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Se insiste sobre la importancia de Arabia Saudita, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido y Turquía en la guerra que se libra contra el Estado Islámico —Daesh en árabe— en Oriente Medio.
No obstante, en los últimos años, la influencia de Irán para detener el terrorismo suní ha crecido de la mano de acontecimientos como la llegada de Hasan Rohaní al poder y su reelección, algo que acercó al país a mínimos consensos con Occidente. De hecho, fue gracias a su empeño que se logró el acuerdo nuclear. Pero al territorio iraní también llegó el terrorismo.
Esto demuestra que el involucramiento de Teherán en Irak y en Siria no estaba exento de consecuencias.
Hace varios años, las autoridades de Teherán lo habían advertido. La estrategia saudita, que contaba con el apoyo de Washington (y que se ha robustecido desde la llegada de Donald Trump) y que consistió en armar a rebeldes suníes, que fueron debilitando a la mayoría chiita en el Estado fallido iraquí, se terminaría saliendo de cauce.
Lo más grave para Teherán es que, a diferencia de Al Qaeda, cuyo principal objetivo fue siempre el corazón del mundo occidental, el blanco por excelencia del Estado Islámico es la población chiita. En décadas pasadas, la principal amenaza contra el régimen iraní había sido el Irak de Sadam Hussein, por dos vías: por la represión contra la población chiita que Teherán ha tratado de preservar y por ataques directos como el que los llevó a la guerra a lo largo de los ochenta.
Y Estados Unidos representó siempre al enemigo externo, una tesis que ha variado de un gobierno a otro, pero que con la presidencia de Donald Trump ha cobrado vigor.
El 7 de junio, por primera vez, Daesh pudo atacar directamente territorio iraní, matando a 13 inocentes en lugares emblemáticos como el Parlamento, el centro de la ciudad y el mausoleo del imán Ruholá Jomeiní. Se trató de un atentado minuciosamente preparado por el grupo terrorista, que había intensificado su campaña de difusión entre la minoría suní (aproximadamente 15 % del total de los iraníes).
En mayo, el grupo terrorista suní Jaich Al Adl había asesinado diez guardias fronterizos. Pocas veces en la historia reciente, Irán había sido tan vulnerable a ataques desde adentro, con apoyo externo.
A Irán, de manera precipitada, se le acusa de expandir su proyecto chiita y se le fustiga por el apoyo incondicional al régimen de Bashar al Asad.
Se debe observar, sin embargo, que, a diferencia de otros países que han intervenido en Siria, Irán sí tiene comprometida su supervivencia por la guerra que allí se libra. En síntesis: apoyar a Damasco a través de los Guardianes de la Revolución es una forma de prevenir atentados como el ocurrido a comienzos de mes y de evitar una confrontación en territorio propio. No es una guerra en la que haya elegido participar.
* Profesor Universidad del Rosario.