El país africano está sumido en combates armados entre el Ejército y un poderoso grupo de paramilitares, que han dejado al menos un centenar de civiles muertos. En la capital, Jartum, envuelta el lunes con un fuerte olor a pólvora y privada parcialmente de agua y electricidad, los habitantes estaban atrincherados en sus casas. Un espeso humo negro se eleva del centro de la ciudad, donde se encuentran las instituciones políticas y militares.
Los pocos supermercados abiertos advirtieron que solo podrán seguir funcionando unos días más, debido a la falta de suministros, y los hospitales que atienden a los heridos se están quedando sin insumos. La violencia estalló el sábado tras semanas de tensiones entre los dos generales que protagonizaron el golpe de octubre de 2021, que puso fin a la transición de Sudán hacia un gobierno civil: el jefe del Ejército, Abdel Fatah al Burhan, y el jefe de los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), Mohamed Hamdan Daglo.
Desde entonces, no cesan los combates con armas pesadas y la aviación bombardea regularmente los cuarteles de las FAR, incluso en pleno centro de Jartum. Estos exmilicianos de la guerra en la región de Darfur, convertidos en auxiliares oficiales del Ejército, están desplegados en la capital, vestidos con uniformes y armados, y luchan para tomar el control de las principales instituciones del país.
Sin una tregua a la vista, médicos y organizaciones humanitarias dieron la voz de alarma y se multiplican los llamados internacionales a un cese inmediato de la violencia.
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