El presidente Gustavo Petro volvió de China con un plan de cooperación firmado con Beijing, pero enfrentando las reacciones de Washington. Esto amerita un análisis partiendo de las posturas de China y Estados Unidos, y las necesidades e intereses de Colombia.
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El águila y el dragón
Los diálogos de Ginebra entre altos funcionarios estadounidenses y chinos que dieron como resultado una tregua de 90 días, en medio de la guerra arancelaria entre EE. UU. y China, evidenciaron dos modus operandi: Donald Trump informó de un reseteo total con China en tono de exacerbado triunfalismo; mientras la parte china desarrolló una estrategia diplomática sistemática, en donde se dejaba ver que por cada acción habría una consecuencia, y que no se doblegaría, pero tampoco cerraba la puerta a un diálogo para llegar al consenso. Y a la vez fue categórica en afianzar en el último mes sus vínculos tanto en espacios estratégicos multilaterales (ASEAN, el Nuevo Banco de Desarrollo, la cumbre de la Unión Africana y ahora la CELAC) y bilaterales (la visita del presidente español Pedro Sánchez a Beijing y la presencia de Xi en Moscú, entre otros), procurando cubrir todo el espectro de opciones.
Esto es el corolario de lo que hoy avizoramos: visiones diametralmente opuestas entre la China de Xi y los EE. UU. de Trump. La paciencia y determinación en una mirada de largo plazo vs. la capacidad para cambiar de enfoque en un día; el foco puesto sobre lo importante vs. el foco puesto en lo inmediato; acuerdos comerciales con aliados de diferentes latitudes vs. proteccionismo a ultranza; diálogo político vs. amenazas e intimidaciones; exención de visas vs. cierre de fronteras; multilateralismo vs. unilateralismo.
La guerra, sea bélica o económica, se proclama de nuevo como medio de control absoluto para gobernar personas, otros Estados y hasta subcontinentes. En ese contexto, el proteccionismo de Trump a través de la guerra arancelaria atenta contra el proyecto globalizador chino de abrazar el mundo. Las redes de infraestructura marítima, vial, ferroviaria y aérea que han venido conformando corredores económicos en una nueva geografía conectada por el hierro y el acero, en el marco de la iniciativa de la nueva ruta de la seda, que ya lleva 12 años de puesta en marcha, se ven enfrentadas a una potencia proteccionista y defensora del unilateralismo. China está desplegando todos sus vínculos con el sur global para contrarrestar el maremágnum que se alza sobre su política comercial.
China: oportunidad para América Latina
En ese contexto, el escenario de la cumbre China-CELAC fue muy propicio para China en afianzar vínculos con América Latina y el Caribe. Para reemplazar productos que China —la potencia de Asia— compra a Estados Unidos como la soya —principal exportación agrícola estadounidense hacia el país asiático, fundamental para alimentar a sus más de 400 millones de cerdos—, antes de las conversaciones de Ginebra y de la cumbre de la CELAC, ya había suscrito acuerdos con exportadores de Argentina por US$900 millones para adquirir soya, maíz y aceite vegetal.
En abril, China firmó contratos para comprar 2,4 millones de toneladas de soya a Brasil, cantidad equivalente al 33 % de las importaciones mensuales promedio de soya. Como me lo expresó el director del Departamento de China, Rusia y Asia Central de Itamaraty en Brasil, Pedro Murilo, “sostener una relación estable y continua en el tiempo con China es lo que quiere Brasil”. ¿Y por qué Colombia no? En el contexto latinoamericano, Colombia es un recién llegado a unas relaciones más dinámicas con China, como lo demuestran los avances en política exterior que la mayoría de países de la región han sostenido con el país asiático a lo largo del presente siglo, lo que ubica a China como el gran socio comercial de Suramérica y el segundo de América Latina.
Colombia y su complejo de enanismo
En la cumbre de la CELAC, China puso a Colombia en el centro por ser el país encargado de la presidencia pro tempore de dicho foro y por el hecho de que Colombia decidiera firmar el plan de cooperación de la Ruta de la Seda con China, algo inédito que evidencia un cambio en la política exterior colombiana, algo que ni Duque ni Petro en su primera visita de Estado a China habían querido hacer. No solo para la diplomacia, sino para la tradición china de ubicar a cada invitado en un lugar determinado tiene un significado simbólico y de facto muy importante. En ese sentido, que en las fotos el presidente colombiano apareciera a la derecha del presidente Xi es un mensaje potente de China. Cumbres como la de China-CELAC y esfuerzos multilaterales similares no existen entre Estados Unidos y nuestra región.
Estados Unidos problematiza nuestro vínculo con China, pero el problema no es firmar un plan de cooperación con la potencia asiática, sino seguir aplazando una política de Estado, no de gobierno, que refleje los intereses prioritarios del país y valore los bienes estratégicos de la nación, con lo cual se pueda establecer una política exterior, sea con el país que sea.
Ojalá que lo visto en estos días no sea un capítulo más en la tendencia histórica de Colombia de anuncios improvisados y proyectos fallidos de cooperación con países de Asia. Solo con China, desde inicios del siglo, la mayoría de los compromisos no han sido cumplidos y no por culpa de China, sino por la falta de voluntad política en Colombia, como ocurrió con el gobierno de Duque y la Iniciativa Colombia-China, propuesta alternativa de cooperación a la Franja y la Ruta que le propuso en 2019 a Xi, de la que nunca se volvió a hablar en su gobierno.
A esto se suma la ausencia de una política agraria y de reindustrialización con largas miras, así como de una política exterior diversificada, aún más hoy en tiempos turbulentos. La falta de una mirada más amplia, como la de nuestros vecinos, que supere nuestro histórico alineamiento hacia Estados Unidos, sin que eso signifique dejar de cooperar con la potencia norteamericana, donde prepondere el interés nacional y la soberanía, es lo que le hace falta a Colombia, un país muy rico en recursos naturales, alimentarios y humanos, pero con grandes deficiencias en materia de hospitales, telecomunicaciones, acueductos, puertos e infraestructura que conecte al territorio. Lo que prepondera es un gran complejo de enanismo en política exterior, más aún hoy, cuando la revitalización de los BRICS, la creciente asertividad de ASEAN y la expansión de la Organización de Cooperación de Shanghái no son meros alineamientos estratégicos, sino que reflejan un cambio tectónico: la apuesta por una visión del orden mundial más allá de la controlada por las potencias de Occidente.
* Profesora del IEPRI, directora del Doctorado en Estudios políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.
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