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El pasado 20 de octubre, cuando el grupo vasco Eta anunció en un comunicado el “cese definitivo” de su actividad terrorista, la primera llamada que recibió Jesús Eguiguren, el principal negociador con el grupo ilegal, fue la de su hija Adriana, radicada en Colombia. “Aita, estoy orgullosa de ti”, le dijo ella. Entonces supo que el esfuerzo de los últimos diez años había valido la pena.
Su esposa, Rafaela Romero, también líder social, escribió en Facebook: “No puedo olvidar que lo intentó, que trabajó, que renunció, que sufrió y que siempre nos tendrá”. Se refería al largo proceso en el que Eguiguren “se jugó la vida” y fue acusado de “ingenuo”, de idiota útil del terrorismo, en especial el 30 de diciembre de 2006, cuando Eta explotó un carro bomba en la terminal 4 del aeropuerto internacional de Madrid, causando la muerte a dos personas y heridas a 20 más, a pesar de haber pactado un “alto el fuego”.
El proceso se suspendió y tardó casi cinco años en rehacerse. Sin embargo, el vasco, nacido hace 57 años en “el centro del huracán”, perseveró, así en el País Vasco lo consideren “españolista” y “proetarra” en España.
Uno de sus principales contradictores es su paisano, el escritor Fernando Savater, que no cree en “el cambalache secreto que se trajeron Jesús Eguiguren y los etarras”. Incluso, hay opositores, como la Asociación de Víctimas del Terrorismo, dispuestos a acusarlo penalmente por “colaboración terrorista”, en España y ante la justicia de Estados Unidos, que incluyó a los cabecillas de Eta en la lista de terroristas más buscados. Él Se considera “un vasquista incomprendido”, sin pelos en la lengua, “cabreado” porque se haya dudado tanto de su papel, cansado de tantas presiones; de cargar en hombros decenas de ataúdes de amigos asesinados por Eta, como el exedil Isaías Carrasco; pero satisfecho con “la misión cumplida”. Claro que hasta que los anuncios se hagan realidad durante el gobierno del presidente español Mariano Rajoy, mantendrá vigente su disposición mediadora y su lema de “violencia jamás”.
Sus seguidores políticos ya lo candidatizan al Premio Nobel de la Paz. Por todo, un caso similar al de Piedad Córdoba. Es el marco de un proceso que, según le dijo Eguiguren a El Espectador, tendrá efectos en Colombia. Su experiencia la condensó en un libro de editorial Aguilar bajo el subtítulo “Confesiones del negociador”.
¿Qué opina de que su libro ‘Eta. Las claves de la paz’ esté sobre el escritorio del presidente Juan Manuel Santos?
Me siento no sólo honrado, sino abrumado. Y muy feliz, en la medida en que veo que un libro destinado a hablar de cuáles han sido las claves para traer la paz a mi país pueda servir de referencia a un presidente que se ha tenido que enfrentar a una situación de violencia de mucha mayor gravedad que la vivida por Euskadi durante tanto tiempo.
¿Qué tan cerca está de Colombia?
Puedo decir sin faltar a la verdad que es prácticamente mi segundo país. Lo he visitado varias veces y he tenido la oportunidad de establecer importantes lazos afectivos. Entre otras razones, porque tengo allí trabajando a una hija en tareas de cooperación y más de una vez me ha dicho que le gustaría seguir viviendo en Colombia.
¿Cómo analiza nuestro conflicto?
He estudiado con detenimiento el caso de Colombia y por eso siento un gran respeto por la política que ha llevado a cabo el presidente Santos frente a la guerrilla. Los hechos están demostrando que tenía razón y que lo que hacía era lo correcto; y que, cuando se tienen ideas claras y se mantienen hasta el final, sin ceder a presiones ni a quiebros oportunistas, se consiguen los objetivos. Y estoy convencido, además, de que, con la misma determinación con que ha sabido combatir la violencia ilegítima de la guerrilla, sabrá, en su momento, conducir al país para encauzar sus problemas, que siempre tendrán mejor resolución en un clima de paz civil.
¿Qué puntos en común habría entre una paz con Eta y una con la guerrilla?
Con independencia de que las circunstancias que dieron origen a las Farc y a Eta han sido distintas, hay algo en común que caracteriza a los movimientos armados antisistema en el mundo globalizado en que vivimos: es su inviabilidad como germen de un gobierno o de un sistema político distinto. Y, por tanto, el hecho de que están abocados al desistimiento final, con tal de que los gobiernos que los combaten lleven a cabo políticas correctas. Eta ha acabado renunciando a la acción terrorista. Ahora las Farc parecen seguir sus pasos y anuncian que no llevarán a cabo más secuestros. Ahora, tanto a Eta como a las Farc les queda dar el último paso: el de anunciar su disolución.
¿Cómo define a la guerrilla colombiana?
Como un movimiento mesiánico y totalitario que, por la irrealidad de sus objetivos, está destinado a desaparecer.
¿La ve como un grupo terrorista?
Es algo evidente. Y por eso lo más revolucionario y más de izquierda que puede hacer es disolverse.
¿Qué significó para usted haber negociado, a nombre del gobierno español, la paz con Eta?
Un gran privilegio, que asumo con gratitud y orgullo. No acabaré nunca de agradecer al presidente Rodríguez Zapatero haber confiado en mí para llevar adelante esta empresa. Una empresa que fue un fracaso táctico (porque la tregua de Eta se rompió), pero acabó convirtiéndose en un acierto estratégico, porque supuso una deslegitimación social muy importante de quienes apoyaban a Eta; lo que acabó obligando a la izquierda abertzale a rechazar el terrorismo, a optar por las vías democráticas y, finalmente, a hacer desistir a Eta de su acción violenta.
¿Qué tan sólida ve esa paz a futuro?
Convendría precisar, en primer lugar, que la decisión de Eta de abandonar el terrorismo ha tenido un carácter unilateral. Ha tomado su decisión a cambio de nada. Y lo ha hecho porque ha acabado asumiendo que su ciclo había terminado. En cuanto a la solidez de esta decisión, parece que está ampliamente reconocida, incluso por parte del actual gobierno de España, presidido por Mariano Rajoy, cuando su ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, asegura que no hay datos que permitan sospechar que Eta se esté preparando para volver a su actividad terrorista. Ahora lo que hace falta es altura de miras y liderazgo de las instituciones para conseguir dos objetivos básicos: la convivencia y reconciliación entre los vascos y la integración de quienes apoyaban al terrorismo en el sistema democrático. Y ese esfuerzo de liderazgo institucional debe ser especialmente importante en Euskadi, porque el problema que ha supuesto Eta no deja de ser en lo fundamental un problema de vascos que debe ser resuelto entre vascos.
¿Cuál fue el momento más difícil?
Cuando comprobamos, por la vía de los hechos, que la tregua de Eta, tan laboriosamente trabajada, se acababa rompiendo con el atentado de la T-4 en Barajas, en aquellas fatídicas navidades de 2006.
El exjuez español Baltasar Garzón asesora a Colombia en materia de justicia y paz. ¿Usted estaría dispuesto a hacer algo parecido en caso de un proceso de paz con la guerrilla?
No tendría el más mínimo inconveniente en hacerlo. Estaría encantado y me sentiría honrado si pudiera tener la oportunidad de entrevistarme con el señor presidente. Primero, para conocerle y aprender de su propia experiencia. Y para poder asesorarle, si me lo pidiera, en lo que ha sido nuestro proceso de paz. Seguro que aprenderíamos ambos, y mucho, el uno del otro.
¿España está en capacidad de ofrecer una mediación en Colombia como la de Francia en el caso de Eta?
No lo vería descabellado, en el supuesto de que su ayuda fuera solicitada por las autoridades colombianas. Si España, en tiempos de Felipe González, fue sede de una Conferencia de Paz para Oriente Próximo, ¿por qué no podría jugar un papel en la resolución de un conflicto de un país hermano?
¿Qué cambia entre negociar con un grupo urbano como Eta y uno guerrillero que se mueve en las ciudades y en la selva?
Los contextos sociales en que se desenvuelven Eta y las Farc son muy diferentes y que, por tanto, la resolución de ambos conflictos requiere estrategias y contenidos diferentes. Sería presuntuoso por mi parte indicar por qué derroteros debería discurrir el presidente de Colombia para abordar esta situación. Lo que sí conviene tener claro en todo momento son los principios que se quieren defender, las estrategias que se quieren sacar adelante y las líneas rojas que nunca se deben traspasar para el cumplimiento de los objetivos propuestos. Creo que todo esto se ha observado, tanto en Euskadi como en Colombia, y como consecuencia de ello, el terrorismo ha acabado desistiendo o está, como en Colombia, en camino de desistir.
En Colombia está demostrada la relación Farc-Eta a. ¿Qué sabe de ella?
Desconozco este asunto en detalle. No creo, de todas formas, que esta relación haya sido muy determinante en la acción de las Farc ni tampoco especialmente eficaz para los intereses de la guerrilla.
¿Afecta a las Farc la rendición de Eta?
Supongo que de manera importante. Es muy posible que las Farc, finalmente, se hayan acabado viendo en el espejo de Eta, para vivir ambos la misma experiencia: la de ir preparando su final, una vez comprueban que el Estado les cortó las salidas.
¿Qué mensaje le envía a la guerrilla?
Que sus miembros se reinserten en la sociedad colombiana y aprovechen las oportunidades que se les ofrecen desde el Estado antes de que sea demasiado tarde.
¿Visualiza el fin de la guerra en Colombia?
En la medida en que la guerrilla se vaya debilitando y perdiendo su razón de ser y vaya perdiendo apoyos internacionales y aumente el rechazo social en su propio país; y en la medida en que le vaya afectando el desprestigio creciente del terrorismo en el mundo… En la medida en que vayan ocurriendo todas estas cosas, se irá abriendo camino en sus filas la idea de caminar hacia el desistimiento, aunque la recubran o la justifiquen con su propia retórica.
¿El Jesús Eguiguren de hoy es otro?
No me siento diferente. Sigo manteniendo las mismas actitudes. He adquirido desde hace mucho la costumbre de evolucionar con mirada abierta y en contacto con la realidad. Evidentemente, la experiencia vivida en mis contactos con Eta me ha marcado humanamente. Y he pasado por momentos de incomprensión y de soledad, que se han visto luego recompensados por el apoyo social que he venido recibiendo. Empezando por el de mi hija Adriana. Y ya comprenderá que, para mí, este fue mi mayor motivo de satisfacción, el más dulce. El que, de alguna forma, explica, justifica y compensa el motivo de todos los trabajos que he llevado a cabo desde la política para que en Euskadi tus propios hijos pueden vivir en la sociedad en la paz que tú no has podido conocer. Me siento muy en paz con lo que he venido haciendo, muy arropado y muy gratificado. Como político, no puedo pedir más.
* * *
Jesús Eguiguren admite que Eta es un animal peligroso que se mueve lento. Incluso no descarta algún atentado. Pero aguarda confiado en que un día se sellará la paz, en que habrá una constitución vasca que no entre en contradicción con la española. Mientras le llegan noticias definitivas, publicará una novela de amor inspirada en el poeta vasco Guillermo Bizcarrondo.
Intelectuales piden a Santos solución política al conflicto
Con el siguiente comunicado, un grupo de intelectuales hispanoamericanos y europeos le piden hoy al presidente Juan Manuel Santos diálogos de paz con las Farc:
“El conflicto interno en Colombia lleva casi seis décadas, convirtiéndose en uno de los más antiguos del mundo, junto con el de Palestina y el de Cachemira. En esta confrontación, la población civil ha sido la primera víctima. Según las cifras que manejan las organizaciones de derechos humanos, nacionales e internacionales, son más de 60 mil los detenidos-desaparecidos, ocho mil presos políticos, cientos de fosas comunes, cinco millones de campesinos, indígenas y afrodescendientes violentamente desplazados de sus tierras en los últimos diez años y miles de asesinatos políticos cada año. Instancias internacionales, como la ONU, señalan al Estado, junto a sus grupos paramilitares, como los máximos responsables de tal violencia. La insurgencia, representada en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc, y el Ejército de Liberación Nacional, Eln, aunque en una muy mínima proporción, también tiene su responsabilidad. Al analizar la historia política del país, se puede afirmar que la guerrilla es consecuencia y no causa de una guerra que tiene raíces económicas, políticas y sociales. También se constata que desde hace 30 años la insurgencia ha insistido en una salida política negociada al conflicto. En los intentos de diálogo que ya se han realizado, los sucesivos gobiernos han utilizado pretextos para romper y no avanzar en la búsqueda de una paz con dignidad. El asesinato de comandantes de las Farc, y la persecución con el mismo fin de los del Eln, está encaminado a bloquear las demandas de una negociación. Igualmente hemos sido testigos de las grandes movilizaciones realizadas por extensos sectores del pueblo colombiano clamando y exigiendo una salida política que lleve a la paz con justicia social. En los últimos meses el gobierno colombiano repite que el conflicto sólo concierne a los colombianos. Pero resulta fácil comprobar, observando la geopolítica, que esto no es así, pues por múltiples razones ya incumbe a la región y al continente. Igualmente, al repasar la historia se constata que Estados Unidos tiene una gran responsabilidad en su recrudecimiento, al pretender convertir a esta nación en una base militar continental, con el fin de contener los proyectos democráticos que se desarrollan en América Latina, mientras que instancias regionales como la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur, han proclamado a la región como un territorio de paz. Por lo anterior, hacemos un llamado al gobierno de Colombia y, por extensión, al de Estados Unidos, para que escuchen al pueblo colombiano, y se acepte la propuesta de la insurgencia para buscar una solución política negociada al conflicto. Convencidos estamos de que la salida es política y no militar”.