el ataque como “atroz” y Estados Unidos expresó su indignación por la magnitud del daño causado a la población civil.
“Toda la guerra es algo horrible”, dijo el presidente Donald Trump desde el Air Force One, al ser consultado sobre el tema.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenski, instó a su homólogo estadounidense a visitar el país y presenciar de primera mano la devastación causada por la invasión rusa.
“Antes de tomar cualquier decisión o entrar en negociaciones, venga a ver a las personas, civiles, soldados, hospitales, iglesias, niños destruidos o muertos”, declaró el mandatario en una entrevista con el programa 60 Minutes de CBS, grabada antes del bombardeo en Sumi.
Zelenski también respondió a las declaraciones del vicepresidente estadounidense J. D. Vance, quien sugirió que Ucrania preparaba “giros de propaganda” para líderes extranjeros.
“No prepararemos nada. No será un teatro. Pueden ir a donde quieran, a cualquier ciudad que haya sido atacada”, afirmó el presidente ucraniano, quien ha buscado en las últimas semanas recomponer la relación con la administración estadounidense.
Las declaraciones de Trump, que calificó el bombardeo como “un error”, generaron indignación en Kiev, donde activistas y líderes políticos recordaron que ataques como el de Sumi forman parte de una estrategia deliberada y sistemática de destrucción.
Aunque Moscú sostiene que el objetivo era militar, el mensaje del Kremlin parece reconocer que la ofensiva causó numerosas víctimas civiles, un hecho que contrasta con la postura habitual de Rusia, que niega atacar infraestructura no militar.
Según el Kremlin, Kiev habría expuesto deliberadamente a su población al realizar actividades con presencia de tropas en zonas densamente pobladas.
El bombardeo ocurre apenas dos días después de la tercera visita en lo que va del año de Steve Witkoff, emisario de la administración Trump, al presidente ruso Vladímir Putin. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, describió estos intercambios como “extremadamente útiles”, subrayando la existencia de un canal de diálogo abierto entre ambas potencias.
Simultáneamente, otros ataques rusos se registraron en la región de Járkov, fronteriza con Rusia, donde al menos cuatro personas murieron por bombardeos con artillería y cohetes. La fiscalía ucraniana abrió una investigación por crimen de guerra.
El ataque en Sumi es considerado uno de los más letales desde que inició la invasión rusa a gran escala en febrero de 2022 y ocurre en un momento de alta tensión diplomática, con la guerra prolongándose sin un horizonte claro de resolución.
Ucrania, por su parte, ha denunciado repetidamente que los ataques deliberados contra zonas civiles constituyen crímenes de guerra, mientras intenta reforzar sus capacidades de defensa aérea con apoyo de Occidente.
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