Para usted, ¿qué es una ciudad? Tal vez, al vivir en una, hemos normalizado los elementos que la conforman. Para Michal Stard, uno de los principales abogados israelíes de derechos humanos, una ciudad es donde “hay hospitales, escuelas, universidades y oficinas... Un lugar donde tienes posibilidades de trabajar, de hacer conexiones” y, especialmente, “libertad de movimiento”, le dijo a The Guardian. Es, para él, lo opuesto a lo que presentó el Gobierno israelí como plan para el futuro de Gaza, donde solo quedan ruinas.
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El lunes, el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, les ordenó a las fuerzas militares de su país que se prepararan para establecer un campamento en las ruinas de Rafah —sur de Gaza— al que esperan que lleguen unos 600.000 palestinos de forma “voluntaria” para establecer lo que vendió como una “ciudad humanitaria”. Una vez allí, los palestinos pasarían un control de seguridad y no se les permitiría salir de nuevo.
Para el profesor Amos Goldberg, historiador del Holocausto en la Universidad Hebrea de Jerusalén, quien coincide con Stard en que esto no se trata de ninguna ciudad, eso es un eufemismo para un “campo de concentración” que además contradice los discursos que ha dado el Gobierno de Benjamin Netanyahu, reclamado por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad.
Poco antes de que Katz hablara del plan, el Gobierno señaló que los gazatíes habían sido desplazados al interior de la Franja de Gaza solo para su “protección”. “Aunque el Gobierno todavía califica la deportación de ‘voluntaria’, la gente en Gaza está sometida a tantas medidas coercitivas que ninguna salida de la Franja puede considerarse, en términos legales, consensuada”, remató el israelí Stard, según recogió The Guardian.
Pero este plan, presentado mientras Netanyahu visitaba a Donald Trump en Washington, donde lo postuló para el Premio Nobel de la Paz, es apenas una de las tres estrategias para Gaza que han puesto en alerta máxima a autoridades extranjeras y organismos internacionales, que parecen tener un foco común. El presidente estadounidense ya había difundido en febrero un proyecto llamado la “Riviera de Oriente Próximo” con la que se planeaba convertir a la Franja en un espacio para megaproyectos de desarrollo económico y turístico a costa del desplazamiento forzado de cientos de miles de personas.
Dicho proyecto volvió a resonar el martes, luego de que el diario británico The Financial Times revelara que el Instituto Tony Blair, centro de pensamiento del exprimer ministro británico, participó en un proyecto de planificación para la posguerra que reúne las ideas de Trump e Israel. La investigación habla de un documento con participación de la firma Boston Consulting Group (BCG), encargado por patrocinadores israelíes, que incluye “incentivos económicos” para el desplazamiento de medio millón de palestinos para la construcción de un complejo económico. La idea, cabe destacar, tendría su origen en otro centro de pensamiento: el Instituto Tiachlit de Israel.
Según los estudios de BCG, que según la firma se habrían hecho sin el conocimiento de la alta dirección, expulsar a los palestinos saldría más rentable que ayudarlos a quedarse y permitiría la construcción de obras como dos autopistas, en honor al príncipe heredero saudí, Mohammed bin Salman, y al presidente de Emiratos Árabes Unidos, Mohammed bin Zayed Al Nahyan, una zona industrial con bajos impuestos para favorecer los negocios de Elon Musk, como la manufactura de vehículos eléctricos, e islas artificiales para levantar resorts de lujo e impulsar el turismo.
Aunque el Instituto ha tratado de distanciarse del proyecto, admitió que dos miembros de su personal participaron en llamadas de planificación de dicho plan. El documento Gaza Economic Blueprint (Plan económico para Gaza), de circulación interna dentro del Instituto, prueba que sí se tenía conocimiento del caso. Además, otro documento en el que se hablaba de “áreas de tránsito humanitario” para albergar palestinos y “desradicalizarlos”, también le fue presentado a Washington, según Reuters, y tenía la participación de la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), la cual se creó con el apoyo de Estados Unidos e Israel para reemplazar los mecanismos de coordinación de ayuda que dirigía la ONU en Gaza. Desde su despliegue, en mayo, la GHF ha estado rodeada de críticas por el asesinato de civiles que buscaban desesperadamente ayuda. Más de 400 palestinos han sido asesinados en los cuatro centros de distribución de alimentos.
Con esto, analistas y críticos de las acciones de Israel han apuntado a las amenazas en centros de distribución de alimentos del GHF como parte de la estrategia para llevar a cabo el plan. La construcción del campamento empezaría durante el alto el fuego de 60 días entre Israel y Hamás, que Washington trata de acelerar. El martes Netanyahu y Trump se reunieron de nuevo. Todo esto ocurre cuando el 70 % de Gaza ya está bajo una zona roja militarizada a cargo de Israel, lo que hace imposible la vida civil. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, llamó a “dejar de temerle a la palabra ocupación”.
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