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La reunión entre la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, y el presidente estadounidense, Joe Biden, se dio para discutir las preocupaciones comunes sobre la influencia china en la región del Pacífico, que pone sobre la mesa la necesidad de trabajar en temas como comercio, cambio climático y seguridad, así como para hablar sobre un dolor que comparten los dos países: la violencia masiva con armas de fuego.
Un primer ministro neozelandés no visitaba la Casa Blanca desde el 2014 y la llegada a la Oficina Oval de la actual mandataria se da en un momento en el que Nueva Zelanda pretende consolidar su influencia, a la par que China busca afianzar alianzas económicas y de seguridad con sus países cercanos, y en el que Estados Unidos vive el luto por los tiroteos de Buffalo y Texas. “Nuestra experiencia, por supuesto, en este sentido, es nuestra. Pero si hay algo que podamos compartir que sea de algún valor, estamos aquí para compartirlo”, aseguró Ardern.
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Los recientes sucesos en un colegio de Uvalde (Texas), donde fueron asesinadas a tiros 21 personas, y en un supermercado en Buffalo, donde murieron diez individuos, coincidieron con la visita de la primera ministra, recordando cómo ella logró vetar casi todas las armas semiautomáticas, incentivando la legislación a favor del control de armas, después de que 51 personas fallecieran en los atentados de Christchurch, en 2019. De ahí se entiende que Biden resaltara la habilidad de Ardern de “llevar a cabo un esfuerzo global para frenar la violencia y el extremismo”.
“Hay una expresión de un poeta irlandés que dice: ‘Un sufrimiento demasiado largo convierte el corazón en una piedra’. Bueno, hay mucho sufrimiento. Desafortunadamente, he estado en más secuelas de tiroteos masivos que, creo, cualquier presidente en la historia de Estados Unidos. Mucho de esto se puede prevenir y la devastación es increíble”, aseguró Biden, quien se enfrenta a unas tensiones históricas en el Congreso para legislar contundentemente sobre el acceso a las armas. En este contexto, le aseguró a Arden que quería trabajar de la mano con ella en el manejo del duelo y en la promoción de esfuerzos internacionales para frenar este tipo de violencia.
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