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El retador de Minas Gerais

El candidato del Partido Socialdemócrata de Brasil, Aécio Neves, ajusta la estrategia para la recta final de la campaña. Su aspiración es derrotar a la presidenta Dilma Rousseff.

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Diego Alarcón Rozo
07 de octubre de 2014 - 03:45 a. m.
Aécio Neves (centro), de 54 años, obtuvo el 33,5% de los votos en la primera vuelta electoral de Brasil.  / AFP
Aécio Neves (centro), de 54 años, obtuvo el 33,5% de los votos en la primera vuelta electoral de Brasil. / AFP
Foto: AFP - LINCON ZARBIETTI
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Terminada la carrera de la primera vuelta electoral, el resultado ahora da poco espacio para recobrar la respiración. La estrategia política le dice a Aécio Neves que antes de descansar —aunque, claro, después de una breve celebración— es hora de bajar del podio y extender una mano al tercer puesto: Marina Silva y ese 21% de los votos que le daría el vigor suficiente para ganar la Presidencia. El retador de Dilma Rousseff está a ocho puntos de la presidenta y acaso se ilusione al mirar el pasado: hace cuatro años el representante de su partido, José Serra, quien preocupó al oficialismo de cara a la segunda vuelta, estuvo a una diferencia de 14 puntos en el primer round.

Neves debe descontar ahora casi la mitad del terreno de entonces y mira a Silva de soslayo. No será tarea sencilla, pero tiene en cuenta que la exministra de Ambiente de Lula, con el pasado en el Partido de los Trabajadores (el de Rousseff), se encuentra disgustada con la campaña de la presidenta, quien en ocasiones sugirió sutilmente que Silva daría fin a los programas sociales que venían justamente desde la administración Lula. Guerra sucia contra la candidata del Partido Socialista, que en el comienzo de la contienda disfrutaba de un favoritismo tan inesperado que le valió el sobrenombre de “Huracán”. Un huracán venido a ventolera.

Neves, quien tratará de revertir, o tal vez pactar, esa primera noción en la que Silva viera incompatibles sus programas de gobierno, llega con todo su pasado como ilustre político del estado de Minas Gerais, donde él y su familia se han erigido como continuos representantes de lo público. Desde los mejores tiempos de su abuelo, Tancredo Neves, quien ganara la Presidencia en 1985, aunque no alcanzara a ejercerla por enfermedad y muerte, el joven economista ya lo acompañaba como miembro de la comitiva oficial. Conoció entonces a Ronald Reagan, al papa Juan Pablo II, a François Mitterrand y al rey Juan Carlos de España. Así se fue formando hasta dar el salto en nombre propio como diputado por su estado y obtener en 1998 la votación más alta registrada para su cargo.

La presidenta Dilma Rousseff se enfrenta ahora al dirigente que “rejuveneció” al Partido Socialdemócrata de Brasil, que recibió excelentes credenciales a su paso por la gobernación de Minas Gerais (2003-2010) y que llena sus discursos de constantes referencias a la ética y la transparencia de los gobernantes. Al rememorar su pasado como diputado y senador, en la prensa se refleja que él fue uno de los grandes defensores de la ley que modificó la inmunidad de los legisladores frente a delitos menores y en un pasado mucho más reciente no ahorró críticas contra los escándalos de corrupción en el seno del Partido de los Trabajadores. Rousseff, todavía favorita para mantenerse al frente del país, carga con el lastre de haber tenido que sufrir siete bajas en su gabinete original por cuenta de tramas que resultaban en millones y millones de reales extraviados de su destino.

A las posturas y discursos de Aécio Neves tampoco les han faltado opositores, como si en la política no existieran los inocentes y la corrupción fuera el estrado común de quienes dirigen. El candidato socialdemócrata fue procesado por desviar 4,3 millones de reales de recursos destinados a la salud en sus tiempos de gobernador y sus adversarios llaman la atención en casos puntuales de su gestión en Minas, como el hecho de haber construido cinco aeropuertos en ciudades de menos de 25.000 habitantes, colindantes con los terrenos que demarcan su hacienda personal.

El 26 de octubre será el día de decidir entre la continuidad de Rousseff o el retorno de los socialdemócratas, a quienes no les falta tradición en el despacho presidencial.

 

 

dalarcon@elespectador.com

@Motamotta

Por Diego Alarcón Rozo

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