Donald Trump, ¿un desastre diplomático?

El presidente estadounidense se envanece de su política exterior a pesar de no haber conseguido hasta ahora ningún gran resultado. Sus acciones beligerantes continúan desafiando el orden internacional. Aunque esa no es la mayor tragedia.

Camilo Gómez / @camilogomez8
10 de mayo de 2019 - 03:00 a. m.
Con “Estados Unidos primero”, Donald Trump ha deteriorado las relaciones de su país.  / AFP
Con “Estados Unidos primero”, Donald Trump ha deteriorado las relaciones de su país. / AFP

Tras dos años y cuatro meses al frente de la Presidencia de Estados Unidos, la política exterior de Donald Trump merece pocos aplausos, a pesar de que él piense lo contrario. Trump se ufana constantemente de sus logros en el extranjero y pide que le reconozcan su “exitosa” labor, aunque los hechos demuestran que han sido más palabras que acciones concretas, como en el caso de Corea del Norte.

Si bien no ha conducido al país a un apocalipsis y los daños que ha causado han sido menores de lo que se temía, el presidente ha estropeado logros alcanzados, como el acuerdo nuclear con Irán y el acuerdo contra el cambio climático de París. Pero lo más grave es que con su retórica explosiva ha minado la confianza que tenían otros países en el gobierno estadounidense, algo que será difícil de recuperar aunque se cambie de gobierno. Vea también: Trump, desatado, llena de amenazas al mundo

Como gobernante, Trump ha sido lo que muchos temían: irresponsable, impaciente y beligerante. Su principal estrategia hasta ahora ha sido mostrar los dientes para exhibir su poder y exprimir a sus enemigos con sanciones económicas para obligarlos a sentarse a una mesa de diálogo.

El ejemplo más reciente de tal estrategia es Irán, país con el que las tensiones están elevadas por estos días. Al cumplirse un año de la salida unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear pactado con los iraníes en 2015, Trump reforzó sus ataques contra ese gobierno. Lo primero que hizo, en un esfuerzo adicional por aumentar la presión, fue designar a la Guardia Revolucionaria Islámica, cuerpo militar del país, como grupo terrorista. A finales de abril impuso nuevas sanciones económicas contra Irán y retiró las exenciones que habían permitido a otros países, como China, India, Japón y Corea del Sur, negociar con los iraníes; el objetivo es derrumbar su economía. Finalmente, remató con el envío de buques y bombarderos a Oriente Medio para vigilar las acciones de la amenaza “de las fuerzas del régimen iraní”.

Pero ¿pueden las maniobras de Trump conseguirle resultados? Su deseo es que Irán firme un nuevo acuerdo con más restricciones al programa nuclear, pero, ante los ataques, el gobierno iraní no ha dado muestras de que eso sea posible.

Tras conocer las medidas de Trump, los líderes iraníes señalaron que están contemplando tomar medidas para reiniciar su programa nuclear e informaron que dejarán de cumplir algunas de las condiciones del acuerdo, con el que, hasta ahora, habían cumplido a cabalidad, según los organismos de vigilancia. El consenso entre las élites del país sobre la restricción se ha ido desmoronando y el gobierno ya advirtió al resto de países firmantes del acuerdo que si las sanciones no se detienen y la economía iraní sigue viéndose afectada, no limitará el uso del uranio como estaba pactado. Le puede interesar: Acuerdo nuclear con Irán: un tratado camino al fracaso

“En consecuencia, la espiral de acción-reacción que la administración Trump puso en marcha con su campaña de máxima presión ha producido una situación muy siniestra, en la que el riesgo de confrontación militar crece día a día”, dice Colin Kahil, experto en política exterior de la revista Foreign Policy. Kahil explica que, con la volatilidad de la región, “los escenarios para una guerra intencional o involuntaria entre Estados Unidos e Irán son innumerables”. Tropas de ambas naciones operan muy cerca unas de otras en Irak y Siria, y otras más en las aguas del golfo Pérsico. Además, los aliados estadounidenses, como Israel y Arabia Saudita, realizan ataques constantemente contra iraníes en Siria y Yemen.

“Si Irán o sus representantes responden a la presión de EE. UU. de una manera que atraiga la sangre o aseste un golpe a la infraestructura petrolera crítica en la región, las cosas podrían salirse rápidamente de las manos. A diferencia de los últimos años de la administración de Obama, actualmente no hay líneas de comunicación entre Washington y Teherán para manejar una crisis”, concluye Kahil.

El presidente estadounidense ya no está rodeado por funcionarios mesurados, como James Mattis o HR McMaster, sino por asesores que durante mucho tiempo han pedido la guerra contra Irán. Algunos incluso parecen haber contemplado ya el escenario bélico, como el secretario de Estado, Mike Pompeo, quien declaró ante una comisión del Senado que había una “conexión entre Al Qaeda e Irán”. Y John Bolton, asesor de seguridad de Trump, también dijo en 2015 que la mejor manera de abordar la “amenaza nuclear iraní” era un ataque liderado por Israel y respaldado por Estados Unidos.

Con la tensión al máximo, muy propio de su estilo, Trump dijo ayer que estaba abierto a conversar con los líderes iraníes. “Me gustaría que me llamaran, deberían llamar”, dijo.

La diplomacia de Trump ha sido igual de errática con otras naciones. Con Corea del Norte manejó una estrategia similar a la que usa ahora con Irán. Aunque Trump dialogó en dos cumbres con el líder de ese país, Kim Jong-un, los encuentros no han tenido efecto en el programa nuclear de Corea del Norte.

De hecho, ayer Pyongyang disparó por lo menos dos misiles, un día después de que EE. UU. incautara uno de los cargueros norcoreanos más pesados “por violar las sanciones”. Y a pesar de las múltiples sanciones contra Venezuela para impulsar la salida de Nicolás Maduro del poder, Trump solo ha conseguido un efecto adverso.

Pero el problema principal de la política de Trump no son los resultados, sino su trato indiferente, y en ocasiones hostil, hacia el orden y las instituciones internacionales. El republicano ha atacado a sus propios aliados, como México, Canadá y la Unión Europea, causando un deterioro en la confianza de estos países hacia el gobierno estadounidense. La retórica de Trump socavó la credibilidad del gobierno y ha elevado la confianza hacia otras naciones, como Alemania, Francia e incluso China y Rusia, según una encuesta del Centro de Investigación Pew. El daño se medirá a largo plazo.

“Los efectos de esa credibilidad perdida son intangibles por ahora, pero se manifestarán en el caso de una crisis, cuando, por ejemplo, los aliados de EE. UU. no respondan una llamada de ayuda o, peor aún, cuando elijan acomodarse a potencias rivales”, dice Eliot Cohen, analista de Foreign Affairs.

Por Camilo Gómez / @camilogomez8

 

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