En una ceremonia celebrada en la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores en Bogotá, en la que se debatirá la incorporación a Unasur de un Consejo Electoral y un Consejo de Seguridad Ciudadana, Justicia y Coordinación de Acciones contra la delincuencia organizada trasnacional, el exministro venezolano Alí Rodríguez recibirá la secretaría de Unasur que ocupó María Emma Mejía hasta este lunes. Mejía le cuenta a El Espectador que, aunque se ha logrado consolidar un organismo multilateral fuerte, quedan pendientes logros en cuanto al cuidado del medio ambiente y las iniciativas ciudadanas.
¿Qué fue lo más difícil de asumir el trabajo en una organización incipiente y con tantas divergencias ideológicas?
Cuando se mencionó la posibilidad de que el presidente Santos me postulara para Unasur, empecé a preguntar qué era ese ente más allá de los debates agresivos que veía en televisión, y descubrí que era un organismo multilateral con un sueño muy grande: la paz de la región. Al empezar hacía falta desarrollar la institucionalidad, eso suena menos flamboyante que la paz política, pero había que hacer los estatutos, el reglamento, tener presupuesto, sede, funcionarios, poner el engranaje a andar y pensar qué es la integración. La canciller me prestó unos dolares mientras tanto, porque no teníamos nada. Uno de los grandes logros fue la institucionalidad, hoy Unasur es un referente político internacional, somos el primer organismo multilateral del siglo XXI reconocido como observador en la ONU y no existe otro organismo con esa nueva visión de multilateralismo positivo, con una concepción de región donde, una vez conseguida la paz política, la integración real llega muy fácil.
¿Qué le faltó hacer en su gestión?
Me hubiera gustado avanzar más en las iniciativas ciudadanas. Hay mucho interés de asociaciones juveniles y programas con metodologías tipo ONU, y trabajar el papel del sindicalismo, que es importante en otros organismos regionales. Vamos a ver si hoy aprueban los cancilleres una propuesta de iniciativas comunes de los consejos, para que cuenten con un rubro importante para proyectos como, por ejemplo, la creación en el Chaco de emisoras publicas indígenas que se comunican en la frontera entre Argentina y Paraguay, y que pueden tener su réplica en emisoras comunitarias en la frontera entre Colombia y Ecuador. Eso me parece importante. El gran desafío que queda es el manejo de los recursos naturales. Ese es el fuerte de Alí Rodríguez y también es el fuerte de Suramérica, hay que trabajar en la soberanía y gobierno de la riqueza ambiental de la región.
Ecuador acaba de proponer la creación de una Corte Penal de Unasur. ¿Es viable la iniciativa?
Eso no se ha discutido en Unasur. Sin embargo, sí se constituyó un grupo de trabajo que recomendaron los cancilleres en Asunción en marzo y tuvo su primera sesión la semana pasada. La idea es que Unasur trabaje la democracia y los derechos humanos. Mercosur es muy sólido en este tema, la comunidad andina tiene el Tribunal Andino, que también es fuerte, pero creemos que es importante tener una instancia, aunque no sabemos muy bien de qué tipo, para fomentar, ampliar y transversalizar el tema de derechos humanos. Está por verse qué tipo de organismo, aunque no creo que vaya a tratarse de una corte.
Que esa propuesta venga de Venezuela es interpretado por muchos como un intento más de la Alba por desmarcarse o excluir a la OEA y su Corte Interamericana de Derechos Humanos...
Ecuador fue el primero que lo propuso. No siento que en ningún momento haya una intención de separarnos del Sistema Interamericano, eso es decisión soberana de cada estado. Lo acordado en la OEA es un plazo de seis meses a un año para mirar qué reformas son necesarias. Lo que nos sugieren es apoyar lo que se viene haciendo sin coartar los alcances de otros organismos.
Además de la creación de esa instancia, ¿qué otras medidas se hacen necesarias para prevenir y trabajar contra la delincuencia transnacional?
La decisión que tomaron los ministros de Justicia, Interior y Defensa en Cartagena tuvo una acogida sorprendente. Es tan grave la situación de delincuencia transnacional y seguridad ciudadana o pública, que ya traspasa las fronteras y se hace necesario el consenso. Hay todo un nuevo debate de la participación de los ejércitos en la seguridad, en Ecuador empieza a presentarse un debate interesante de hasta dónde debemos ir con el ejército. Hay un proyecto de estatutos que se presentó el sábado. En julio se vuelve a reunir ese grupo de trabajo. La recomendación de los cancilleres es crear un Consejo de Seguridad Pública o Ciudadana y delincuencia organizada trasnacional, que determine cómo cooperar frente a los delitos transnacionales. Ya hay una certeza que antes no había: el problema no se puede abordar individualmente, sino como región.
El Libro Blanco del Gasto Militar fue un importante logro de su gestión. ¿Consiguió reducir las desconfianzas entre naciones por la carrera armamentista? ¿Qué efectos ha tenido esa publicación?
Cada país se sorprende de estar de segundo, tercero, primero... ha suscitado un sano debate transparentar esos temas. Los ministerios de Defensa entran en una evaluación profunda de su metodología y se comparan con las otras naciones. Se ha acordado registrar el informe ante la ONU, eso no se ha hecho durante más de una década, aunque se supone que somos firmantes de una convención que nos obliga a presentar el informe de gasto militar periódicamente. La publicación, en materia de defensa, es uno de los grandes avances y una medida de confianza, una manera de garantizar una zona de paz y una de las decisiones políticas más importantes de Suramérica.
¿Cómo se debate en Unasur el problema de las drogas y qué campo se le está dando a la legalización?
Es posible que se mantengan independientes el Consejo de Drogas y el Consejo de la delincuencia organizada transnacional. Hay que ver qué dicen hoy los cancilleres. El Consejo de Drogas tiene una mirada desde la parte preventiva y los derechos indígenas, por eso exigía tener otro consejo dedicado a la delincuencia. No ha habido debate de legalización en Unasur, pero no hay miedo a debatir. Por el momento la discusión es de prevención, salud pública y derechos de los pueblos originarios.
Muchos analistas dicen que hay un exceso de cumbres en Suramérica y que son poco eficientes. ¿Cuáles de esos organismos regionales valen la pena y cuáles no?
Yo compartía esa tesis, pero ahora ha cambiado mi reflexión. Uno ve el ejemplo europeo: se reúnen cada semana, eso se exige cuando se busca lograr posiciones regionales en casi todos los aspectos. Es imprescindible reunirse, cuando uno se reúne afloran decisiones importantes. Hay confrontación y miradas distintas, es la única forma de hacer política pública regional.
La Unión Europea está en una grave crisis, ¿Suramérica debería inspirarse aún en ese modelo?
No son épocas de inspirarse en Europa. Repensaría el tema de una moneda única, que en algún momento se planteó, pero es bastante difícil. Diría que el exceso de soberanía europea versus las propias naciones nos deja lecciones por aprender. Hay una extraterritorialidad, una sobreranía que a veces creo que no es el camino. Esto nos hace repensar si nuestro modelo es mejor, porque seguimos siendo naciones sin la fuerza tan vinculante de la Unión Europea que toma decisiones por encima de los estados. Uno admira Europa porque es producto de muchas guerras. Ahora nosotros no tenemos la estrella polar como norte, nos miramos más a nosotros mismos, hacemos doctrina en defensa, en economía, en salud, en lucha contra la delincuencia transnacional.
¿Cómo ve el integracionismo de la izquierda latinoamericana?
Los debates ahora son menos ideológicos, aunque no se haya perdido la ideología propia de cada estado. Lo interesante es que hay un interés superior, en los debates tan duros de Unasur se logra cambiar posiciones. Pese a las diferencias hay una defensa de Suramérica y unos principios fuertes. Hay una Suramérica emergente que hoy piensa y no es sólo retórica política. Eso hace de Unasur un proceso integrador ejemplar.
Usted llevó a Unasur la capacidad conciliadora del gobierno Santos. Ahora llega un venezolano a la Secretaría General, ¿se volverá a radicalizar la posición contra EE.UU.?
A la canciller María Ángela Holguín y al presidente Santos les debemos en mucho el estado actual de Unasur. En ellos hay una decisión política integradora que no va a cambiar. Alí Rodríguez es un veterano internacionalista al que le tocó presidir la OPEP en el peor momento del mundo árabe, cuando estaban en la batalla del petróleo, y aún así los estados firmaban acuerdos. Ese espíritu ha primado en Unasur y va a continuar.
Dicen que suena para la Secretaría de Gobierno de Bogotá. ¿A qué se va a dedicar?
Si puedo seguir colaborando en temas internacionales, lo haré. Seguiré trabajando con Shakira en proyectos de educación para la primera infancia. Lo de la Secretaría de Gobierno son simples rumores. No me interesa esa tarea del ejecutivo. Por ahora me voy con la satisfacción del deber cumplido.