Ensordecedor silencio europeo frente a Cataluña

La actitud pilatesca de las instituciones europeas sobre la crisis catalana y española es otro gran error de la Unión Europea

Massimo Di Ricco
21 de noviembre de 2017 - 12:00 a. m.
Cataluña irá a las urnas el próximo 21 de diciembre. / AFP
Cataluña irá a las urnas el próximo 21 de diciembre. / AFP

Pocos minutos después de la tumultuosa e improvisada votación para la creación de la nueva República Catalana, los diputados independentistas se reunieron fuera del Congreso junto con alrededor de 300 alcaldes de diferentes municipios catalanes para celebrar el histórico acontecimiento. En medio de apretones de manos, sonrisas y abrazos, el cantante y miembro del Parlamento catalán Lluìs Llach colgó una bandera de Naciones Unidas junto con otra que pedía libertad para los dos representantes de los movimientos independentistas encarcelados en Madrid. La bandera europea no encontró ni un rinconcito en la foto de grupo histórica que muchos independentistas catalanes recordarán durante décadas. Nadie se acordó traerla o nadie quizás se atrevió a sacarla.

Los independentista catalanes pidieron por meses ayuda e intermediación a los líderes de la Unión Europea, los muros de Barcelona se llenaron de papeletas que reclamaban la pertenencia de Cataluña a Europa, pero nunca recibieron respuestas concretas, o por lo menos no las que esperaban. Al ruidoso silencio se le acompañaron declaraciones de apoyo incondicional a las instituciones españolas. La brutalidad de la Policía Nacional sobre los votantes en el referéndum del 1 de octubre, fue recibida con una declaración de la Unión Europea que consideró que el referéndum en Cataluña era simplemente ilegal y que “la violencia nunca puede ser instrumento para hacer política”. Muy poco para muchos catalanes.

Los líderes independentistas catalanes pidieron ayuda en la mediación con Madrid también después de la detención de "Los Jordis", dos líderes independentistas de la sociedad civil acusados ​​de sedición. Aún siguen en la cárcel, nadie dijo nada. El mismo movimiento de la sociedad civil, Omnium Cultural, invocó Europa en el melodramático y teatral video "Ayuda Cataluña, salva Europa", destacando sus valores como ciudadanos europeos. Después de la votación para la creación de la República de Cataluña, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, twiteó que "para la UE nada cambia. España sigue siendo nuestro único interlocutor". El presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker reiteró en varias ocasiones que cualquier "intervención de la UE crearía mucho más caos”.

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Pero la apática actitud de las instituciones europeas sobre una crisis que es tanto española como europea puede tener posibles consecuencias negativas a largo plazo para la misma unión. Por un lado, la falta de intermediación de la UE deja el campo libre a los nacionalistas de ambos lados, españoles y catalanes, que usan la polarización y radicalización del enfrentamiento como arma política para mejorar su posición frente a la nueva ronda electoral prevista para el 21 de diciembre. Elecciones que probablemente no resolverán el problema.

En una situación tan polarizada, entre narrativas de falta de libertad y represión por un lado, acusaciones de traición y sedición por el otro, tanto las fuerzas nacionalistas como las más conservadoras probablemente saldrán de las próximas elecciones con aún más fuerza. Al no apoyar realmente el diálogo o los movimientos políticos catalanes y españoles que lo piden, los lideres de la UE están contribuido a marginarlos. Lo que puede ser un grave error, porqué tanto la polarización así como la alienación de los que piden diálogo permitieron también la emergencia pública de movimientos de extrema derechas y con características símiles a los que surgieron en otros países europeos como Polonia, República Checa, Austria o Hungría, verdadera piedra en los zapatos de los burócratas de la unión.

Las demostraciones de los unionistas españoles contra la independencia catalana han sido el escenario para ultras, aficionados radicales del ex dictador Franco y grupos fascistas para atacar violentamente a migrantes, simpatizantes de la independencia y medios locales, y cantar al aire libre himnos franquistas. La aparición en España también de grupos fascistas con buenas posibilidades de obtener escaños políticos en los parlamentos locales o nacionales sería otro problema innecesario para la UE.

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En la actual crisis española, las instituciones y los líderes europeos deberían intervenir, no para tomar partido, sino para empoderar las fuerzas del diálogo silenciadas por el ruido de los nacionalismos radicales opuestos. La presencia de Puigdemont y cuatro exconsejeros en Bélgica debería verse desde Europa como una oportunidad para reorientar su postura. Por el momento algunas fuerzas independentistas siguen pidiendo ayuda a Europa, otros al contrario como mis vecinos pintaron en la bandera de Europa que tienen colgada en el balcón desde hace meses  la escrita shame, vergüenza.

Doctor en estudios culturales, analista de política internacional y fundador de @uicly, un proyecto de acercamiento crítico a la información internacional

 

 

Por Massimo Di Ricco

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