Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
En alguna de las sierras de la localidad de Jesús del Monte, a 2.650 metros de altura, cerca de 9.000 hombres se entrenaron para ser criminales. No debían consumir alcohol ni drogas. Tenían que mantener unidas a sus familias a pesar de las adversidades, de la sangre, las balas y los machetes. Para ser un buen criminal, antes hay que ser una buena persona. La meditación en la sierra los conducía hacia la plenitud espiritual: se daban cuenta de su misión tras el volante de un camión cargado de metanfetaminas, en la vigilancia de las propiedades de algún jefe o en la fría labor de descuartizar gente.
Dos meses de meditación con motivadores personales, lecturas de La Biblia y silencio. Toda la coordinación estaba en menos de Rafael Cedeño, ‘El Cede’, casi el apóstol de un mesías llamado Nazario Moreno, ‘El más loco’, o ‘El Chayo’, líder de ‘La Familia Michoacana’. Una cuestión de clarividencia criminal. ‘El más loco’, con sus grandes cejas rodeando sus párpados, tenía la capacidad de identificar las aptitudes de sus soldados para la violencia. A esos, a los mejores, los apartaba en grupos de 40 en locaciones silvestres, les entregaba 15 víctimas y todo era un derroche sangriento. Si eran tan buenos no tendrían problema en matarlos, incinerarlos, cercenar sus partes. Sin asco ni resaca. Con templanza. “Muchacho, bienvenido a La Familia”.
El primer mensaje fue enviado el 7 de septiembre de 2006 desde el poblado michoacano de Uruapán. El lugar se llamaba Sol y Sombra, una cantina con pista de baile y en la pista mucha gente. Un grupo de hombres entró y escogió el centro, desplegó un cartel en el piso y en seguida vació un saco con cinco cabezas humanas. No más música, no más baile. Sólo un mensaje: “La familia no mata por paga. No mata mujeres, no mata inocentes, solo muere quien deve (sic) morir. Sepanlo (sic) toda la gente”. Esto es justicia divina. Quedaba claro que La Familia no tenía pudor para la violencia, tampoco buena ortografía. Pero ¿quién demonios componían La Familia? La primera respuesta: una partida de cabrones.
Entonces era un misterio escalofriante que parecía no tener origen, una serpiente más que aparecía entre las selvas espesas del narcotráfico. Su realidad se había comenzado a escribir en 2002, cuando una disidencia de Los Zetas –antes el brazo sicario del Cartel del Golfo, hoy una banda criminal con influencia en toda Centroamérica– emprendió la guerra contra la familia Valencia por el control de la región de Tierra Caliente. Los Valencia no conocían una lengua diferente a la de los ‘cuernos de chivo’ (AK-47) y su filosofía era la sevicia. La “noble” genealogía de ‘La Familia Michoacana’ habla de sus inicios como una necesidad de combatir el secuestro, las violaciones, la extorsión, el robo de carros, casas y la muerte de inocentes. Era justicia divina.
La información de la Policía Federal, en cambio, nombra otras realidades. La región de Tierra Caliente es fecunda para los cultivos de aguacate, limón y marihuana. El limón y el aguacate –aclaración predecible– es lo que menos importa. Su fácil acceso al Puerto Lázaro Cárdenas en el Pacífico la posiciona como un enclave fundamental para recibir la droga que llega de Suramérica –¿de Colombia? Sí– y emprender su tránsito a Europa y Estados Unidos. Desde 2006, la corte de ‘El más loco’ le restó importancia a la cocaína y dio prioridad a las metanfetaminas. Se convirtieron en los reyes de esa pastilla que se conoce como ‘Ice’ (hielo) en los estados de Arizona, California, Illinois, Nevada, Nuevo México, Carolina del Sur, del Norte y Texas. Para lograrlo, muchas, cientos de cabezas rodaron en México, en Michoacán y sus alrededores. Y muchos carteles y mantas con mala ortografía fueron colgados de puentes y abandonados en carreteras, bares y rincones junto a restos de cuerpos humanos.
Los Valencia fueron diezmados y la guerra de la familia luego viró hacia Los Zetas en un mundo en el que los enemigos cambian con cada disparo al aire. ‘El más loco’ ya había escrito su evangelio, que no era escritura sagrada pero sí un manifiesto allanado en un operativo policial que sustentaba desde el cristianismo la misión de su grupo: "Un caballero cristiano es como un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre y frente a las fuerzas espirituales del cielo (...) La fortaleza del hombre radica en el dominio de su mente y su grandeza se conoce por la humildad de su espíritu y la honradez de su alma, y su voluntad de vencer”.
La cruzada era en contra de los delincuentes que abaleaban la tranquilidad de Michoacán, y Nazario Moreno era una suerte de sumo sacerdote que le hablaba para su feligresía, desde los jóvenes que se entrenaban en Jesús del Monte hasta los peces gordos de su organización: “Si algún día quieres contar con alguien, ven corriendo a mí que tal vez yo te pueda escuchar, mi amigo".
‘El más loco’ también era Dios. En alguna oportunidad, en una entrevista concedida al periodista mexicano Alejandro Suverza, en un motel de miseria en Apatzingán de la Constitución, Moreno confesó que había tenido que cortarles la cabeza a varios de sus servidores que se habían excedido en sus funciones. La frase con la que el jefe de ‘La Familia’ terminó la historia fue lapidaria: “Así sucede cuando piensas o imaginas que mis ojos no te pueden mirar…”
‘El Cede’ evangelizaba en los centros de rehabilitación de adictos. A quienes empezaban a abandonar las sombras los invitaba a Jesús del Monte, por un pago que quizá ninguna otra empresa podía ofrecerles. Los sometía a charlas con motivadores personales, a cursos de valores éticos y morales, les leía sobre Jesucristo. Mientras tanto, ‘El más loco’ invitaba a sus subalternos a estudiar al exitoso John Eldredge y sus líneas de literatura cristiana y motivacional. En la televisión, Servando Gómez, ‘La Tuta’, jefe de operaciones del cartel, le hablaba en directo con su acento campirano a un presentador que no podía ocultar los nervios: “Te digo una cosa muchacho… Cada quien va a cuidar su tierra. Esto es un mal necesario a nivel nacional y mundial. Si nosotros los de Michoacán no estuviéramos como estamos organizados, ya nos hubieran invadido Los Zetas. En su tiempo anduvimos con ellos, vimos los errores que se cometieron, las atropellaciones (sic) que hacían y nos deslindamos de ellos”.
‘La Familia’ no mataba, limpiaba; no extorsionaba, eliminaba a los secuestradores; traficaba con drogas, no las consumía. Su guerra era santa. En los poblados de Michoacán construía escuelas e iglesias y financiaba a pequeños campesinos para que comenzaran con sus cultivos sin importar si eran de marihuana. Compraban conciencias y eran como jinetes del Apocalipsis que destruían para construir. En septiembre de 2008 en la plaza central de Morelia arrojaron dos granadas que dejaron ocho muertos y más de cien heridos. Decían que no atacaban inocentes, pero estaban chiflados.
‘El más loco’ tuvo su pasión y muerte el 9 de diciembre de 2010 en Apatzingán, luego de un largo enfrentamiento de dos días entre sus escoltas y la armada mexicana. Murió el profeta, pero su legado aún se extendía entre 6.000 y 7.000 personas que necesitaban de un líder. ‘El Cede’ ya había sido capturado, como los otros 700 miembros que las autoridades apresaron en algo más de un año, y en la parte alta de la organización continuaban José de Jesús Méndez, alias ‘El Chango’, Servando Gómez, ‘La Tuta’ y Enrique Plancarte, ‘El Kike’.
‘El Chango’ se autoproclamó nuevo líder sin consultar a la cofradía, y con él a la cabeza el grupo anunció en enero pasado una tregua en sus actividades. La decisión fue precipitada para ‘La Tuta’ y ‘El Kike’, quienes todavía tenían muchas balas por disparar. La última página de la escritura de ‘La Familia Michoacana’ ahora dice que Méndez cayó en manos de la justicia ordinaria el 21 de junio de 2011 para dejar huérfana a una organización de miles de hermanos que, como una profecía, muy seguramente migrarán hacia la guía de Servando Gómez en una nueva sociedad criminal bautizada como ‘Los Caballeros Templarios’.
La guerra santa sigue aunque muchos caballeros hayan caído en las cruzadas.
El interrogatorio de ‘el chango’
Tras detener al último líder de ‘La Familia Michoacana’, José de Jesús Méndez, alías ‘El Chango’, en la ciudad de Aguascalientes, la Policía Federal difundió un video del primer interrogatorio al que fue sometido.
Dijo dedicarse a la agricultura y al tráfico de drogas, contó que hace años su amigo Nazario Moreno, ‘El Chayo’ o ‘El más loco’, lo invitó a formar parte del cartel. No duda en tildar de traidores a quienes abandonaron ‘La Familia’ para conformar nuevas organizaciones como ‘Los Caballeros Templarios’. He aquí algunas preguntas y respuestas:
— ¿Qué tipo de gente trabajaba para usted?
— Tenían que ser muchachos que no usaran droga, que fueran buenos en toda la extensión de la palabra, que hicieran bien las cosas, que no anduvieran secuestrando, que llevaran un buen rumbo...
— ¿Qué sucedía si uno no seguía ese rumbo?
—Se le jalaba de las orejas.
—¿Se arrepiente de haber entrado al 'narco'?
—La verdad, sí.