El Espectador le explica: ¿Por qué casi nadie quiere votar en Argelia?

Las elecciones presidenciales en Argelia, convocadas para este jueves, tienen un gran rechazo entre la población, pues esta las considera un fraude de entrada.

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- Redacción Internacional
12 de diciembre de 2019 - 12:00 a. m.
Varias personas sostienen la bandera nacional argelina durante una protesta en la víspera de las elecciones generales en el país, este miércoles en Argel (Argelia). / EFE
Varias personas sostienen la bandera nacional argelina durante una protesta en la víspera de las elecciones generales en el país, este miércoles en Argel (Argelia). / EFE
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Este jueves se abrirán las urnas en Argelia para elegir al sucesor del dimitido presidente Abdelaziz Bouteflika. Los comicios estaban programados en principio para el pasado 18 de abril, pero el círculo íntimo de Bouteflika anunció en febrero, a dos meses de las elecciones, que el mandatario pretendía aspirar a un quinto mandato consecutivo, pese a su deteriorado estado de salud. El aviso provocó una fuerte protesta popular desde el 22 de febrero, que hoy todavía no encuentra sosiego y que condujo, finalmente, a la renuncia Bouteflika el 2 de abril. Diez meses después del inicio de las manifestaciones, se esperaría que el pueblo estuviera apoyando la celebración de elecciones para conformar un nuevo gobierno y devolverle la normalidad al país. Sin embargo, la realidad es otra. 

En las calles, miles de argelinos se oponen fervientemente a la celebración de elecciones considerando que todos los cinco candidatos a la presidencia están estrechamente vinculados a la misma clase política con la que estaban inconformes en un principio: élites políticas, militares y hasta empresariales que han concentrado el poder en la nación. El movimiento considera que la elección presidencial del 12 de diciembre sólo tiene por objeto permitir que este mismo “sistema” se regenere. Para los manifestantes, la llegada de cualquiera de los aspirantes a la presidencia al poder significaría un obstáculo para las intenciones de un cambio en la nación. Además, están confiados de que este proceso sea un fraude de entrada, considerando que el régimen de transición en el país, encargado de vigilar las elecciones, está liderado por el general Ahmed Gaïd Salah, quien se convirtió en el nuevo hombre fuerte de la nación tras la partida de Bouteflika y está ligado a los candidatos y ha liderado la represión en las calles contra las protestas.

El general Gaïd Salah ha marcado la pauta de los acontecimientos en el país: impulsó una campaña de “manos limpias”, que ha llevado a la cárcel a decenas de políticos, oficiales de alto rango afines al clan de Bouteflika para desarmar el poder con el que este contaba y también lideró una serie de arrestos contra los manifestantes del Hirak, como se les bautizó a las manifestaciones en el país. Cientos de personas han sido apresadas por orden de este “gobierno de transición”.

“No votaremos hasta que la mafia desaparezca”, se escucha en las calles de Argel, capital del país, en manifestaciones multitudinarias, reprimidas por las fuerzas de seguridad. “No nos vamos a mover de aquí, mañana no se va a votar porque esta consulta es una farsa. Son los mismos de siempre, los que han sacado al país”, le contaba a la agencia EFE uno de los simpatizantes de las protestas. Munia, una estudiante universitaria, agrega que estaría dispuesta a votar, pero cuando Argelia sea un “país libre y haya un verdadero cambio. Los que están ahora ya estaban con Bouteflika”, dice.

El “¡No votar!” se ha convertido en el grito de los manifestantes, que están decididos a mantener su línea de exigencias. "Las elecciones no tienen legitimidad alguna, parecen más un espectáculo de comedia que cualquier otra cosa. Queremos una transición, real, con personas que no tienen vínculos con el antiguo régimen”, le dijo una activista juvenil a The Guardian.

Durante décadas, el gobierno, respaldado por el Ejército, convenció a sus ciudadanos de que era necesario para luchar contra el caos desatado por una sangrienta guerra civil contra los islamistas. Pero ese ideal ha perdido eficacia, en especial dentro de la población más joven, que solo ha vivido en los años de la posguerra y se enfrenta a una economía en extremo debilitada.

Analistas políticos consideran que los altos mandos del país están “ansiosos” por debilitar las manifestaciones y trabajar desde las sombras, donde están acostumbrados a influir en la dirigencia del país. “La represión contra los manifestantes arroja una larga sombra sobre si las autoridades argelinas están dispuestas a aceptar los derechos básicos de todos para hablar. Nadie debe ser arrestado simplemente por agitar una bandera o expresar su oposición a una elección”, dijo Sarah Leah Whitson, directora de Human Rights Watch en Oriente Medio y Norte de África, en un comunicado.

Sin embargo, “la capacidad comprobada del Hirak para recuperar espacios públicos, mantenerse unidos y ejercer presión sobre el sistema sugiere que es lo suficientemente fuerte como para evitar la intimidación o división del régimen”, explica el profesor Zine Labidine Ghebouli, de la Universidad Americana de Beirut.

Aun con el poder de la resistencia, el movimiento de manifestantes tendrá que cambiar de estrategia si quiere mantenerse vivo. Según Sharan Grewal, miembro asociado del centro de pensamiento Brookings Instituion, la estructura sin líderes del movimiento dificulta las tareas políticas del mismo y al no ser el portados de un proyecto funcional de reforma política significativa, abre el camino para que el régimen concrete nuevas medidas represivas. Y sin la atención del mundo en la situación del país, el escenario está puesto para que los militares sean aún más violentos. “Los gobiernos occidentales apoyan abiertamente los levantamientos prodemocráticos en Hong Kong y en otros lugares, pero guardan silencio sobre el de Argelia, confirmando que todavía prefieren lidiar con un régimen autoritario allí”, explicó Francies Ghilés, investigador del Centro de Documentación Internacional de Barcelona, consultado por The Washington Post.

Por - Redacción Internacional

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