El gran error estratégico de Xi Jinping
El profesor de estudios estratégicos en el Centro de Investigación de Políticas con sede en Nueva Delhi y miembro de la Academia Robert Bosch en Berlín asegura que “llegará el día en que Xi lamentará las decisiones que tomó en 2020”.
Brahma Chellaney
El año 2020 será recordado no solo por la crisis del COVID-19 y el fin de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, sino también como el inicio del ajuste de cuentas con China. Con su reputación internacional dañada por la pandemia y una creciente resistencia a sus avances territoriales, China está perdiendo rápidamente capacidad para perseguir sus ambiciones geopolíticas. Y en ningún lugar es más evidente que en las relaciones con India.
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El año 2020 será recordado no solo por la crisis del COVID-19 y el fin de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, sino también como el inicio del ajuste de cuentas con China. Con su reputación internacional dañada por la pandemia y una creciente resistencia a sus avances territoriales, China está perdiendo rápidamente capacidad para perseguir sus ambiciones geopolíticas. Y en ningún lugar es más evidente que en las relaciones con India.
El cambio empezó en mayo. Con la retirada del brutal invierno del Himalaya, una India conmocionada se encontró con que fuerzas chinas habían ocupado cientos de kilómetros cuadrados de frontera en la región de Ladakh, en el confín septentrional del país. Las fuerzas invasoras, respaldadas por miles de soldados en la retaguardia, habían capturado diversas cimas y otros puntos estratégicos, y el Ejército Popular de Liberación (EPL) había establecido bases de avanzada que bloqueaban el acceso de India a áreas de la frontera disputada que hasta entonces eran de su jurisdicción exclusiva.
Fue un cínico intento de aprovechar no solo el caos y los padecimientos causados por el más infame producto de exportación global de China, el COVID-19, sino también una duradera política de apaciguamiento del primer ministro indio, Narendra Modi. En los seis años anteriores, Modi se reunió con el presidente chino Xi Jinping 18 veces, con la esperanza de alentar relaciones más amistosas (y debilitar el eje China-Pakistán).
Esta esperanza le impidió ver los preparativos que hacía China para la agresión, incluidos ejercicios de combate y la construcción frenética de infraestructuras militares a lo largo de la frontera. En este sentido, Modi repitió el error del primer gobernante de India después de la independencia, Jawaharlal Nehru, cuya obstinación en cortejar a Mao Zedong permitió a China anexar Tíbet, lo que eliminó el colchón territorial que la separaba de India. Las incursiones chinas culminaron en 1962 con la guerra en la frontera en los Himalayas, que comenzó con un ataque por sorpresa del EPL y terminó con pérdidas territoriales para India.
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Esa guerra destrozó las ilusiones indias de que China pudiera ser un socio de confianza y provocaron un abandono del pacifismo. Con la reciente agresión china en los Himalayas, parece que India está aprendiendo otra vez la misma lección. Ya correspondió los despliegues de tropas chinas a lo largo de la frontera y ocupó posiciones estratégicas en el área.
La escalada de tensiones dio lugar a una serie de enfrentamientos, en el peor de los cuales (a mediados de junio) murieron 20 soldados indios y una cantidad no revelada de miembros del EPL. Al convertir una frontera antes poco patrullada en una frontera “caliente” y dejar abierta la posibilidad de más sorpresas militares (mientras profundiza los lazos estratégicos con Pakistán), China deja a India sin otra opción que un fortalecimiento considerable de su posición estratégica.
De hecho, está previsto un importante refuerzo militar indio, que incluirá un enorme aumento del patrullaje en la frontera y fuerzas de guerra de montaña adicionales. Pero como es imposible para las fuerzas indias controlar cada recoveco en una de las fronteras más inhóspitas y traicioneras del mundo, también será esencial la disuasión.
Por eso India ha estado probando una serie de sistemas misilísticos avanzados, entre ellos un misil crucero hipersónico, un torpedo-misil híbrido (que puede emplearse contra submarinos y portaaviones) y un misil antirradar (diseñado para buscar y destruir sistemas de defensa aérea enemigos equipados con radar). Esto supone una sustancial inversión de India en modernización militar.
El refuerzo militar indio también incluirá una importante ampliación de la capacidad naval, que le permitirá fortalecer su posición marítima, incluida la apertura de un frente en el océano Índico, a través del cual pasa buena parte del tráfico comercial de China (y la mayor parte de sus suministros energéticos).
Pero India no está sola en la confrontación con China. En noviembre, Australia, Japón y Estados Unidos participaron con este en los juegos de guerra naval de Malabar, el primer ejercicio militar con participación de todos los miembros del “Quad”, una coalición estratégica informal compuesta por las cuatro principales democracias de la región del Indo-Pacífico.
Profundizar la cooperación dentro del “Quad” es un elemento central de la política de Estados Unidos para el Indo-Pacífico, que pone especial atención en el ámbito marítimo. Visto que en Estados Unidos hay consenso bipartidario respecto de la necesidad de contrarrestar el expansionismo chino, es improbable que esta política vaya a tener cambios significativos durante el gobierno del presidente electo, Joe Biden.
Una alianza estratégica entre Estados Unidos e India es una vieja pesadilla para China. Pero al devolver los gestos de paz de Modi con conquistas territoriales encubiertas, Xi facilitó el surgimiento de esa alianza. Fue en respuesta a la agresión china, que en octubre India finalmente suscribió el último de cuatro acuerdos “fundacionales” entre Estados Unidos y sus aliados, cuyos términos se negociaban hace más de 10 años.
Además de la cooperación (diplomática y militar) con Estados afines, otra herramienta de contención de China para India es denunciar sus actividades neocoloniales, por ejemplo la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Y es probable que intente frustrar el plan de Xi de apropiarse de la institución del Dalai Lama (con sus 442 años de historia) y cimentar el poder de China sobre el Tíbet. Puesto que el Dalai Lama actual manifestó que su “reencarnación aparecerá en un país libre”, India debe ayudar en forma tácita a los exiliados tibetanos a encontrar al sucesor en las regiones budistas tibetanas indias en los Himalayas, de donde ya salió un Dalai Lama a finales del siglo XVII.
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Otra dimensión probable de la nueva estrategia de India hacia China será la búsqueda de un desacople económico administrado y selectivo. La balanza comercial de China con India constituye su tercer superávit bilateral más grande (después de Estados Unidos y la Unión Europea). Ahora que India se dio cuenta de que depender de China para la obtención de suministros cruciales es una locura, no hay dudas de que esto cambiará.
Desde su fundación en 1949, la República Popular acrecentó su territorio a más del doble mediante la anexión de tierras ancestrales de minorías étnicas y la captura de territorios extranjeros. En este contexto, sus últimas incursiones en el territorio indio de los Himalayas pueden ser una amenaza significativa para la estabilidad del Indo-Pacífico. Felizmente, las potencias regionales (comenzando por la India) están oponiendo resistencia. Y con el creciente apoyo de Estados Unidos y otras potencias occidentales a esa resistencia, todo indica que llegará el día en que Xi lamentará las decisiones que tomó en 2020.
* Autor de nueve libros, entre ellos “Asian Juggernaut”, “Water: Asia’s New Battleground” y “Water, Peace, and War: Confronting the Global Water Crisis”. Traducción: Esteban Flamini. Copyright: Project Syndicate, 2020. www.project-syndicate.org