El efecto Kosovo
El inestable clima internacional causado por la independencia kosovar crea serios dilemas a la comunidad internacional y pone en discusión otros casos separatistas.
Juan Camilo Maldonado T.
“Debido a la estupidez de los políticos europeos, numerosos Estados afectados por el separatismo podrían desintegrarse. Kosovo es una mina que podría explotar todo el sistema”. Con esta frase, el director del Instituto Ruso del Oriente Próximo, Yevgeni Satanovski, reflejó la temperatura de la discusión esta semana en la comunidad internacional, tras la decisión unilateral de Kosovo de separarse de Serbia.
Entre las críticas y apoyos recibidos esta semana por albano-kosvares emergió constante preocupación:: el apoyo incondicional a la independencia kosovar, por encima de los mandatos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, implicaría un “efecto dominó” que conduciría a futuras desintegraciones territoriales en el mundo.
Quienes primero se manifestaron esta semana a favor y en contra de la secesión fueron los Estados que enfrentan reclamaciones separatistas dentro de sus propias fronteras y aquellos llamados “Estado de facto” que buscan ser reconocidos como naciones soberanas por la comunidad internacional.
El mundo separatista
En España, los vascos y catalanes han emprendido cada cual a su manera, una constante lucha por legitimar su soberanía e independencia de España. Cataluña adquirió recientemente estatus de autonomía, pero sigue haciendo parte del territorio español. Mientras tanto los vascos, víctimas de una cruenta represión sufrida por el régimen del general Fancisco Franco desde los años cuarenta, siguen hoy la lucha política y armada, desde el Frente Polisario y el grupo terrorista Euzkadi Ta Azkatasuna (Eta), para ser reconocidos como Estado independiente.
Esto explica la inamovible reacción del gobierno español, que de aceptar la independencia de Kosovo tendría eventualmente que observar declaraciones de independencia dentro de su propio territorio. Un presentimiento que es compartido por Rusia, como lo expresó hace unos días el ministro ruso ante la Unión Europea, Serguéi Yastrzhembski. Su país, no sólo enfrenta las aspiraciones secesionistas de la provincia de Chechenia, sino que tiene tensas relaciones con sus vecinos Moldavia y Georgia, por los “estados de facto” pro-rusos que viven dentro de sus fronteras.
Los chechenos llevan décadas entre la invasión y el exilio, desde que en 1920 fuera creada la provincia de Chechenia, como parte de la Unión Soviética. Tras la caída del bloque, en 1991, la región buscó separarse, de la misma manera que en ese instante lo hacían Ucrania, Georgia o Moldavia. Sin embargo, pese a declarar su independencia, Chechenia fue ocupada militarmente por Rusia en 1994, lo que desató una sangrienta guerra de guerrillas que, hasta hoy, ha dejado miles de muertos y un confuso estatus de autonomía que aún la vinculan a la Federación Rusa.
Turco-chipriotas, líderes de la República Turca del Norte de Chipre, tampoco esperaron para pronunciarse: “Ningún pueblo puede ser forzado a vivir bajo el poder de otro”, afirmaron los líderes de este país, reconocido oficialmente tan sólo por Turquía. Chipre, un país dividido culturalmente entre la tradición griega y la turca, está compuesto por dos repúblicas —una sola legítima para la comunidad internacional— desde que en 1974 el norte de la isla fuera ocupado militarmente por Turquía y en 1983 se declarara independencia.
China, por su parte, que se opone a la independencia de Kosovo y ocupa un puesto con poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aún no reconoce hoy la autonomía e independencia del Tibet. Hasta el punto que hoy, el Dalai Lama, líder del movimiento de independencia tibetana, no es reconocido por este país, y aún no cuenta con un puesto legítimo en las Naciones Unidas, pese a haber declarado su independencia en 1912. Las dos repúblicas ex soviéticas de Georgia y Moldavia también se opusieron al amplio apoyo de Occidente a la secesión. El primero cuenta hoy con dos territorios separatistas: Osetia del sur y Abjacia, y el segundo enfrenta las aspiraciones separatistas de la República de Transdnistria, cuyas comunidades son rusas y ucranianas.
Escepticismo
Pese al acalorado debate esta semana, que transcurre entre serios disturbios causados por las protestas serbias en Belgrado, no está claro cuál será el resultado final de la declaración de Kosovo. Mientras que su estatus oficial quedará en manos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, analistas como Jim Fearon ven con escepticismo el que este episodio cause una reacción en cadena en otras regiones. El investigador de la Universidad de Standford, especialista en separatismo, le dijo a El Espectador que es improbable que cualquier otro conflicto en el mundo atraiga la atención de tantas potencias como lo ocurrido esta semana en la zona de la antigua Yugoslavia: “Kosovo era un problema por resolver y una situación insostenible para los países que como Estados Unidos y la Unión Europea incurrían en los costos de administración del país”, afirmó el especialista.
Los violentos disturbios serbios en las calles de Belgrado, y el incierto destino de las comunidades serbias en territorio kosovar, demuestran lo lejos que está el mundo de alcanzar la estabilidad en los Balcanes. Ahora es la Organización de Naciones Unidas la que queda con la responsabilidad de dar dictamen definitivo respecto al estatus de la declarada república, frente a los ojos de decenas de Estados no reconocidos, que con seguridad se estarán preguntando con recelo: ¿por qué a ellos sí, y a mí no?
¿Y Bolivia, qué?
A mediados de la semana, el presidente de Bolivia, Evo Morales, fue el primer presidente latinoamericano en pronunciarse sobre las declaraciones en Kosovo y no reconocer el nuevo estado kosovar. En Bolivia, el departamento de Santa Cruz, una de las más desarrolladas zonas agrícolas del país y donde se encuentran importantes yacimientos de petróleo y gas natural, tiene todas las intenciones de adquirir su autonomía administrativa. En un discurso frente al Palacio de Gobierno, Morales calificó de “grave” el que los dirigentes de Santa Cruz quisieran seguir los pasos de Kosovo, lo que pondría en riesgo “la unidad de Bolivia”. Los líderes de Santa Cruz acusaron al mandatario de utilizar el clima enrarecido esta semana en los Balcanes para manipular a los votantes santacruceños, que el próximo 4 de mayo acudirán a las urnas para votar un referendo de aprobación al estatuto autonómico de Santa Cruz.
“Debido a la estupidez de los políticos europeos, numerosos Estados afectados por el separatismo podrían desintegrarse. Kosovo es una mina que podría explotar todo el sistema”. Con esta frase, el director del Instituto Ruso del Oriente Próximo, Yevgeni Satanovski, reflejó la temperatura de la discusión esta semana en la comunidad internacional, tras la decisión unilateral de Kosovo de separarse de Serbia.
Entre las críticas y apoyos recibidos esta semana por albano-kosvares emergió constante preocupación:: el apoyo incondicional a la independencia kosovar, por encima de los mandatos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, implicaría un “efecto dominó” que conduciría a futuras desintegraciones territoriales en el mundo.
Quienes primero se manifestaron esta semana a favor y en contra de la secesión fueron los Estados que enfrentan reclamaciones separatistas dentro de sus propias fronteras y aquellos llamados “Estado de facto” que buscan ser reconocidos como naciones soberanas por la comunidad internacional.
El mundo separatista
En España, los vascos y catalanes han emprendido cada cual a su manera, una constante lucha por legitimar su soberanía e independencia de España. Cataluña adquirió recientemente estatus de autonomía, pero sigue haciendo parte del territorio español. Mientras tanto los vascos, víctimas de una cruenta represión sufrida por el régimen del general Fancisco Franco desde los años cuarenta, siguen hoy la lucha política y armada, desde el Frente Polisario y el grupo terrorista Euzkadi Ta Azkatasuna (Eta), para ser reconocidos como Estado independiente.
Esto explica la inamovible reacción del gobierno español, que de aceptar la independencia de Kosovo tendría eventualmente que observar declaraciones de independencia dentro de su propio territorio. Un presentimiento que es compartido por Rusia, como lo expresó hace unos días el ministro ruso ante la Unión Europea, Serguéi Yastrzhembski. Su país, no sólo enfrenta las aspiraciones secesionistas de la provincia de Chechenia, sino que tiene tensas relaciones con sus vecinos Moldavia y Georgia, por los “estados de facto” pro-rusos que viven dentro de sus fronteras.
Los chechenos llevan décadas entre la invasión y el exilio, desde que en 1920 fuera creada la provincia de Chechenia, como parte de la Unión Soviética. Tras la caída del bloque, en 1991, la región buscó separarse, de la misma manera que en ese instante lo hacían Ucrania, Georgia o Moldavia. Sin embargo, pese a declarar su independencia, Chechenia fue ocupada militarmente por Rusia en 1994, lo que desató una sangrienta guerra de guerrillas que, hasta hoy, ha dejado miles de muertos y un confuso estatus de autonomía que aún la vinculan a la Federación Rusa.
Turco-chipriotas, líderes de la República Turca del Norte de Chipre, tampoco esperaron para pronunciarse: “Ningún pueblo puede ser forzado a vivir bajo el poder de otro”, afirmaron los líderes de este país, reconocido oficialmente tan sólo por Turquía. Chipre, un país dividido culturalmente entre la tradición griega y la turca, está compuesto por dos repúblicas —una sola legítima para la comunidad internacional— desde que en 1974 el norte de la isla fuera ocupado militarmente por Turquía y en 1983 se declarara independencia.
China, por su parte, que se opone a la independencia de Kosovo y ocupa un puesto con poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aún no reconoce hoy la autonomía e independencia del Tibet. Hasta el punto que hoy, el Dalai Lama, líder del movimiento de independencia tibetana, no es reconocido por este país, y aún no cuenta con un puesto legítimo en las Naciones Unidas, pese a haber declarado su independencia en 1912. Las dos repúblicas ex soviéticas de Georgia y Moldavia también se opusieron al amplio apoyo de Occidente a la secesión. El primero cuenta hoy con dos territorios separatistas: Osetia del sur y Abjacia, y el segundo enfrenta las aspiraciones separatistas de la República de Transdnistria, cuyas comunidades son rusas y ucranianas.
Escepticismo
Pese al acalorado debate esta semana, que transcurre entre serios disturbios causados por las protestas serbias en Belgrado, no está claro cuál será el resultado final de la declaración de Kosovo. Mientras que su estatus oficial quedará en manos del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, analistas como Jim Fearon ven con escepticismo el que este episodio cause una reacción en cadena en otras regiones. El investigador de la Universidad de Standford, especialista en separatismo, le dijo a El Espectador que es improbable que cualquier otro conflicto en el mundo atraiga la atención de tantas potencias como lo ocurrido esta semana en la zona de la antigua Yugoslavia: “Kosovo era un problema por resolver y una situación insostenible para los países que como Estados Unidos y la Unión Europea incurrían en los costos de administración del país”, afirmó el especialista.
Los violentos disturbios serbios en las calles de Belgrado, y el incierto destino de las comunidades serbias en territorio kosovar, demuestran lo lejos que está el mundo de alcanzar la estabilidad en los Balcanes. Ahora es la Organización de Naciones Unidas la que queda con la responsabilidad de dar dictamen definitivo respecto al estatus de la declarada república, frente a los ojos de decenas de Estados no reconocidos, que con seguridad se estarán preguntando con recelo: ¿por qué a ellos sí, y a mí no?
¿Y Bolivia, qué?
A mediados de la semana, el presidente de Bolivia, Evo Morales, fue el primer presidente latinoamericano en pronunciarse sobre las declaraciones en Kosovo y no reconocer el nuevo estado kosovar. En Bolivia, el departamento de Santa Cruz, una de las más desarrolladas zonas agrícolas del país y donde se encuentran importantes yacimientos de petróleo y gas natural, tiene todas las intenciones de adquirir su autonomía administrativa. En un discurso frente al Palacio de Gobierno, Morales calificó de “grave” el que los dirigentes de Santa Cruz quisieran seguir los pasos de Kosovo, lo que pondría en riesgo “la unidad de Bolivia”. Los líderes de Santa Cruz acusaron al mandatario de utilizar el clima enrarecido esta semana en los Balcanes para manipular a los votantes santacruceños, que el próximo 4 de mayo acudirán a las urnas para votar un referendo de aprobación al estatuto autonómico de Santa Cruz.