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Bahréin, protestas y mujeres: 10 años de los levantamientos populares

Hace diez años en un día como hoy, 14 de febrero, cientos de manifestantes en Bahréin salieron a las calles para exigir un cambio profundo al interior de la monarquía del golfo Pérsico. Fatema Hubail nos ayuda a entender qué fue lo que pasó.

Felipe Medina Gutiérrez*
14 de febrero de 2021 - 04:54 p. m.
Mujeres de Bahréin se unieron a las protestas que estallaron un 14 de febrero de 2001, hace diez años. Aquí una manifestación en Manama. / AFP
Mujeres de Bahréin se unieron a las protestas que estallaron un 14 de febrero de 2001, hace diez años. Aquí una manifestación en Manama. / AFP
Foto: AFP - MOHAMMED AL-SHAIKH

El 14 de febrero de 2011 centenares de manifestantes en Bahréin se tomaron las calles. La revuelta sin embargo fue reprimida y no prosperó. Hablamos con Fatema Hubail quien nos ayudó a entender esta situación. Este es el tercero de una serie de textos donde estamos analizando los escenarios que fueron protagonistas de las revueltas de 2011 en Medio Oriente y Norte de África, una era de cambio que continúa vigente.

Bahréin es un archipiélago de 33 pequeñas islas del golfo Pérsico cercano a Qatar, Arabia Saudí, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos. Cuenta con una población (aproximada) de 1.5 millones de habitantes, de los cuales cerca del 45% proviene de otros países asiáticos. La mayoría de la población sigue el islam, pero hay otras comunidades religiosas (hindúes, cristianos y judíos).

Con el desarrollo de las protestas en Túnez y Egipto, el pueblo bahreiní encontró inspiración para salir a las calles y construir un mejor futuro. En frente estaba la monarquía representada por la familia al-Jalifa en el poder desde 1783. La idea de Bahréin como Estado nación es reciente pues en 1971 declaró su “independencia” del colonialismo británico quien lo administró bajo la figura del protectorado. A pesar de ello, este territorio tiene una historia antiquísima.

Para muchos causa sorpresa que un país del golfo Pérsico de quien tenemos la idea de la vida ideal sea epicentro de importantes protestas sociales. Como afirma Fatema Hubail, activista feminista e investigadora bahreiní, “asumir que Bahréin es un país rico y que por ende no debería de haber protestas es una concepción errónea. Los manifestantes del 2011 no emergieron de la nada. El país tiene una larga historia de protestas y señales de descontento, particularmente por el desempleo, altos precios de productos básicos, nepotismo, tratos ilegales a los ciudadanos, censura y revocación de la ciudadanía”.

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En efecto, Fatema hace referencia a la larga tradición de protestas y movimientos sociales en el país. En 1930 hubo huelgas generales, en los 1950 el impacto del auge del nacionalismo independentista y en los 1990 una nueva etapa de protestas. Estas luchas históricas consiguieron por ejemplo que en 2002 se promulgara una nueva Constitución Política estableciendo una monarquía parlamentaria (bicameral) además de reconocer el derecho al voto a la mujer. Hacia 2005, se reportaron también manifestaciones sociales. Como vemos, una de las claves es entender todos estos procesos en “larga duración”.

La Rotonda de la Perla en la capital Manama fue el escenario de intensas protestas sobre la base de las consignas generales en la región: pan, libertad y dignidad. Sin embargo, hubo elementos particulares: derechos políticos, elegir una Asamblea Nacional por sufragio universal, sistema judicial más equilibrado y reducir el desempleo e inflación. El movimiento de protesta fue muy variado pues algunos pedían la disolución de la monarquía (debido a que el rey es hereditario) mientras que otros exigían reformas.

La mujer bahreiní tuvo un papel protagónico en el movimiento de protesta. De acuerdo con Fatema: “A pesar de que muchos hombres fueron notablemente el rostro de la protesta, las mujeres fueron muy activas. Recuerdo que hace diez años fuimos nosotras quienes hablábamos sobre las protestas, un movimiento que por ejemplo incluyó a madres, profesoras, grupos de derechos humanos liderados por mujeres e incluso comerciantes. Además, muchas mujeres sufren de la opresión estatal y prueba de ello son las múltiples historias en prisión. Desafortunadamente, la lucha de la mujer en Bahréin todavía tiene un largo camino”.

A pesar de este profundo deseo de cambio, la protesta no prosperó. Si bien la monarquía y las elites dominantes promovieron en algún momento un diálogo nacional, en el fondo negaba, como es usual, que realmente había un descontento popular generalizado. Por ejemplo, desde los inicios, se dedicó a traer la vieja pero provechosa tesis de que Irán había infiltrado a los manifestantes. Fruto de ello, el país vería cómo la protesta popular sería aplastada violentamente: muchos ciudadanos fueron asesinados a manos de las fuerzas de seguridad y en especial por la intervención internacional encabezada por la fuerza militar del Consejo de Cooperación del Golfo (principalmente Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar).

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¿Cómo es posible que el mundo guardara silencio? Dentro de las múltiples razones para explicar la intervención de las monarquías vecinas, está la de evitar a toda costa un derrocamiento de la corona bahreiní, que pueda promover más elementos desestabilizadores y que terminen afectando a estos países. También está el elemento de la presencia desde 1948 de la Quinta Flota de Estados Unidos. Bahréin es un gran aliado de Washington y por ello en 2002 se catalogó como el socio más importante fuera de la OTAN. El sistema monárquico entonces no debía caer y había que aplastar la revuelta, sin importar lo que el pueblo deseara.

Uno de los grandes errores para analizar lo anterior fue usar el “lente” de la “eterna lucha sunní/chií” como herramienta para comprender los levantamientos en Bahréin. Es cierto que cifras recientes indican que la mayoría de la población es chií (entre 55-60%), que el restante es sunní (junto con comunidades hindúes, cristianas y judías) y que la monarquía en teoría es sunní. Sin embargo, fue el mismo pueblo bahreiní quien refutó esta idea al salir a las calles con la consigna “ni sunníes ni chiíes, todos somos bahreiníes”, participando del mismo bando diferentes comunidades. Además, como bien apuntó en su momento Luis Mesa Delmonte: “existen altas figuras políticas de credo chií, además de una élite adinerada muy cercana a la familia real”. Vemos entonces que ser chií no necesariamente implica estar en contra de la monarquía. Lo fácil, claro está, es siempre argumentar el tema religioso, lo difícil, complejizar las cosas y tener una aproximación crítica.

La alternativa entonces es entender que el problema radica en que una minoría, una familia y sus redes clientelares, controlan los principales cargos públicos y recursos del país, en detrimento de la mayoría de la población. Hay pues un problema de pobreza, desigualdad en las condiciones económicas y sociales y exclusión política. Fatema señala en este sentido que: “el problema es que hay un sistema de privilegios sobre la base del nombre familiar, pertenencia a la realeza, y en algunos casos el grupo religioso al que perteneces. Tus derechos en la sociedad y el posible éxito que tengas dependerán por ejemplo de cómo te vean y te traten el sistema penal y las cortes judiciales. El Estado entonces construye y garantiza derechos y privilegios a partir de una politización de la ciudadanía, que limitan tu participación en la vida pública.”

A diez años de las protestas, poco ha cambiado en Bahréin y no volvimos a escuchar acerca del descontento social. A pesar de ello, Fatema cree que todavía hay muchas personas resistiendo: “Ya sea a través del arte o la escritura, de compartir historias y experiencias dolorosas, narrativas desafiantes e incluso salir de Bahréin. En gran medida, estas son muchas de las formas en que la gente continua en resistencia. ¿Pueden las cosas cambiar en el futuro? Me gustaría tener una respuesta, pero basada en los últimos diez años, tengo muchas dudas. Seguiré haciendo mi parte y espero que otros también lo hagan.”

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En Bahréin hay muchas personas que creen en la unidad nacional, una que no diferencia entre grupo religioso, geografía o género. Las consignas siguen estando vigentes y la llama continúa encendida. Esto nos permite pensar en que el sentimiento de cambio llegará nuevamente y a todas las demás monarquías del golfo Pérsico y la península arábiga.

Con este texto, hemos analizado Túnez, Egipto y Bahréin. Evaluaremos próximamente los escenarios de Libia, Yemen y Siria.

* Universidad Externado de Colombia

Por Felipe Medina Gutiérrez*

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