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La felicidad de lograr una beca de manutención para la maestría en ciencias sociales, en la Universidad Autónoma de Zacatecas, se convirtió rápidamente en una pesadilla para Camila Jiménez Sáez, quien cursó el programa durante un año y medio y vivió paralelamente una transición de género psicológica y hormonal para asumirse como una mujer trans, y que su cuerpo exteriorizara su sentir interno.
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), de México, le otorgó a la comunicadora social una beca de manutención. Con esas condiciones se desplazó a Zacatecas y, con una identidad masculina, inició sus estudios el primer semestre. Seis meses después, Juan Camilo decidió transitar de género y se presentó ante sus compañeros y profesores como Camila. Así quería que la llamaran y les contó su decisión de vida.
Pese a esta insistencia, ante los tramites universitarios sigue siendo Juan Camilo. De acuerdo con activistas, esto sería una posible violación a lo que establecen las normas mexicanas, porque las entidades tienen que llamar por su nombre social a quienes así lo piden.
Pero el verdadero problema se desató a principios de este año. Jiménez llegó a Colombia para pasar sus vacaciones y le dio varicela, por lo que tuvo que ser incapacitada por 15 días. Para esas fechas, entre el 23 y el 27 de enero, debía inscribirse en la universidad y pagar la matrícula. No pudo viajar y, dentro del plazo establecido por la institución para la inscripción, le escribió un mensaje al rector RubénIbarra Escobedo explicándole su situación y pidiéndole que le diera más tiempo para viajar a México a matricularse.
Este asunto nunca se respondió por correo, pero a los pocos días recibió una comunicación en la que se le informaba que quedaba excluida de la beca por no cumplir con los requisitos. Sus padres la apoyaron económicamente para que pudiera culminar el último semestre del posgrado asumiendo todos los gastos, y para pagar un porcentaje en mora del tercer semestre. Viajó con esa idea, pero ni aun así el rector le permitió inscribirse. La razón que le dio fue que los dos profesores que le dictarían clases no estuvieron de acuerdo en recibirla y que ya había sobrepasado el número de inasistencias permitidas.
Camila alegó que las asignaturas se perdían con el 20% de las fallas, es decir, dos faltas por clase, y cuando ella se presentó al centro educativo apenas transcurría la segunda semana académica. Estaba dentro de los límites. Insistió tanto que acudió a donde su director de tesis, Marco Elías Salazar, para pedirle que la dejara matricularse. La conversación, según ella, terminó desviándose y él terminó recriminándole su comportamiento “sexual”, que era “muy mostrona”, que quería “parecer más mujer que las mujeres”, que “debería darle pena venir con su novio y pavonearse con él en la universidad”, y también le reprochó los contenidos que ella publicaba en sus redes sociales, como un video sobre el cambio de sexo, como si se tratara de una cosa vergonzante.
Sobre lo académico, Salazar dijo que la tesis no servía, a pesar de que durante todo el programa el trabajo de grado había obtenido un 10 sobre 10. “Devuélvete a tu país de forma digna. Si te quedas te voy a reprobar”, gritó antes de echarla de su oficina, de acuerdo con el relato de la estudiante.
“Pido ayuda al consulado de Colombia”: Camila
En medio de la disputa, la joven llamó al cónsul de Colombia en Guadalajara para pedirle ayuda en su caso, y el vicecónsul Juan Diego Pérez asumió el tema. El diplomático pidió información a la universidad, que respondió con varios argumentos este jueves. El primero de ellos asegura que la joven no se escribió para cuarto semestre en el tiempo establecido por la institución, que completó las inasistencias, que tuvo problemas para actualizar sus trámites migratorios (sin especificar cuáles), que no hay registro de una incapacidad médica, y que la inscripción pudo hacerla a través de un tercero.
“Yo estudié tercer semestre sin pagar toda la matrícula porque no tenía dinero debido a que tuve que gastar en viajes para representar a la universidad, eso demuestra que sí me podrían aceptar en la universidad sin haber pagado en las fechas estipuladas. Tengo la certificación de mi incapacidad médica por 15 días. Y tengo la certeza de que en el programa hay más de un estudiante sin haber cancelado la totalidad del semestre, porque un grupo pidió una prórroga al consejo directivo. Que hagan una auditoría y lo comprueben”, argumenta Camila, quien además es trilingüe, habla español, inglés y portugués; y tiene experiencias académicas en Brasil, Argentina, Cuba y Estados Unidos, y una especialización en pedagogía en la Universidad de La Sabana.
“La respuesta que da la universidad no es congruente con las realidades, y las pruebas. Tengo mis tres semestres aprobados, por qué no me dan el trato digno e igualitario que tienen los otros estudiantes y me niegan el derecho de la educación. Mi certificado de notas dice que tengo un promedio acumulado de 9,08. Si yo no fuera trans esto no estaría pasando”, concluye.
Hay quienes cuentan que cuando Camila se asumió como mujer y empezó a usar el baño femenino, en una reunión de profesores se aseguró que algunas de sus compañeras no estaban de acuerdo con que ella ingresara a ese lugar. Y que a otro estudiante trans le propusieron que usara el baño de profesores y no de los estudiantes. Caribe Afirmativo, organización que representa su caso, exigirá este lunes en Ciudad de México que Jiménez sea reintegrada al curso, que se repongan las clases que ha perdido y que se garanticen todos sus derechos de esta mujer trans.
El caso está en estudio de la Comisión Nacional contra la Discriminación de México, que ya designó a dos funcionarios para esta tarea. Por lo pronto, un grupo de estudiantes organiza una marcha para defender el buen nombre de su universidad y afirman que no hay discriminación. Desde La Guajira, una de las zonas donde la población trans es más rechazada en la región Caribe, su familia apoya a Camila. Su papá, defensor público; su mamá, contadora pública; y sus dos hermanos exigen igualdad.