
Kim Jong-un y Vladimir Putin, los líderes de Corea del Norte y Rusia, en un recorrido en limusina por Pyongyang.
Foto: EFE - KCNA
Ha pasado un año desde que los miles de mercenarios afiliados al grupo Wagner comenzaron su marcha hacia Moscú. No estaban vinculados directamente con el Kremlin y, en teoría, actuaban por su propia cuenta, pero una vez se vieron enfrentados con diferencias irreconciliables con el Ministerio de Defensa ruso, la ruptura fue definitiva.
Se tomó, de forma pacífica, la sede militar rusa en Rostov del Don, en el sur, y desde allí empezaron una marcha, entre aplausos de la población rusa, hacia la capital como símbolo de protesta por el desacuerdo...

Por Hugo Santiago Caro
Periodista de la sección Mundo de El Espectador. Actualmente cubre temas internacionales, con especial atención a derechos humanos, migración y política exterior.@HugoCaroJhcaro@elespectador.com
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