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Íngrid en la gala de los Nobel

Bono, el cantante del grupo U2, fue galardonado en París con el Premio de la Cumbre de la Paz, en el clímax de un congreso que reunió a dieciocho premios Nobel de la Paz y al que asistió la ex rehén de las Farc Íngrid Betancourt.

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Ricardo Abdahllah / Especial para El Espectador, París
12 de diciembre de 2008 - 11:00 p. m.
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“Soy un cantante, eso me permite recibir la atención del público sin hacer sacrificios. Estás personas han arriesgado sus vidas, perdido a sus amigos y familias e ido a prisión para que el mundo los escuche”. Con estas palabras, Bono aceptó su premio.

A pesar de la cancelación, por razones médicas, de la participación de Mijail Gorvachov, los invitados cumplieron con las sesiones de trabajo que pasaban por temas como la situación de la mujer, el acceso al agua y las estrategias para hacer de los derechos humanos un valor universal.

“Para evitar conflictos futuros, debemos pensar en el principio de los códigos de tránsito”, dijo Lech Walesa, premio Nobel de Paz polaco, sobre lo que debería ser el marco de las acciones mundiales por la paz. “Cada quien puede tener el carro que quiera, pero a la hora de manejarlo hay unas normas que tenemos que cumplir. Durante mucho tiempo pensamos que esas normas, digamos de conducción humana, debían ser cuestión de cada país, ahora sabemos que son cuestión de todos los países del mundo”.

“Es posible llegar a ese punto”, aseguró John Hume, político irlandés ganador del Nobel de Paz en 1998. Frerik De Klerk, Nobel sudafricano (1983), presentó durante la Cumbre dos estrategias a nivel mundial. La primera sería fomentar los valores democráticos en los países que no tienen una tradición en este sentido. “La razón es simple”, explica, “nunca dos democracias reales se han enfrentado entre sí en una guerra. Nuestro trabajo es promover la democracia donde no existe y mejorar las democracias existentes”.

Durante la Cumbre el gobierno de Barack Obama fue tantas veces asociado con la palabra ‘esperanza’ como el gobierno de Bush con la palabra ‘nefasto’. La colombiana Íngrid Betancourt fue invitada a pronunciar uno de los discursos inaugurales.  Una de las peticiones fue hacia las autoridades birmanas, para que dejen en libertad a la líder opositora Aung San Suu Kyi.

La gala terminó con un llamado del ex presidente checo Vaclav Havel y dos premios Nobel, Walesa y De Klerk, por la libertad en Venezuela.

Por Ricardo Abdahllah / Especial para El Espectador, París

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