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                                                                                                                              El retorno de las langostas que cubrieron el cielo de África

                                                                                                                              Después de pasar por Yemen, un país consumido por la guerra, las langostas llegaron a Somalia, el sur de Etiopía y el norte de Kenia, en enjambres del tamaño de unos 250 campos de fútbol; devastaron todo a su paso.

                                                                                                                              Patricia Martínez / Efe

                                                                                                                              Un hombre corre a través de una nube de langostas del desierto en Kitui, al este de la capital Nairobi (Kenia). / EFE

                                                                                                                              Saltan, caen, se dejan empujar por el viento. Ansían el cielo. Los vástagos de los millones de langostas que en los últimos meses diezmaron pastos y cultivos en el Cuerno de África están a punto de alzar el vuelo; amenazando la subsistencia en una región golpeada por la crisis climática. A finales de 2019, inusuales tormentas e inundaciones en las costas del mar Arábigo, precedidas por la irrupción de cinco ciclones tropicales ligados al rápido calentamiento de las aguas del océano Índico, sirvieron de caldo de cultivo para la proliferación en masas de estos insectos.

                                                                                                                              Llegados desde un Yemen consumido por la guerra, estos migrantes voladores invadieron entonces áreas húmedas de Somalia, el sur de Etiopía y el norte de Kenia en enjambres de un tamaño medio de unos 250 campos de fútbol; devastando a su paso los pastos de los que dependen millones de pastores nómadas. Langostas del desierto rosáceas que, incluso, llegaron donde no se existe.

                                                                                                                              Ver más: El mundo no es como lo pintan... La ciudad más limpia del mundo está en Ruanda

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                                                                                                                              Un "no-país" en el que, dicen sus habitantes, salvo cuando llegan las langostas o las sequías -y a diferencia de su hermana Somalia, de la que se separaron unilateralmente en 1991 tras la caída del dictador Siad Barré y años de sangre y masacres-, se puede mascar khat (estimulante vegetal muy usado en la región) con calma y respirar una paz calurosa.

                                                                                                                              Catástrofe humanitaria

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                                                                                                                              "Somalilandia recibe cada año langostas (durante los meses de invierno), pero en esta ocasión ha sido mucho peor", enfatiza en la capital de Hargeisa el ministro regional de Agricultura, Ahmed Muumin Seed, consciente de que, si no se actúa ahora, estas jóvenes langostas formarán en abril nuevos enjambres, se reproducirán y sus huevos eclosionarán antes de junio.

                                                                                                                              Ver más: Las patrullas de mujeres que luchan contra la caza en Zimbabue

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              "Ten en cuenta que un enjambre de un kilómetro cuadrado contiene entre 40 y 80 millones de langostas y cada una de ellas ingiere unos dos gramos de alimento", detalla a Efe Keith Crissman, oficial superior para la previsión de la langosta de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

                                                                                                                              "Esto significa que un enjambre del tamaño de Barcelona comerá en un solo día lo mismo que sus (más de cinco millones de) habitantes en 48 horas", continúa el especialista.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              La FAO cuenta en la costa de Somalilandia -así como en otros puntos del este de África- con misiones de vigilancia y fumigación a fin de contener esta nueva generación de ninfas, que amenaza 1,2 millones de acres de tierra o, lo que es lo mismo, cuatro veces el área de la ciudad de Nueva York.

                                                                                                                              "Moriremos juntos"

                                                                                                                              A pocos kilómetros del árbol bajo el que Aarinte rememora el día-que-se-hizo-noche, tras atravesar un camino moteado de camellos y espinosas acacias, se vislumbra una verdosa explanada en la que pequeñas langostas se mueven nerviosas, saltan y aletean de un arbusto a otro con la efervescencia propia de quienes acaban de llegar al mundo.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Ver más: Sudáfrica y la ciudad que se salvó de quedarse sin agua

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Aquel año, Aarinte dejó de ser apodado "El acaudalado", tras perder en apenas tres adustos meses todas sus posesiones: 1.500 ovejas, 50 camellos y 20 burros, para convertirse, junto a otras 400 familias de su área, en un desplazado climático más.

                                                                                                                              "Cuando falte el alimento, los animales y nosotros moriremos juntos. Ya ha sucedido antes", medita Aarinte, que explica el apego cultural somalí de no vender las cabezas de ganado hembra incluso en momentos de necesidad.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Un hombre corre a través de una nube de langostas del desierto en Kitui, al este de la capital Nairobi (Kenia). / EFE

                                                                                                                              Saltan, caen, se dejan empujar por el viento. Ansían el cielo. Los vástagos de los millones de langostas que en los últimos meses diezmaron pastos y cultivos en el Cuerno de África están a punto de alzar el vuelo; amenazando la subsistencia en una región golpeada por la crisis climática. A finales de 2019, inusuales tormentas e inundaciones en las costas del mar Arábigo, precedidas por la irrupción de cinco ciclones tropicales ligados al rápido calentamiento de las aguas del océano Índico, sirvieron de caldo de cultivo para la proliferación en masas de estos insectos.

                                                                                                                              Llegados desde un Yemen consumido por la guerra, estos migrantes voladores invadieron entonces áreas húmedas de Somalia, el sur de Etiopía y el norte de Kenia en enjambres de un tamaño medio de unos 250 campos de fútbol; devastando a su paso los pastos de los que dependen millones de pastores nómadas. Langostas del desierto rosáceas que, incluso, llegaron donde no se existe.

                                                                                                                              Ver más: El mundo no es como lo pintan... La ciudad más limpia del mundo está en Ruanda

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              Un "no-país" en el que, dicen sus habitantes, salvo cuando llegan las langostas o las sequías -y a diferencia de su hermana Somalia, de la que se separaron unilateralmente en 1991 tras la caída del dictador Siad Barré y años de sangre y masacres-, se puede mascar khat (estimulante vegetal muy usado en la región) con calma y respirar una paz calurosa.

                                                                                                                              Catástrofe humanitaria

                                                                                                                              "Todo lo arrasaron a su paso", recuerdan los vecinos de Geerisa, quienes intentaron ahuyentar a estos voraces insectos con una cacerolada mientras observaban con resignación como el pasto destinado a sus animales iba desapareciendo, y con él, su principal medio de subsistencia.

                                                                                                                              "Somalilandia recibe cada año langostas (durante los meses de invierno), pero en esta ocasión ha sido mucho peor", enfatiza en la capital de Hargeisa el ministro regional de Agricultura, Ahmed Muumin Seed, consciente de que, si no se actúa ahora, estas jóvenes langostas formarán en abril nuevos enjambres, se reproducirán y sus huevos eclosionarán antes de junio.

                                                                                                                              Ver más: Las patrullas de mujeres que luchan contra la caza en Zimbabue

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              "Ten en cuenta que un enjambre de un kilómetro cuadrado contiene entre 40 y 80 millones de langostas y cada una de ellas ingiere unos dos gramos de alimento", detalla a Efe Keith Crissman, oficial superior para la previsión de la langosta de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

                                                                                                                              "Esto significa que un enjambre del tamaño de Barcelona comerá en un solo día lo mismo que sus (más de cinco millones de) habitantes en 48 horas", continúa el especialista.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              "Moriremos juntos"

                                                                                                                              A pocos kilómetros del árbol bajo el que Aarinte rememora el día-que-se-hizo-noche, tras atravesar un camino moteado de camellos y espinosas acacias, se vislumbra una verdosa explanada en la que pequeñas langostas se mueven nerviosas, saltan y aletean de un arbusto a otro con la efervescencia propia de quienes acaban de llegar al mundo.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Ver más: Sudáfrica y la ciudad que se salvó de quedarse sin agua

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Aquel año, Aarinte dejó de ser apodado "El acaudalado", tras perder en apenas tres adustos meses todas sus posesiones: 1.500 ovejas, 50 camellos y 20 burros, para convertirse, junto a otras 400 familias de su área, en un desplazado climático más.

                                                                                                                              "Cuando falte el alimento, los animales y nosotros moriremos juntos. Ya ha sucedido antes", medita Aarinte, que explica el apego cultural somalí de no vender las cabezas de ganado hembra incluso en momentos de necesidad.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              "¡Sólo Alá puede salvarnos, no hay nada que podamos hacer más que rogar a Alá!", exclama entre gestos grandilocuentes apuntando con sus manos, ojos y barba anaranjada por la henna a un cielo sofocante, por ahora, libre de langostas. 

                                                                                                                              Por Patricia Martínez / Efe

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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