Colombianos nacidos en Venezuela: de vuelta a casa

Los hijos de padres colombianos que nacieron en Venezuela están regresando a su pasado. En Cúcuta, cada día, se hacen filas multitudinarias de personas que intentan obtener su cédula colombiana frente a una sede improvisada de la Registraduría Nacional.

Mariángela Urbina
01 de abril de 2018 - 02:00 a. m.
Decenas de venezolanos en la Registraduría de Cúcuta. Las filas son enormes. / Kevin Orozco Mejía
Decenas de venezolanos en la Registraduría de Cúcuta. Las filas son enormes. / Kevin Orozco Mejía

Sol Peña se quedó sin batería mientras hacía la fila que parecía llevarla al fin del mundo. Ahí se desesperó. Su celular la mantenía en contacto con sus hijos de 16 y 18 años, a quienes dejó en Venezuela hace tres días, mientras ella se encarga de conseguir el documento que, espera, podría cambiarles la vida a todos: una cédula colombiana.

–No se vale –dice–, encima de todo, ahora no puedo comunicarme con mis hijos.

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Ese “todo” es importante, porque abarca mucho. El “todo” empieza con un país devastado y un Gobierno al que, según ella, no le importa gobernar sino “quedarse en el poder para siempre”. El “todo” pasa por un salario de 150 bolívares que se gana trabajando como jefe de enfermeras en el estado de Barquisimeto. Es de las pocas afortunadas que aún están empleadas en un lugar que, según el Fondo Monetario Internacional, tiene una de las peores economías del mundo. Pero esa fortuna, la de tener empleo, ni siquiera alcanza para comprar un kilo de arroz.

Y el “todo” termina aquí, en Cúcuta, frente al colegio público Inem, el más grande de la ciudad, que ahora se convirtió en sede de la Registraduría Nacional para hacer el proceso de cedulación de los venezolanos, hijos de padres colombianos, que deseen tener los derechos de los nacionales.

En junio de 2017, el Estado colombiano anunció la puesta en marcha de esta medida que facilitaría la integración de un gran número de migrantes venezolanos en nuestro país. El cierre del paso fronterizo estaba dificultando cosas tan simples para los habitantes de la frontera, como ir al otro lado a comprar víveres, actividad que, dada la escasez de Venezuela, es el pan de todos los días. Una cédula colombiana evitaría varios dolores de cabeza.

El problema, en palabras de Peña, es que “salimos de un caos en Venezuela y venimos a otro”. Una mujer en la fila, maestra jubilada que prefiere no dar su nombre, dice que por día, los funcionarios solo atienden a 8 personas. O esa es su percepción después de haber pasado tres noches allí.

Según Juan Carlos Galindo, registrador nacional, la Registraduría Especial de Cúcuta está atendiendo 480 citas diarias, y aproximadamente otras 20 con enfoque diferencial. El problema radica en que para registrar a alguien se requieren dos testigos, un declarante y los padres de la persona, explica Galindo. En total, 800 personas estarían cada día a las afueras de la entidad.

“Es por eso que el espacio público, siendo competencia de la Alcaldía municipal de Cúcuta es a quien le corresponde no permitir dejar personas durmiendo en la calle, puesto que nosotros estamos agendando cinco días adelante, sin razón alguna para que las personas tengan que permanecer allí”, dice la Registraduría.

La respuesta de las autoridades locales ha sido enviar policías para desalojar a las personas que se ven obligadas a dormir allí pues no tienen a dónde ir o, como denuncian en la mayoría de los casos, porque no fueron atendidas.

Aquellos que llegaron con menores de edad o adultos mayores, tienen permiso de armar campamentos y quedarse a las afueras del colegio. No es el caso de Peña: “Yo anoche me quedé en un parque, intentando esconderme para no ir a molestar a nadie y que no me sacara la policía”, comenta.

En efecto, esta parece ser la fila más lenta en la historia de las filas. “Hay gente aquí que tiene tres días, yo ya llevo dos y nadie sale ni nos explica por qué tanta demora, o qué es lo que pasa”, agrega Peña.

“La otra opción que podríamos tener”, advierte otro venezolano en la fila, médico, es protestar. Pero solo por preguntar nos amenazan con llevarnos a migración. Nosotros somos gente de bien. Aquí a hay médicos, ingenieros, de todo”.

Ellos han optado por organizarse a su manera. Crearon su propio estilo de numeración. “Aquí nadie supo organizarnos así que lo hicimos por nuestra propia cuenta”, dice Peña. Entonces se enumeran entre ellos y anotan el número correspondiente sus brazos, con lapicero negro.

“Algunos como yo hemos comido solo porque vienen algunas personas, que no son autoridades ni nada, sino algunos cucuteños, a traernos comida gratis”, agrega una joven médica venezolana.

Hace unos días, algunos funcionaron les prometieron instalar baños públicos, pero nadie les cumplió. “Nos toca pedir favores en todas partes para hacer nuestras necesidades”, advierte una mujer de 40 años.

Hoy les advirtieron que no podían quedarse alrededor del colegio. A las 3 p.m. se tienen que ir, les dijo la policía. “¿Y a dónde nos vamos ahora?”, pregunta Peña. “Volver a dormir en un parque”.

La vuelta al pasado

“Decidí volver al país de mis padres, al que siempre quise. No porque quiera hacerlo solo hasta ahora. Desde siempre me he sentido colombo-venezolana”, advierte Peña, como anticipándose a lo que podrían decirle, o como respondiendo a las críticas que ya ha recibido desde que decidió venir a Colombia. “Aquí en Cúcuta la gente ha sido muy buena, pero también muy dura”, comenta.

En los años 60, los papás de Peña decidieron abandonar Colombia. La situación económica del país, agravada por la guerra, no les dejaba oportunidades. Él llegó a Venezuela a montar una empresa de construcciones y ella a levantar la casa, los niños, a sostener la familia. Lo bonanza del petróleo los llenó de optimismo en aquella época.

Fue así como Peña se hizo profesional y también logró armar su vida. Pero ahora le toca recoger sus pasos. “Mi sueño, ojalá, es ejercer como enfermera en Colombia. Siempre lo había pensado y ahora es lo que yo más quiero”. Y agrega: “Les pedimos que por favor piensen que somos los hijos de colombianos. No somos extranjeros”.

Se calcula que desde los años 70, 1’500.000 colombianos terminaron en Venezuela, muchos de manera ilegal. El último censo en Venezuela (2011) dio cuenta de 721.191, pero el presidente Nicolás Maduro señaló recientemente que eran 5,4 millones de colombianos viviendo allá.

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“Un número importante de ciudadanos binacionales están retornando a Colombia, pues tener una cédula colombianas les otorga derechos”, explicó Ronal Rodríguez, profesor de la Universidad del Rosario y miembro del Observatorio de Venezuela.

Durante el 2017, la Registraduría Especial de Cúcuta atendió la inscripción de 3.528 Registros Civiles de Nacimiento, se tramitaron 12.301 cédulas de ciudadanía de primera vez y 12.340 tarjetas de identidad de primera vez.

En lo que va corrido del año 2018 se han inscrito 1.099 registros civiles de nacimiento, y se ha realizado el trámite 2.893 cédulas de ciudadanía de primera vez y 2.424 tarjetas de identidad de primera vez.

“Si se toma la cifra de 1’500.000 colombianos que migraron a Venezuela, y se proyecta que aproximadamente tuvieron en promedio dos hijos, se estaría hablando de por lo menos cuatro millones y medio de colombianos que podrían retornar al país”, explica Ronal Rodríguez, profesor de la Universidad el Rosario.

Por Mariángela Urbina

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