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“A Colombia le espera un camino largo y difícil”: Kathryn Sikkink

Kathryn Sikkink, reconocida experta en derechos humanos de la Universidad de Harvard, habla sobre los retos de la justicia transicional en Colombia.

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Daniel Salgar Antolínez
23 de agosto de 2015 - 02:11 a. m.
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Kathryn Sikkink es una de las más reconocidas académicas sobre derechos humanos en el mundo. Estuvo esta semana en Cartagena, en el tercer encuentro de la Escuela Global de la ONG Dejusticia, para hablar sobre uno de los puntos que más debate han generado en el proceso de paz entre el gobierno colombiano y las Farc: la justicia transicional.

¿Cómo ve estos encuentros de activistas del sur global?

Es mi primera participación en escuelas globales patrocinadas por Dejusticia. Es inédito el grupo de jóvenes activistas de diferentes países como Egipto, México, Kenia y Colombia. Es fascinante ver cómo gente diversa del sur global comparte historias, experiencias, conocimientos y encuentran mucho más en común de lo que uno esperaba.

En Colombia se implementan mecanismos de justicia transicional desde hace más de una década, con la Ley de Justicia y Paz de 2005 y la Ley de Víctimas de 2011. ¿Cómo ve la implementación de estas leyes?

Participé en un equipo de Harvard haciendo seguimiento y estoy más informada sobre el proyecto de reparaciones. Aunque aún el informe que preparamos no es público, hemos dicho que este programa tiene un tamaño y una ambición que van mucho más allá que los de cualquier otro programa de reparaciones en el mundo. Al mismo tiempo, el tamaño del problema de reparaciones que enfrenta Colombia es gigante. El caso colombiano tiene este doble carácter: es muy ambicioso y exitoso en cuanto al diseño, pero a la vez enfrenta un problema que por el número de víctimas, incluyendo a los desplazados, es realmente inédito. Va a ser muy difícil poder cumplir con todos los compromisos.

El tema de restitución de tierras se ha aplicado de forma experimental en diferentes partes del mundo. ¿Cómo lo ha abordado?

No nos centramos en la restitución de tierras. Sin embargo, puedo decir que este ha sido un problema en todas partes, así como en Colombia. Debido a la lentitud con la cual se mueve el sistema judicial, la resistencia de los dueños o de quienes ocupan los terrenos, hay pocos ejemplos muy exitosos. Casi siempre han sido muy lentos, conflictivos, sobre todo si se buscan garantías del debido proceso, eso lo hace más lento.

¿Qué puede decir sobre el estudio que hacen para la Unidad de Víctimas?

Cuando esté en manos de la Unidad de Víctimas, será decisión de ellos difundirlo. Puedo decir que son interesantes los resultados de encuestas hechas a tres mil colombianos. Encuestaron tres grupos de mil cada uno. El primero, de víctimas que están en el registro pero no habían recibido ninguna forma de reparación. El segundo, de víctimas que están en el registro y ya recibieron alguna forma de reparación, normalmente indemnización. El tercero, de la población general de Colombia, pero dentro de esta un porcentaje importante de hasta 20 % que son víctimas.

Lo primero es que entre estos tres grupos hay un apoyo muy fuerte a la política de reparación. Lo segundo es que las víctimas tienen respuestas emocionales muy mezcladas en cuanto a la reparación. Nos sorprende que la reparación no produce sólo una situación de bienestar. Al recibirla, es el reconocimiento de la pérdida que experimentó esta víctima. Al mismo tiempo, las víctimas no dicen estar tan satisfecha, pero hablan de la utilidad de la reparación. Dicen que sí sirve para la comunidad, para la memoria, para la reconciliación.

En el Cono Sur, en los procesos de transición de la dictadura a la democracia se otorgaron amnistías. Luego la Corte Interamericana dijo que esas amnistías no son compatibles con los estándares internacionales. ¿Qué lección hay para Colombia desde el sur?

Argentina y Uruguay son los únicos países que han derogado o declarado inconstitucionales las amnistías. En Chile la ley de amnistía está en pie y, sin embargo, es el segundo país en el mundo con más juicios. Esto demuestra que se puede tener amnistía y al mismo tiempo juicios. Brasil y El Salvador son dos países de la región donde las amnistías se mantienen firmes y no hay juicios por crímenes cometidos durante la dictadura. Pero ahora en Brasil la Comisión de la Verdad recomendó avanzar con juicios, así que lo más probable es que veamos juicios en el futuro.

Este panorama nos muestra que las amnistías son un tema muy complicado en el mundo. Tener amnistías no implica que no va a haber juicios. Además, al pasar una amnistía, no se puede prometer que se va a mantener firme en el futuro. También está lo internacional: la amnistía es un acuerdo en el cual no pueden comprometerse actores externos cuando este va en contra del derecho internacional.

Uno pensaría que son fracasados los procesos de transición del conflicto armado a la democracia en Centroamérica, al ver una región que está entre las más violentas y desiguales del mundo...

Por supuesto, hoy hay mucha violencia en Centroamérica, pero ya no es lo mismo de antes y hay mucho menos represión del Estado, por ejemplo en Guatemala y El Salvador. Guatemala, a pesar de todo, tuvo procesos de justicia muy importantes. No sería tan pesimista, aunque sigan los problemas vemos una situación distinta a la de antes.

Desde la perspectiva de los DD.HH., el Estado no debe renunciar a su obligación de investigar, juzgar y sancionar las violaciones de DD.HH. La pregunta es cómo interpretar esto en un contexto de transición, para hacer justicia sin renunciar a las obligaciones internacionales.

Como politóloga y centífica social no ofrezco una respuesta legal. Sin embargo, hemos hecho una amplia investigación sobre el impacto de mecanismos de justicia transicional y vemos que tienen distintos efectos. Hay que prevenir violaciones de los DD.HH. en el futuro. Para esto la investigación muestra que dentro de la mezcla de políticas hay que tener políticas de justicia, porque el accountability y la justicia son lo que, en nuestros estudios cuantitativos, está asociado con la mejora de los DD.HH. en el futuro.

En Perú e Indonesia se habla de reparaciones colectivas. Un concepto importante para el caso colombiano, donde los derechos colectivos, por ejemplo de negros e indígenas, deberán ser reparados...

La Comisión de la Verdad peruana fue muy buena y lograron hacer reparaciones colectivas. En Indonesia también las reparaciones colectivas fueron importantes. Pero no hay modelo perfecto. Indonesia hizo muchas reparaciones colectivas, pero las víctimas dicen que a veces las comunidades recibieron fondos que no siempre respondieron a las necesidades de las víctimas. Decidieron hacer cosas que eran buenas para la comunidad, pero no eran lo que necesitaban las víctimas.

En Indonesia no solo fue cuestión de principio y compromiso con la idea, sino también de eficacia. Ellos no podían hacer llegar indemnizaciones individuales, escogieron hacerlo colectivo en parte por incapacidad del Estado. No veo que haya un modelo a seguir en este sentido. Colombia tiene por delate un camino largo y conflictivo y muchos van a quedar insatisfechos.

¿Cuál ha sido el papel de la comunidad internacional frente a procesos de justicia transicional?

Lo internacional ha sido importante, pero no solamente las grandes organizaciones. El Banco Mundial participaba en el caso de Indonesia y daba fondos para las reparaciones colectivas. Pero en los casos de Argentina, Chile y Brasil, se trató más de lo que aprendieron uno del otro. Los países estaban haciendo diseños muy novedosos que compartían con el otro. En cuanto a comisiones de verdad, los sudafricanos aprendieron de lo que hicieron los chilenos, pero hicieron innovaciones: vamos a decir que hay amnistías si dicen la verdad. Cada país tiene elementos de innovación, aunque puede pedir prestado de otro. Lo mismo pasará con Colombia.

Usted tiene experiencia sobre cómo una Comisión debe investigar y buscar una verdad que no sea demasiado incompleta o parcializada...

Aunque las recomendaciones son un poco obvias, es preciso mencionarlas. Hemos visto que en el mundo hay comisiones de la verdad que son de más alta calidad que otras. Para que sean de alta calidad deben tener autonomía, tienen que ser comisionados de gran conocimiento, es necesario tener fondos, staff y tiempo suficientes. Es importante que tomen testimonios no solo de víctimas, sino de victimarios. Es necesario tener acceso a los documentos oficiales, incluyendo los militares. Hay que producir un informe al cual el público tenga acceso en el futuro.

En Chile, por ejemplo, la tercera comisión de la verdad publicó su informe en un sitio web y luego lo quitó. Ya no se puede consultar. Esto no debe suceder. Parece básico, pero hay que asegurar que estos elementos estén ahí para que haya una comisión de alta calidad.

¿Cómo asegurar que los victimarios revelen la verdad completa?

La revelación por parte de las fuerzas de seguridad siempre ha sido deficiente. En Brasil, por ejemplo, los militares se negaron, dijeron que habían destruido todos los documentos. Hubo consultas con ellos, pero los documentos nunca se conocieron. Este punto va a ser el más difícil. Hay pocos que lo hayan logrado. Se puede tener una comisión más o menos de alta calidad sin que haya testimonios completos de los victimarios, pero lo ideal es tener testimonios y documentos.

* * *

Optimista respecto a América Latina

En Latinoamérica hay un creciente movimiento de defensores de DD.HH., pero a la vez hay elevados índices de represión. Según Kathryn Sikkink, “más de la mitad de juicios sobre derechos humanos en el mundo son en América Latina. Esto no es porque haya más violaciones que, por ejemplo, en Asia o África. Es cierto que hay represión, pero es bastante menor que la del pasado. Muchos no creen que la región ha avanzado porque se producen cada vez más y mejores documentos sobre represión. América Latina es un ejemplo de cómo el movimiento de DD.HH. ha logrado cambios importantes. Uno percibe que hay problemas precisamente porque hay mucha gente dedicada a investigar y documentar estos abusos, para buscar cambios en el futuro. Yo recuerdo claramente la región cuando en su totalidad estaba bajo el autoritarismo, en procesos de represión feroz. Hoy la región es democrática casi en su totalidad. Hay problemas, las democracias siguen siendo frágiles, pero es otro mundo comparado con el pasado”.

Por Daniel Salgar Antolínez

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