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La neutralidad de Arabia Saudita, el nuevo mediador para Ucrania, en duda

El reino saudí se consolida como actor clave en la diplomacia global gracias a Donald Trump, que no solo sigue desafiando el dominio europeo en las negociaciones de alto nivel, sino que los excluye por completo de estas.

Camilo Gómez Forero

10 de marzo de 2025 - 06:00 p. m.
El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, en diálogo con el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman.
Foto: EFE - BANDAR ALJALOUD / HANDOUT
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El protagonismo de Europa como el gran escenario de conversaciones de paz de alto impacto atraviesa su momento más opaco. Esta semana se retoman los diálogos para abordar soluciones a la guerra en Ucrania, pero no fue en Oslo, Ginebra o París donde se instaló la mesa, como se hubiera hecho tradicionalmente hace años, sino en un lugar que cada vez es más relevante en la escena diplomática a nivel global: Arabia Saudita.

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Luego de ser visto por décadas como una potencia regional centrada casi exclusivamente en el petróleo y la seguridad, Arabia Saudita ha remoldeado activamente su imagen diplomática para ser tenido en cuenta como un actor protagónico capaz de mediar en otros puntos de conflicto, facilitando más soluciones diplomáticas en lugar de medidas punitivas.

Para 2022, por ejemplo, la monarquía ya había facilitado la liberación de prisioneros extranjeros capturados en Ucrania, mientras ayudaba a la vez en negociaciones para otros conflictos, como el de Sudán, Siria y el golfo Pérsico. ¿Cómo logró esa confianza? Además de ser el principal productor de petróleo del mundo, lo que le da un valor central en el campo económico, Riad mantiene buenas relaciones estratégicas tanto con Washington como con Moscú, así como con Pekín, la otra gran potencia mundial, e incluso con Kiev. Para Orysia Lutsevych, subdirectora del programa Rusia y Eurasia, del centro de estudios Chatham House en Londres, esto es clave en una negociación.

“Creo que es un mito lo de los lugares neutrales para las negociaciones. En la práctica es necesario encontrar a un actor o un mediador que tenga un interés o una conexión con ambas partes para generar confianza”, apunta la experta.

Las buenas relaciones con todas las partes implicadas le permiten a la monarquía saudita tender más puentes que Europa, al menos en este momento, pues esta no tiene la capacidad de construir debido a su desconexión con el Kremlin y a sus recientes rifirrafes con Donald Trump. Sobre el papel, Yeda, ciudad a la que llegaron el lunes los representantes de Washington, Moscú y Kiev para establecer un nuevo contacto, es un lugar cómodo para dialogar. Sin embargo, el ser “amigo de todos” no quiere decir que la “neutralidad” de Arabia Saudita no esté en entredicho. ¿Qué tan imparcial puede ser como mediador?

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En primer lugar, hay que recordar que todos los implicados tienen una conexión fuerte con el príncipe heredero, Mohammed bin Salman (MBS), en mayor o menor medida. Por el lado del presidente estadounidense, Donald Trump, los lazos han sido los más fuertes, al menos públicamente. Durante su primera presidencia, Trump eligió Riad como el destino de su primer viaje al extranjero y, en su segundo mandato, fue la primera llamada que sostuvo con otro líder.

El problema con esta relación es la delgada línea, cada vez más difuminada, entre los negocios privados de Trump y su familia, y su cargo como presidente, que ha llevado a constantes cuestionamientos sobre conflictos de interés. El fondo de inversiones dirigido por el príncipe heredero invirtió miles de millones en los negocios dirigidos por el yerno del presidente, Jared Kushner, a pesar de que los mismos expertos del fondo de riqueza saudí expresaban su preocupación por la inexperiencia de este. Kushner cumplió más adelante un papel destacado en la defensa de MBS por parte de la Casa Blanca, tras el asesinato del periodista saudí Jamal Khashoggi. El propio Trump le reconoció al periodista Bob Woodward que protegió al príncipe heredero.

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No tan visiblemente estrechas, pero sí más preocupantes para algunos analistas, son las relaciones de MBS y el mandatario ruso, Vladimir Putin. El príncipe heredero, quien viajó a San Petersburgo en 2015 para empezar a alimentar esta relación, siempre mostró fascinación por el hombre fuerte del Kremlin, según comentaron altos oficiales del MI6 británico, luego de que este les pidiera asesoría para tratar con él. Para 2018, en plena crisis por el asesinato de Khashoggi, el romance entre Putin y MSB ya era sólido y quedó sellado ante el público con un gran choque de manos en el G-20 en Argentina que se hizo viral en redes.

Debido a esta cercanía, Arabia Saudita ha mantenido una posición menos agresiva que otros países frente a Rusia desde la invasión a Ucrania. Riad continuó operando con Moscú dentro de la OPEP+ y lideró la decisión de reducir la producción de petróleo a dos millones de barriles por día, lo que según los investigadores de relaciones internacionales Jens Heibach y Luíza Cerioli aumentó los precios mundiales de petróleo y provocó que Rusia pudiera sostenerse económicamente ante la ola de sanciones en su contra.

Bajo estas condiciones, de acuerdo con el periodista de “The Guardian” Peter Beaumont, Ucrania tiene que ver o tener algo para sentirse cómodo de participar en la mesa en Yeda, o de lo contrario vería la mesa muy inclinada a favor de Moscú o Washington, a quien ahora ve como un aliado de Putin. La conexión ucraniana con Riad llega a través del ministro de Defensa ucraniano, Rustem Umerov, quien, además de ser musulmán, pudo desarrollar vínculos con los Estados del golfo gracias a su experiencia en el sector privado, con un fondo de inversiones que creó en 2013. Antes de llegar a su actual cargo, Umerov ya había protagonizado varias misiones diplomáticas en nombre de Volodímir Zelenski, siendo una visita a MBS una de las más destacadas.

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La conexión entre Umerov y MBS, además de las inversiones agrícolas de los saudíes en Ucrania, son las únicas razones por las que Kiev puede sentir algo de comodidad en un lugar cuya neutralidad está en entredicho. No obstante, el lugar en el que se desarrollan las conversaciones de esta semana no importa realmente en un plano general para Ucrania. En primer lugar, porque Kiev ni siquiera fue invitada a la fiesta, como dijo Zelenski, quien mostró sorpresa al enterarse de la reunión.

La gran razón por la que Trump quiso llevar la mesa a Arabia Saudita no es que fuera el escenario más neutral para todos, sino que necesita reforzar la importancia geopolítica de Arabia Saudita, que busca afianzar su liderazgo mundial para garantizar la inversión del fondo saudí en Estados Unidos, así como su dirección en las conversaciones sobre el conflicto en Gaza.

Por otro lado, como señala Lutsevych, el lugar realmente no cambia el mayor problema para Zelenski y los ucranianos con estas conversaciones: “(su mayor riesgo) es que Estados Unidos se ponga del lado de la agenda rusa”. Este encuentro en Arabia Saudita no se trata de acercar entonces a las delegaciones de Ucrania y Rusia, que no tienen programadas reuniones de primer nivel, sino de acercar de nuevo a Kiev y a Washington, cuya relación está todavía más deteriorada desde la pelea entre Zelenski y Trump en la Oficina Oval.

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Tal y como lo hizo en la Casa Blanca en aquella ocasión, Trump volverá a presionar a Zelenski para aceptar un acuerdo de paz que incluya el acceso estadounidense a las tierras raras de Ucrania y posibles concesiones territoriales a Rusia. Sin una firma para esto, la gran conversación entre Kiev y Moscú no podrá seguir adelante.

“Todas las cuestiones complejas muy probablemente quedarán fuera de estas negociaciones preliminares y solo se discutirán en contacto directo con Moscú. En primer lugar, hay que encontrar un mínimo común denominador que sea lo más pequeño posible para que ambas partes puedan aceptarlo”, concluyó Oleksandr Kraiev, del centro de análisis Ukrainian Prism, especializado en política exterior y seguridad internacional.

Hasta el momento el mandatario estadounidense ha exigido concesiones a Kiev, mientras deja que Moscú continúe bombardeando incesantemente ciudades ucranianas. Por eso, Olexiy Haran, de la Academia Mohyla de la Universidad Nacional de Kiev, identifica esta como no una “etapa de preparación para la firma de un acuerdo”, sino apenas el primer paso necesario para continuar buscando uno.

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