La Unión Europea, llamada a la acción
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Ya es una constante desde el regreso de Donald Trump el hecho de que Estados Unidos no es el socio confiable que siempre fue para el bloque de los 27. En defensa, exigiendo aumentar su gasto, con su acercamiento a Rusia y ahora con el golpe del “día de la liberación”, la fiesta de aranceles del presidente estadounidense, la Unión Europea sigue recibiendo con sorpresa los coletazos de las decisiones del republicano.
Ha sido un regreso total al proteccionismo estadounidense, que tiene al resto del mundo haciendo cuentas y buscando la forma de responder o reponerse al impacto económico de estas medidas. Para la Unión Europea, en especial, es un reto de gran tamaño, no solo por su cercanía histórica con Estados Unidos, sino porque es al tiempo un reflejo de su incapacidad reciente para ser un actor activo en el panorama geopolítico.
“Ni siquiera es un actor que responde, es un actor que quiere responder y no lo logra, lo cual es más trágico. Eso es porque, dentro de la Unión Europea, aún hay —a veces— desacuerdos sobre cómo manejar mejor esto y cuál es el interés de cada país a largo plazo en su relación con Estados Unidos. Por ejemplo, Polonia, por una parte, es un país que está al frente de un posible conflicto con Rusia y, por buena razón, pone sus intereses de seguridad muy por encima de los meramente económicos. Eso significa que Polonia hoy no está tan dispuesta a reaccionar frente a Estados Unidos, ni mucho menos a oponerse”, explica David Castrillón-Kerrigan, analista y docente de la Universidad Externado, quien pone también como ejemplo el caso de Hungría, que con Viktor Orbán a la cabeza tiene una forma de liderazgo especialmente afín con la del presidente de Estados Unidos, encabezando un bloque de líderes de ultraderecha que suelen alinearse con él.
Sin embargo, mientras este es el panorama, los líderes del bloque ya están intentando moverse de forma proactiva. Están obligados y están procurando hacerlo. Esta misma semana Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, y Antonio Costa, presidente del Consejo Europeo, estuvieron en Samarcanda, Uzbekistán, sosteniendo reuniones de alto nivel con representantes de Eurasia, buscando estrechar lazos e incentivar alianzas. “Europa ya tiene acuerdos con 76 países. Y ahora estamos ampliando esta red. Acabamos de cerrar acuerdos comerciales con Mercosur, México y Suiza. Hemos puesto en marcha la primera asociación con Sudáfrica. Nuestro objetivo es concluir un acuerdo comercial con India a finales de año. Mantenemos intensas negociaciones con Indonesia y Tailandia. Europa siempre ha sido un continente comercial. Nuestro mensaje es claro: Europa es fiable, predecible y está abierta a un comercio justo”, dijo la alemana durante esta visita.
El País de España destaca, en el contexto de estos movimientos desde el bloque, que la posición en la que están es tan complicada, que incluso los críticos de acuerdos que llevan tiempo sobre la mesa, como el de Mercosur, están manteniendo prudencia ante la posibilidad de que sea una opción más que necesaria. “Es el momento de avanzar en los acuerdos con Mercosur, México y, decididamente, en las negociaciones con India y otros socios claves”, escribió Costa en X.
Sin embargo, no ocurre lo mismo frente a posiciones complicadas, como lo sería la cooperación con otros actores claves en el mercado internacional, entre ellos China. “Hay algunos Estados miembros que tienen una diferente posición sobre China. Según algunos, ese es más un aliado económico, mientras, según otros, es un rival sistémico”, explica Lorenzo Maggiorelli, docente de la Universidad Javeriana.
China, un actor silencioso
La de Pekín es una de las economías más golpeadas tras el “día de la liberación” de Trump, con aranceles de hasta el 34 % contra sus productos, a lo que se respondió con reciprocidad, según lo anunciado el viernes por el Ministerio de Comercio chino.
Maggiorelli explica que China también está en proceso de ajustarse a las reglas de juego que buscan imponer desde Washington, y destaca reuniones en el último mes con representantes de Japón y Corea del Sur. “Una mayor integración entre tres grandes economías es un desafío al dominio comercial de Estados Unidos. Ese sería un gran cambio en el orden global, y aceleraría la división del mundo en bloques económicos. Penalizaría, por supuesto, la idea de que el comercio transnacional debe ser multilateral y liderado por la Organización Mundial del Comercio”, afirma. Castrillón concuerda en este punto, poniendo el anuncio de China en perspectiva con medidas como la del Reino Unido, que también publicó durante la semana una lista de productos estadounidenses a los que les impondría aranceles si los de Washington llegaban a ser efectivos.
No obstante, de forma menos notoria, en contraste con el modus operandi de Estados Unidos, China está aprovechando geopolíticamente las movidas de Washington. En especial, durante la semana se presentaron de nuevo ejercicios militares en las costas de Taiwán, lo que aumenta las tensiones.
“Tiene el objetivo de erosionar la influencia de Estados Unidos en la región. Eso también tiene implicaciones para el sur global. La diversificación de los socios por parte de China representa tanto un desafío como una oportunidad para los países del sur global, que podrían buscar alternativas a Estados Unidos e integrarse más estrechamente con China. Habrá que ver cómo cada país logra —y en qué medida— aprovechar esa oportunidad”, comenta Maggiorelli.
Este objetivo es especialmente notorio en diferencias como la posición de ambas potencias en aspectos como la transición energética. Trump, con su llegada a la Casa Blanca —otra vez—, retiró al país del Acuerdo de París y, en paralelo, Pekín decidió aumentar su compromiso en materia de energías renovables. En palabras de Castrillón, es una oportunidad para demostrar que es el país que proyecta ser.
“Esta situación no le beneficia a nadie. Es negativa, sí, en primer lugar en términos económicos, pero más allá de eso afecta la estabilidad política y diplomática del orden internacional”, agrega. Y continúa: “A Canadá, por ejemplo, le perjudica. Pero China, en cambio, sí podría aprovechar esta coyuntura para mostrarse como el país que dice ser y así ganarse la confianza de otros: una potencia responsable, que sigue principios, que defiende el orden internacional y que no utiliza su poder contra otros de la manera en que lo hace Estados Unidos”.
Una oportunidad para el sur global
Ya lo explicaba Maggiorelli: cómo el sur global puede seguir estimulando la asociación entre sus integrantes como medida para contrarrestar lo que está haciendo Estados Unidos. Ambos analistas coinciden en que dentro de este grupo cabe Colombia. Fuera de la ya mencionada iniciativa de Mercosur, el trato sur-sur puede ser una iniciativa importante para adentrarse no solo con iniciativas directas como la Ruta de la Seda o los BRICS (de los que es parte China), sino tratando directamente entre países.
Castrillón resalta que China ya es un actor relevante con países vecinos: “Colombia es, más bien, un caso raro en la región y en el mundo en cuanto a cómo percibimos a China. En países como Ecuador, Argentina, Chile o Perú desde hace años se reconoce a China como lo que es: un buen socio en ciertos aspectos”. Rescata, además, iniciativas que se han dado desde la época de Juan Manuel Santos y que se han retomado con el presidente Gustavo Petro, como la apertura de embajadas en países africanos, europeos y en Oriente Medio. “Creo que esa es la dirección correcta, pero la realidad material es que hoy seguimos muy dependientes del norte global”, dice.
En este sentido, el profesor Maggiorelli concuerda, haciendo énfasis en que si llegase la hora de escoger, Colombia seguiría optando por Washington como socio sobre Pekín, en especial por cercanía geográfica y negocios vitales como la exportación de petróleo o café.
Claro está que el sur global no significa solamente China. Vale la pena hacer la pregunta del rol que pueden entrar a desempeñar otros actores gigantes, como India, país sobre el que pesan aranceles de Trump de cerca del 26 %. También miembros de los BRICS pueden promover dentro del bloque una descentralización y una contramovida a la hegemonía occidental de Estados Unidos.
Sin embargo, Maggiorelli afirma que, desde su independencia del Reino Unido, India ha mantenido una política de independencia económica, con China (compañero de bloque) como un rival económico en la región. “También necesita atraer inversión extranjera de ambos, tanto de China como de Estados Unidos, por lo que debe equilibrar ese pragmatismo con una visión más ideológica del liderazgo. Además, el primer ministro, Narendra Modi, sostiene una postura nacionalista que influye en ese equilibrio. Habrá que ver cómo se posiciona. Creo que continuará en esa línea, manteniendo un equilibrio cada vez más difícil, pero la creciente importancia de India en el escenario internacional seguramente la consolidará como un actor clave en la economía del futuro”, estima.
Con todas estas fichas, India no ha respondido de una manera muy activa y ha mantenido cierta cautela frente a respuestas y reuniones como las que han tenido los demás actores mencionados en este análisis. Para Castrillón, esto obedece a la independencia que promulgan: no son parte del “engranaje global”, lo que hace que no resientan tanto las sanciones de Trump como sí lo hacen en la Unión Europea, Japón e incluso China.
“India actuará junto a otros países para dirigirse a Estados Unidos de una manera que no provoque respuestas más agresivas de su parte. Tal vez lo haga a través del BRICS, tal vez en otros espacios compartidos con Washington. El caso es que esa postura india se entiende muy bien por las razones mencionadas”, continúa Castrillón.
Todas las cartas están sobre la mesa. Si bien Trump se ha caracterizado por aplicar y retirar medidas de forma rápida en la medida de su conveniencia, también está casado con los aranceles como política, llegando a llamarlos “la palabra más bonita del mundo”. Los aranceles pueden tomarse como un campanazo para el resto de los actores del panorama global y habrá que ver la forma en que reaccionen y busquen (o no) la forma de contrarrestar el impacto económico.
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