Semanas después de que se publicara la hoja de vida de Jorge Iván Ospina como primer embajador de Colombia en Palestina (operando desde Ramalá, Cisjordania), el exalcalde de Cali y exsenador por la Alianza Verde ratificó que ya se firmó el decreto de su nombramiento y pronto encabezará la primera misión diplomática colombiana en este territorio, reconocido como país desde el gobierno de Juan Manuel Santos.
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Con Ospina, el Gobierno sigue faltando a la promesa del presidente Petro de llegar al 50 % de paridad entre diplomáticos de carrera y sin carrera diplomática, teniendo en cuenta que, con la llegada del nuevo diplomático, el umbral queda apenas por encima del 30 %, aunque cumple el mínimo de ley. “El Decreto Ley 274, que es el que nos regula a nosotros, indica que solo un 20 % de los embajadores debe ser de carrera diplomática, lo cual es un porcentaje muy bajo a todas luces para los estándares modernos de las carreras diplomáticas en países similares al nuestro”, explica Julián Camilo Silva, presidente de la Asociación Diplomática y Consular de Colombia (Asodiplo).
Entre otras cifras que deja el nombramiento, aproximadamente el 70 % de los cargos diplomáticos designados por el Gobierno han sido ocupados por hombres. Esto, en palabras de David Castrillón-Kerrigan, docente de la Universidad Externado y analista en temas diplomáticos, “se aleja de esa promesa no solo de tener una equidad de género en los cargos del Gobierno, incluidos los diplomáticos, sino que también va en contra de la propuesta de tener una política exterior feminista que este Gobierno tanto ha promovido, pero que en este caso se queda muy, muy corta”.
El nombramiento de Ospina puede enfrentar, además, problemas similares a los que afronta el embajador designado ante Suecia, el exministro de Transporte Guillermo Reyes, cuyo decreto fue anulado por el Tribunal Superior de Cundinamarca ante varias solicitudes, presentadas entre otras por Asodiplo, por no cumplir los requisitos mínimos del Manual Específico de Funciones y Competencias Laborales del Ministerio de Relaciones Exteriores, que establece como mínimo la acreditación de un segundo idioma compatible con el país de misión.
“Comenzamos a pedir, hace relativamente poco, que Cancillería por favor nos dé los soportes y nos permita conocer la publicación de la hoja de vida de los funcionarios (...). No se puede acreditar el dominio de un idioma extranjero mediante un certificado del colegio que diga que cuando estudió allí cursó ciertas materias de inglés. Tampoco se puede hacer, como se ha venido haciendo tradicionalmente, a través de declaraciones juramentadas en una notaría”, explica Silva.
También afirma que Asodiplo ya solicitó los soportes que demuestren que Ospina maneja, al menos, inglés o árabe —los idiomas requeridos para esta misión—, pero hasta la fecha no han recibido respuesta de Cancillería. “Una vez agotemos todos los recursos y no recibamos la información relevante, tomaremos decisiones respecto a posibles acciones legales”, avisa.
La intención es no depender de Israel
La designación y, por ende, creación de la embajada corresponde a un caso particular que amerita ser visto desde varios ángulos y con más detalle que las otras nueve embajadas abiertas durante la administración de Gustavo Petro, sumándose Palestina a Senegal, Etiopía, República Checa, Rumania, Nueva Zelanda, Arabia Saudita, Angola, Guyana y Barbados.
La particularidad radica en que Cisjordania es un territorio bajo ocupación de Israel, que no solo lleva a cabo una ofensiva en la Franja de Gaza (donde han muerto desde 2023 más de 53 000 personas, según el Ministerio de Salud de Gaza, reconocido por la ONU), sino que también controla por completo las fronteras cisjordanas. En temas consulares, desde Israel se coordina la atención a más de 1.200 colombianos residentes en la zona mediante consulados móviles que dependen de la oficina consular en Tel Aviv. Actualmente, el único diplomático colombiano en funciones es Carlos Piñeros, quien asumió el cargo en febrero en reemplazo de Ana María Rivero.
Según Mauricio Jaramillo Jassir, viceministro de Exteriores para asuntos multilaterales, la intención con la creación de esta embajada es no depender en absoluto de Israel ni de la oficina consular de Tel Aviv. “Israel tiene un compromiso adquirido al firmar los Acuerdos de Oslo, y lo que nosotros esperamos es que los respete y permita el establecimiento de embajadas de terceros países ante el Estado de Palestina. Confiamos en que las autoridades israelíes sean respetuosas de nuestra soberanía y del compromiso que asumieron en el marco de esos acuerdos, los mismos que dieron origen a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), hoy reconocida como el Estado de Palestina”, afirma, además de explicar que todas estas gestiones aún están en desarrollo.
Los acuerdos a los que hace referencia datan de 1993 y establecen un reconocimiento mutuo entre Israel y la Autoridad Palestina, por medio del cual esta última goza de reconocimiento como representante del pueblo palestino.
Jaramillo también confirmó que ya sostuvo ayer las primeras reuniones con Raouf Almalki, embajador de la ANP, y que se reunirán de nuevo junto al embajador Ospina para seguir definiendo la ruta de creación de la embajada.
En ese orden de ideas, la expectativa es que Israel respete la soberanía, pero tendría que haber un mínimo de comunicación, dado que para llegar a Ramalá probablemente haya que pasar por el aeropuerto Ben-Gurión en Tel Aviv, y el ingreso a Cisjordania sería por fronteras controladas por Israel.
El Gobierno de Benjamín Netanyahu puede permitirlo, como permite que más de 40 países tengan oficinas de representación en Ramalá —capital administrativa de la ANP—, o puede negarse, teniendo en cuenta que hace más de un año las relaciones diplomáticas con Colombia están en pausa. Quedan todavía preguntas como quién acompañará a Ospina, quien ha forjado su experiencia como médico y político local, careciendo de experiencia diplomática y de conocimiento del pueblo palestino.
“Hemos visto que, al abrir nuevas embajadas, este Gobierno inicia con muy poco personal: suele haber un embajador o embajadora, un auxiliar y, con suerte, otra persona en un cargo diplomático. Es decir, el equipo de apoyo es muy reducido. Por eso es muy distinto nombrar a alguien que no pertenece a la carrera diplomática en una embajada ya establecida, con un equipo robusto, que hacerlo en una misión nueva. Eso no va a pasar en Palestina: él inaugurará esta oficina solo. No habla árabe, no conoce Palestina. Y eso, sinceramente, puede ser un error”, advierte Castrillón-Kerrigan.
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