El último “te amo” del expresidente George H.W. Bush, quien murió el pasado 30 de noviembre, fue para su hijo y también expresidente, George W. Bush. Desde su lecho de muerte en Houston, Texas, el exmandatario se comunicó con su heredero predilecto antes de desfallecer tras años de achaques de salud debido al párkinson que padecía. Medios locales e internacionales replicaron sus palabras finales con un tinte de romanticismo. La historia de amor con su esposa, Barbara, a quien conoció en 1941 y con quien duró casado durante siete décadas, fue descrita como la “más bella historia de amor”, mientras que la fotografía de su perro, Sully, al lado del ataúd y desconsolado por su muerte, invadió las redes sociales.
George H.W. Bush ha muerto, y con él, quizá, toda una generación de la política estadounidense. “Bush padre”, como lo apodan algunos para diferenciarlo de su hijo, fue, por un lado, el último presidente que encarnó un republicanismo moderado antes de que las facciones más radicales y conservadoras saturaran las venas de su partido. Pocos como él han tenido tanta preparación para la Presidencia. Antes de ocupar la Casa Blanca se desempeñó como congresista, diplomático, embajador ante las Naciones Unidas, presidente del Comité Republicano, director de la CIA y vicepresidente. En materia de política exterior, su legado es inobjetable.
El gobierno de Bush fue quizás uno de los más exitosos de toda la historia estadounidense en este aspecto, casi equiparable con el de Franklin D. Roosevelt. Jon Meacham, ganador del Pulitzer, describe a Bush como “el último caballero” por su habilidad diplomática evidenciada por su papel en la reunificación alemana tras la caída del Muro de Berlín, en 1989, y en el manejo de las relaciones con los rusos tras el derrumbe del imperio comunista de la Unión Soviética. Pero su logro más importante fue organizar la coalición de tropas internacionales para luchar en Irak luego de que Saddam Hussein amenazó con invadir Kuwait. Por ello también es recordado como el último presidente estadounidense que ha ganado una guerra. Pero del otro lado, la invasión de Panamá, en 1989, que causó varias fatalidades en el país además de daños políticos y económicos, y el encubrimiento del escándalo Irán-Contra, en el que la administración de Ronald Reagan vendió armas a los iraníes durante su guerra con Irak y a los Contras nicaragüenses que luchaban contra el gobierno sandinista, manchan su expediente. Le puede interesar: ¿Amigo o enemigo? Los rusos divididos ante el legado de Bush padre
Pese a alcanzar una inmensa popularidad (casi el 90 % de aprobación) y ser catalogado como imbatible, Bush perdió las elecciones de 1992 para gobernar por un segundo período tras el descuido de los problemas locales. Como resumiría su contrincante Bill Clinton en aquella campaña: “Es la economía, estúpido”. Bush desilusionó a sus seguidores al romper sus promesas de gobierno de no subir impuestos. Sin la aprobación de los ciudadanos, el presidente perdió su cordura y trató de destruir a su adversario con sucias artimañas.
La historia convierte a Bush en un héroe y en un villano, las dos al mismo tiempo. Será recordado como el candidato que usó el racismo en su campaña, pero el que firmó una ley para ayudar a los discapacitados. El último mandatario republicano en tomar en serio el medio ambiente, pero el que negó ayuda humanitaria en Kuwait tras la guerra del Golfo. Hoy cientos de estadounidenses lo despedirán en Washington.