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EE.UU. y Cuba: se inicia una nueva era

Las banderas de los dos países ondearán a partir de este lunes en La Habana y Washington. Una historia de espionaje, mensajes secretos y complots.

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Redacción Internacional
20 de julio de 2015 - 02:00 a. m.
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Dos de los tres últimos escollos de la Guerra Fría pasaron a la historia en apenas siete días. El primero fue el martes en Viena, cuando el G5+1 (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia, China y Alemania) firmó, luego de 35 años de tensiones, el pacto nuclear con Irán. Y el segundo se dará oficialmente hoy, cuando las embajadas de Estados Unidos en La Habana y la de Cuba en Washington ondeen sus respectivas banderas como símbolo del restablecimiento de las relaciones rotas desde 1961, cuando los estrechos vínculos entre Fidel Castro y la Unión Soviética convirtieron a la isla y su gobierno en “enemigos” de los intereses estadounidenses. El único obstáculo que queda de aquel contexto mundial de conflicto bipolar es Corea del Norte.

La reapertura de embajadas es un hecho histórico que marca el final de 53 años de ruptura y desconfianza, y que demuestra que la apuesta del presidente Barack Obama por la diplomacia del diálogo, en vez de la confrontación, sí da resultados. Aunque no fue el primero ni el único que intentó negociar con La Habana. La diferencia es que sus acercamientos fueron más eficientes. Según documentos desclasificados por el National Security Archive, todos los presidentes de Estados Unidos desde John F. Kennedy, con excepción de George W. Bush, gestionaron acercamientos secretos con el régimen de los Castro.

Mensajeros de alto turmequé, comunicaciones en clave, enviados especiales, viajes anónimos y una serie de hechos misteriosos hicieron parte de esa historia de amor y odio.

Una novela que termina hoy, tras cuatro rondas de conversaciones iniciadas el 17 de diciembre de 2014 y que darán paso a una nueva etapa. Lo que sigue a partir de ahora será un diálogo de alto nivel para abordar una agenda en la que el levantamiento del embargo, el respeto de las libertades y los derechos humanos, así como la demanda de democracia en Cuba estarán sobre la mesa. También lo estarán temas espinosos como la devolución del territorio de la base naval de Guantánamo, así como la eliminación de programas de desestabilización, entre otros.

Desde que Jimmy Carter y Fidel Castro decidieron en 1977 la apertura de las secciones de intereses en La Habana y Washington, con la intención de superar la ruptura diplomática de 1961, estas representaciones se convirtieron en el centro de las acusaciones mutuas de espionaje y subversión. Desde la isla se denunciaban operaciones secretas, diseñadas en el interior de las oficinas estadounidenses en La Habana, con la intención de financiar y organizar frentes para desestabilizar el régimen de los Castro.

Washington, por su parte, seguía cada paso del puñado de funcionarios cubanos que ocupaban la representación diplomática con el argumento de que era imposible “negociar” con una dictadura que organizaba frentes antiestadounidenses en África, Asia y América Latina. La desconfianza era tal que desde hace dos décadas los diplomáticos cubanos en
Washington y Naciones Unidas no pueden moverse más allá de un radio de 30 kilómetros de sus sedes. Los estadounidenses no pueden traspasar el extrarradio de la capital cubana. Uno de los puntos más difíciles de negociar y que terminó, al menos por ahora, en la creación de un mecanismo llamado “notificación de viaje”, que regirá a los diplomáticos de ambas naciones en los primeros meses de la apertura de embajadas.

Este hecho estará encabezado en la capital estadounidense por el canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien oficiará la ceremonia oficial de apertura de la delegación diplomática en Washington en una mansión de estilo francés, construida en 1917 y ubicada a tres cuadras de la Casa Blanca. Esta semana fue instalado el mástil que ondeará la bandera cubana a partir de ahora. El gobierno cubano prevé también cambiar el cartel de la entrada que hasta ayer decía: “Embajada de Suiza, Sección de Intereses de Cuba”, debido a que el país helvético ejerció como poder protector entre EE.UU. y la isla.

Rodríguez, primer canciller cubano en la capital estadounidense dese 1959, se reunirá luego con su par estadounidense, John Kerry, en el Departamento de Estado, en donde también se izará el pabellón cubano.

En La Habana, por el contrario, no habrá ceremonias. El edificio de seis pisos construido en 1953 y en donde funciona la Sección de Intereses de Estados Unidos (Usint) en Cuba seguirá prestando los mismos servicios consulares, como cualquier otra representación diplomática de EE.UU. Contará con los mismos funcionarios, distribuidos en la sección política y económica, un programa de diplomacia pública y otro de refugiados políticos, exclusivo para la isla y que quizás con el avance del diálogo llegue a su fin, pues Cuba exigió durante el proceso la no intervención de Washington en asuntos internos.

“Esta es la conclusión de la primera fase del proceso de normalización (…) El 20 de julio comenzará una nueva etapa, larga y compleja, en el camino de normalización de relaciones que requerirá voluntad para encontrar soluciones a problemas que se han acumulado en más de cinco décadas y afectan los vínculos entre nuestros países y pueblos”, dijo Raúl Castro. Desde la Casa Blanca se escuchó: “Este es un histórico paso en nuestro esfuerzo para normalizar las relaciones con Cuba. Es el comienzo de un nuevo capítulo en la relación (…) Es la demostración de que no tenemos que estar atrapados por el pasado; de que si algo no funciona, lo cambiamos y seguimos adelante”, aseguró Obama.

Por Redacción Internacional

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