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Una guerra global

Los atentados en Francia confirman que el Estado Islámico no es un grupo establecido en Oriente Medio con planes expansivos, sino una red difusa y con alcances mundiales. ¿Cómo combatirla?

Ricardo Abdahllah, París.
16 de noviembre de 2015 - 02:04 a. m.

“Algunas personas con lesiones superficiales o contusiones debidas a caídas en medio del pánico tuvieron que esperar algunas horas, pero a esta hora podemos decir que todos los heridos recibieron atención”, dice al caer la noche del sábado uno de los médicos del servicio de urgencias del hospital La Pitié Salpêtrière, desde donde se coordinó la atención y distribución de los 352 heridos de los atentados que sacudieron la capital francesa en la noche del viernes. A la salida del centro asistencial un joven con un pie inmovilizado con una férula de plástico espera un taxi junto a sus padres. “Estaba en camino hacia el sector de Belleville. Me tiré hacia dentro de un restaurante y me herí con unos vidrios”, dice, mostrando dos puntos de sutura en la frente. “Escuché los tiros, pero no vi de dónde venían. El dolor en el pie lo sentí hasta como una hora después, cuando la Policía dijo que saliéramos. No es nada grave. Ni pensé en eso porque ya había en la calle personas cubiertas con sábanas y otros heridos que se cubrían con cobijas térmicas de esas de papel aluminio”.

A esa misma hora los agentes de la Policía Científica continuaban tomando muestras en la sala de conciertos el Bataclan. Retirar los cuerpos les había tomado casi toda la mañana. “La identificación aún va a tardar porque las personas dejaron los bolsos y las chaquetas con sus documentos en el vestuario del club”, dice uno de los agentes, “aún se escuchan teléfonos celulares sonando entre los objetos que estamos tratando de clasificar”.

Un punto clave para la investigación fue el hallazgo el domingo del automóvil Seat en el que se habría movilizado uno de los tres comandos terroristas. En el interior del vehículo, abandonado en el populoso suburbio de Montreuil, al este de París, se hallaron tres fusiles Ak47, el popular “Kalachnikov” utilizado también en los atentados de enero contra Charlie Hebdo y el supermercado Hyper Cacher de Vincennes.

Los investigadores confirman así las similitudes entre los dos ataques y al mismo tiempo lo que parece marcar una tendencia en el modus operandi de los ataques terroristas que las autoridades francesas aún estarían descifrando, con miras a su prevención y que les obliga a cambiar una estrategia basada en la última ola de atentados que había sufrido la ciudad, hace casi dos décadas.

“Entre 1995 y 1996 se realizaron varios atentados contra los transportes públicos. En ellos se utilizaron bombas artesanales. El modo de operación de entonces puede ser visto como una firma: uso de un cilindro de gas, clavos, un solo lugar cada vez y siempre en horas de fuerte frecuentación”, explica Jacques Folloru, especialista del terrorismo en Córcega y colaborador del diario Le Monde. Los diversos planes de prevención y lucha contra el terrorismo, que incluyen patrullas militares en los lugares de aglomeración y campañas para promover la vigilancia de los ciudadanos en los metros y trenes, están basados en este modelo y sólo en los últimos años se han reorientado hacia los ataques con armas automáticas. Así lo confirma Bernard Squarcini, quien dirigió hasta 2012 la Agencia Central de Inteligencia Interior, quien señala además que la fecha y la modalidad de ataque “complejo y combinado” elegida para los ataques del viernes busca también desestabilizar el país antes de la realización de la Conferencia Mundial sobre el Clima, en la que estarán presentes más de 150 jefes de Estado y de gobierno.

Para Roland Jacquard, director del Observatorio Internacional contra el Terrorismo, otra de las fallas fundamentales ha sido concentrar la vigilancia en los viajes de individuos hacia Siria, “ignorando que los autores de los atentados no son los que más viajan y que tenemos grupos organizados en el interior del territorio nacional”.

Varias incógnitas persisten respecto a lo que podrían considerarse errores en la estrategia de coordinación de los tres comandos. La principal de ellas es el hecho de los tres kamikazes que se dieron cita en los alrededores del estadio de Francia accionaran sus cinturones explosivos en lugares en los que sabían que no iban a provocar un gran número de víctimas. Para un miembro de la Policía Técnica el hecho de que el plan de evacuación del estadio contemplara un movimiento del público hacia la cancha mientras se verificaba el perímetro pudo haber jugado en contra del plan de los terroristas.

“Es posible que el primero de ellos accionara el explosivo para provocar la evacuación del estadio y los otros dos esperaran para hacerse explotar entre la multitud a la salida. Si no lo lograron fue porque la evacuación no se realizó de inmediato y fue muy ordenada o porque al menos uno de ellos explotó por accidente. Tenemos razones para pensar que usaban peróxido de acetona, un compuesto tan inestable que se le llama ‘la madre del diablo’ y que muchas veces explota debido a movimientos bruscos de quien lo lleva”.

Si bien varios medios se apresuraron a anunciar que uno de los kamikazes del estadio sería de nacionalidad siria, las autoridades prefieren no confirmar esta información. Señalan además que existe un importante mercado de falsos pasaportes sirios, que se venden por alrededor de 750 euros a personas interesadas en beneficiarse del estatus de refugiado político que se otorga más fácilmente a quienes provienen de dicho país. El periodista holandés Harald Doornbos logró el pasado septiembre obtener un falso pasaporte a nombre de Malek Ramadan... pero con la foto del primer ministro holandés Mark Rutte.

Las estrategias de respuesta

El “estado de emergencia” declarado por el presidente François Hollande permite a la Policía realizar registros de vivienda y detenciones sin orden judicial, pero la cultura francesa acepta mal este tipo de acciones y por eso es difícil imaginar, al menos a corto plazo, redadas masivas o decretos de emergencia asimilables a la Patriot Act estadounidense. Sin embargo, de realizarán acciones concretas, entre ellas una agilización de los expedientes de expulsión de 22 imanes acusados de utilizar sus mezquitas para el proselitismo extremista y que se sumarían a los 40 ya expulsados que, según un portavoz del Ministerio del Interior, han sido expulsados durante el gobierno de Hollande.

A nivel internacional, el gesto más visible es la movilización del portaaviones Charles de Gaulle, el más importante de la Armada Francesa, que a partir del próximo miércoles estará exclusivamente dedicado a las operaciones contra el Estado Islámico.

Una intervención directa con tropas de Infantería, sin embargo, sigue siendo bastante improbable, en particular porque en pleno año electoral el gobierno estadounidense no está interesado en tomar el riesgo político de una intervención en Oriente Medio. Francia participa desde septiembre de 2014 en la operación Chammal con 700 hombres y 12 aviones de caza como apoyo en Irak. El frustrado atentado contra el tren Thalys llevó al presidente Hollande a ampliar el campo de acción a los bombardeos sobre posiciones en Siria, pero hasta ahora los ataques franceses representan menos del 5% de la totalidad de las acciones en la región.

“Se habla mucho de Siria, pero no hay que olvidar que el teatro de operaciones más importante en términos de presencia militar está en África”, señala la periodista Anne Bauer, experta en temas de defensa. “Es allí donde se desarrolla la operación Barkhane, en la que Francia ataca grupos cercanos o simpatizantes del Estado Islámico, como AQMI (Al -Qaeda del Maghreb) y Boko Haram” . Para Bauer, esta implicación podría pesar tanto o más que la de Siria en la decisión de los grupos terroristas de atacar París.

“El fracaso del gobierno francés es insistir en que el Estado Islámico no es más que un grupo de fanáticos religiosos enraizado en Oriente Medio, cuando lo cierto es que es un fruto de la globalización que tiene un discurso muy trabajado, que es el que seduce a los jóvenes europeos que deciden unirse a sus filas”, opina Myriam Benraad, investigadora asociada a la Escuela de Ciencias Políticas de París y especialista en el mundo árabe. “Por eso entre sus militantes, en Siria y en Europa, hay desempleados, personas en crisis de identidad que se orientan hacia el extremismo religioso y aventureros que estaban aburridos”.

Es la misma opinión que comparte Marc Trévidic, exjuez encargado de la sección antiterrorista: “La única puerta de salida es un trabajo contra la radicalización y la ideología islamista. Pero eso puede tomarnos entre diez y quince años”.

Alerta máxima en las fronteras de Francia

Las investigaciones de las autoridades francesas señalan a un hombre identificado como Salah Abdeslam como uno de los principales responsables de los atentados en París. El individuo ha sido requerido por las autoridades por su presunta implicación en los atentados perpetrados en París el pasado viernes, con al menos 132 muertos. Mediante un comunicado, las fuerzas del orden pidieron información sobre el sospechoso y señalaron que Abdeslam, nacido en Bruselas, tiene 26 años, ojos marrones y mide 1,75 metros. Advirtieron, además, que se trata de un “individuo peligroso”, pues fue quien alquiló en Bélgica el Volkswagen Polo utilizado por quienes atacaron la sala de conciertos de Bataclan, donde se produjo la mayor matanza. El sábado, antes de que se le relacionara con los atentados, Abdeslam fue interceptado en la frontera belga en otro coche y con otros dos individuos. Los gendarmes franceses, tras verificar las identidades de todos, los dejaron marchar.
 

Por Ricardo Abdahllah, París.

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