Baltasar Garzón, el juez que se atrevió a determinar la detención de Pinochet y a juzgar los crímenes de la dictadura argentina, ahora ve amenazado su trabajo como asesor del gobierno colombiano en el tema del terrorismo y toda su tesis de juicio contra los delitos de lesa humanidad. Una condena en los tres procesos que por estos días enfrenta en el Tribunal Supremo de España significaría su jubilación, ya que quedaría suspendido durante 20 años de la judicatura.
Sería el punto final del trabajo de un magistrado refrendado internacionalmente por diversas entidades de derechos humanos. “Las acciones del juez Garzón cambiaron el mundo. Un muro de impunidades se cayó y muchos casos de genocidio pudieron ser juzgados tras sus actuaciones contra Pinochet, y Scilingo en Argentina”, aseguró a El Espectador Reed Brody, observador de Human Rights Watch, tras una de las audiencias la semana pasada en Madrid.
“Garzón fue pionero en la aplicación de la jurisdicción universal, por lo que ha sido aplaudido. Ahora resulta paradójico que sea acusado de prevaricación por aplicar los mismos principios en su país”, analiza el observador de Amnistía Internacional sobre el caso del franquismo, Ignacio Jovtis.
El miércoles, Garzón volvió a sentarse en el banquillo por el proceso en el cual una organización de ultraderecha, Manos Limpias, lo acusa de prevaricación por intentar dar respuestas a los desaparecidos de la guerra civil española y de la dictadura de Franco (1936-1975). Cerca de 130 mil personas nunca fueron encontradas por sus familiares.
También tendrá en los próximos días el resultado del proceso en el que es acusado de haber hecho escuchas ilegales cuando investigaba casos de corrupción en el gobierno español. El otro juicio era por la presunta financiación ilegal del Banco Santander a unos talleres que ministró en Nueva York, pero el juez decidió archivar el caso por considerar que no había delito.
Aparte de la admiración de muchos, Garzón también nutre el odio en otros tantos que lo ven como un “justiciero que actúa por encima de las leyes”. “Se cree Dios y debe estar alejado de los tribunales para siempre”, contestó Miguel Bernad, de Manos Limpias.
“Si hubiera sido un juez universal objetivo e independiente, hubiera ido en contra a los genocidios y dictaduras de izquierdas. Pero no lo ha hecho, pues es de izquierda y actúa con parcialidad y sectarismo”, añade Bernad, desde su oficina en la calle Ferraz, 13, en pleno centro de Madrid.
“Baltasar Garzón es el primer magistrado juzgado por haber intentado investigar graves violaciones a los derechos humanos, y eso es escandaloso”, dijo por su parte el observador Jovtis.
“Si es condenado, vamos apoyarlo a recurrir a la Corte Europea de Derechos Humanos”, informó Reed Brody.
Acoso al terrorismo
Desde el Juzgado Nº 5 de la Audiencia Nacional de España, garzón comandó el arresto de Pinochet al final de la década de los noventa y del caso Scilingo en Argentina. También fue fundamental en el desmantelamiento de Eta en España, trabajo que le dio la competencia para ser enviado por el gobierno español a ayudar a Colombia contra las Farc.
Fue a Bogotá tras haber sido suspendido de sus funciones en la Audiencia Nacional de España, en mayo de 2010, y de haber pasado por el Tribunal Penal Internacional de La Haya, Holanda.
“Garzón se destacó por haber acosado a la estructura política de Eta, lo que sería la ‘parapolítica’ en Colombia”, analizó para El Espectador el periodista Florencio Domínguez, experto en asuntos del terrorismo.
“Él lleva con discreción (su trabajo en Colombia), no habla sobre eso para no estorbar sus investigaciones”, comentó Rubén Casar, persona del círculo de amistad de Garzón y miembro de la Izquierda Unida, partido en el cual el juez se encuentra actualmente tras haber pasado por el PSOE.
Últimamente instalado en Bogotá, aunque haga constantes viajes a Estados Unidos, República Dominicana y otros países de Latinoamérica, además de España, Garzón tuvo que alejarse de su trabajo en Colombia y volver a su país para dedicarse a su defensa en los juicios.
El abogado Manuel González Alonso, su amigo desde hace 30 años, dice que Garzón se siente a gusto en Colombia, a pesar de estar alejado de su familia. “Es un tío que pautea su trabajo sobre todo por la sensibilidad social que adquirió desde su origen humilde y su identificación con la clase trabajadora”, señala.