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Al menos 51 personas fueron asesinadas ayer por un carro bomba en Al Bab, a 30 kilómetros de la frontera turca, en la provincia de Alepo. Horas antes, tropas turcas y sus aliados, los rebeldes, anunciaron que habían conquistado esa ciudad, hasta ahora en manos del Estado Islámico (era uno de sus últimos feudos en esa región).
El estallido, al parecer un acto del grupo extremista, tuvo lugar junto a dos sedes de grupos rebeldes sirios. El atentado es una expresión del movimiento violento que pervive en todo el país y en Irak: las fuerzas iraquíes siguen con su campaña contra el EI para quitarle Mosul. Nada, en realidad, ha cambiado, salvo la intensidad de los combates y la cantidad de muertos en Siria, que roza la cifra de 310.000 a lo largo de seis años de rebatiñas incesantes.
En Ginebra, entre tanto, la diplomacia patina. Los turcos, que dialogan junto a los rebeldes y en oposición a Al Asad, tienen ahora en su conquista de Al Bab una nueva carta geopolítica para negociar. El objetivo de los rebeldes, como se podrá sospechar, es derrocar a Al Asad, cuya familia ha gobernado por más de cinco décadas ese país. Sin embargo, la reciente derrota en Alepo, que estuvo cercada por tres meses en medio de una sufrida veda de alimentos y servicios de salud, le dio tanto poder a Al Asad para negociar como a Rusia para continuar de su lado. El director del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, Rami Abdel Rahman, dijo: “El régimen quiere reforzar sus posiciones alrededor de Alepo y toma los disparos de cohetes de los rebeldes como pretexto para bombardear sus posiciones”.
Más de 13 millones de personas han sido desplazados por el conflicto. Naciones Unidas, que media en los diálogos, no tiene todavía una estrategia para rehacer las conversaciones tantas veces fracasadas. Turquía insiste en la salida de Al Asad, y Rusia, que domina con libertad gracias a sus aviones y soldados, insiste en que el mandatario tiene que quedarse y que la salida debe ser política y consensuada, con nuevas elecciones. Según una fuente diplomática, un nuevo documento, que estudiarán las partes, sugiere un gobierno de transición, una nueva constitución y nuevo balotaje para elegir presidente. Pero los opositores están divididos y Al Asad tiene el poder militar de su lado. Parecen inamovibles.