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Su victoria estaba anunciada. Era el candidato con mayor agrado entre los electores. La adhesión que recibió de Leopoldo López permitió que explotara el discurso de ruptura con el pasado como primera línea del debate. López le brindó a Capriles profundidad en su propuesta de seguridad y movilización en estados en los que su partido no es fuerte. Esta unión era deseada por muchos venezolanos y en las redes sociales se evidenció el efecto positivo que provocó.
El discurso de Capriles apunta a despolarizar al país y evita el ataque frontal a Chávez. Incluso le reconoce el haber introducido el tema social en la agenda política, y apuesta por continuar y mejorar las “misiones” sociales que le han permitido mantener el respaldo de los electores de menores ingresos.
El proceso que condujo a estas primarias implicó un complejo ejercicio de reconocimiento, debate e integración entre actores muy diversos. Después de muchos errores y estrategias suicidas, que fueron desde el golpe de 2002 hasta el boicot a las elecciones legislativas de 2005, la oposición cree haber encontrado el camino para desarrollar una estrategia exitosa. La dirigencia opositora abandonó la práctica de designar su candidato a dedo, y los precandidatos suscribieron un Programa de Gobierno de Unidad Nacional. Sin embargo, muchos analistas consideran que sus mensajes siguen siendo anodinos y carecen de propuestas convincentes sobre seguridad y política económica. De cualquier manera, la campaña opositora logró algo impensable: relegar a un segundo plano la discusión acerca del estado de salud de Chávez.
A partir de hoy la campaña tendrá una dinámica paradójica. Ni el oficialismo ni la oposición pueden contar sólo con sus incondicionales para ganar. Ambos se verán forzados a seducir al centro político. Es probable que Capriles, ya como candidato unitario, escale puntos en las encuestas por el efecto de las primarias y por la adhesión de los otros precandidatos. Sin embargo, tendrá el desafío de conseguir el apoyo comprometido de los partidos tradicionales que respaldaban al gobernador del Zulia, Pablo Pérez, sin sucumbir a la práctica de comprometer cuotas de poder.
El Gobierno, por su parte, resaltará que la participación fue baja comparada con los 18,3 millones de venezolanos que componen el registro electoral. La verdad es que, a ocho meses de las presidenciales, la situación de Chávez sigue siendo cómoda: goza de altos niveles de popularidad y cuenta con recursos significativos para reforzar los programas sociales que le han permitido cultivar la fidelidad de sus electores.
* Analista. Columnista de razonpublica.org