Mientras la economía china enfrenta una desaceleración sostenida, marcada por un consumo interno débil y una población en descenso, el gigante asiático redirige su mirada hacia Suramérica.
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En busca de nuevas oportunidades, el gobierno ha intensificado su presencia comercial en la región, aprovechando sus recursos naturales y su potencial como mercado emergente para productos tecnológicos.
Esta estrategia de expansión se ha dado en un contexto de crecientes tensiones con Estados Unidos y revela los ajustes estructurales que Pekín debe realizar para mantener su posición como potencia económica global.
Algunos desafíos de la economía china
Durante una presentación en la Embajada de Estados Unidos en Colombia, la reconocida analista y especialista en política y economía china Dra. Ning Leng ofreció un análisis sobre el vínculo de China con Suramérica y enfatizó en diferentes problemáticas económicas que abarca China en la actualidad.
Leng explicó que el modelo de crecimiento de China se ha basado en la inversión en infraestructura, la expansión del sector manufacturero y el impulso de las exportaciones. Este modelo, según ella, permitió un rápido crecimiento y la transformación del país en una potencia económica global.
No obstante, Leng explicó que a medida que la economía madura, el cambio estructural hacia un desarrollo sostenible requiere un papel más importante del consumo interno y una mayor resiliencia ante choques externos.
El problema radica en que el PIB, producto interno bruto, de China, ha tendido a decrecer. En 2024 la economía del país creció un 5 % el año, pero eso representa una leve disminución en comparación con el 5,2 % de crecimiento que hubo en 2023. Expertos consultados por la agencia AFP explicaron que esta desaceleración continuará en los próximos años: se espera que en 2025 el crecimiento sea del 4,4 % y que en el año siguiente baje aún más, por debajo del 4 %.
Las predicciones de los expertos, en la actualidad, se ven permeadas por la coyuntura de la relación de Estados Unidos con China.
El 2 de abril, Trump decidió imponer una serie de aranceles a la mayoría de los Estados de la comunidad internacional. A esto le llamó “el día de la liberación”. Tantas implicaciones tuvo esta decisión que los mercados bursátiles se tambalearon después de una gran ola de especulación financiera, lo que ha tenido grandes efectos a nivel mundial. China fue uno de los afectados.
El gigante asiático recibió hasta un 145 % de aranceles impuestos por parte de EE. UU. Trump se justificó y dijo que la razón era “la falta de respeto que China ha mostrado a los mercados mundiales”. China, por su parte, acusó a EE. UU. ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), explicando que esto viola las normas comerciales.
De la mano de los problemas que alteran la estabilidad China, por el decrecimiento del PIB, está el factor del consumo interno en el país.
Rafael Dezcallar, que fue embajador de España en Pekín entre 2018 y 2024, habló sobre el consumo de China y le dijo al medio El País: “Quizá el problema más grave de la economía china es la falta de confianza. China tiene un consumo muy bajo y eso se debe, entre otras razones, a la ausencia de una red de seguridad social. En un país en teoría comunista y con una gran desigualdad, la falta de servicios sociales suficientes lleva a la gente a ahorrar por si enferma o tiene que mandar al hijo a estudiar”.
Leng también explicó que la combinación de altos índices de ahorro, problemas estructurales en el sector inmobiliario, incertidumbre sobre el futuro económico y retos demográficos impiden que el consumo interno en China se recupere a niveles que permitan un crecimiento más equilibrado y sostenible.
El factor demográfico es de gran relevancia. En 2023, la población de China se redujo en 2,08 millones de personas. Esta disminución responde a una tendencia de largo plazo: durante décadas, el país ha registrado un descenso constante en las tasas de natalidad, consecuencia en gran parte de la política del hijo único impuesta en los años ochenta para frenar la sobrepoblación de la época y ahora con desigualdades estructurales de género.
El docente e investigador David Castrillón Kerrigan, de la Universidad Externado, ve un contraste: aunque China está abordando algunos desafíos, como “las distorsiones en algunos mercados, como el de finca raíz”, el país ya tenía previstos estos desafíos, y desde entonces ha “tomado medidas para cambiar el rumbo”.
Castrillón señaló que “estos cambios han sido exitosos” y pone como ejemplo: “Que China hoy sea el líder en energía renovable, incluyendo la producción de vehículos eléctricos, no es algo que salió de la nada”. Resaltó, además, que “la eliminación de la pobreza extrema [anunciada por el gobierno] en 2020 también fue resultado de esos planes que se empezaron a gestar tiempo atrás”.
Aunque Pekín es líder en la generación de energías renovables y ha logrado reducir algunos impactos, sigue siendo “el primer emisor mundial de gases de efecto invernadero, responsable del 30 % de las emisiones de CO2”, además “casi la mitad de sus emisiones provienen del sector de generación eléctrica, seguido por sus industrias”, según el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe.
Una visión crítica del modelo empresarial chino
Leng explicó que el Estado chino requiere de forma constante servicios políticos a las empresas, tanto estatales como privadas, es decir, que las empresas deben estar alineadas con los objetivos políticos y económicos del Partido Comunista Chino.
Según la investigadora, esta dinámica genera un entorno de inversión inestable y produce resultados de desarrollo que en muchas ocasiones resultan contraproducentes. Su análisis profundiza en la relación intrincada entre el gobierno y los negocios, resaltando cómo las demandas estatales pueden distorsionar los objetivos comerciales y las estrategias de gestión empresarial.
Dezcallar afirmó, en sintonía con el postulado de la doctora Leng: “No hay que olvidar que, para los chinos, la economía es política”.
Para Castrillón, no obstante, “hay empresas estatales chinas en la región que actúan a partir de sus propios intereses. Estas se encuentran bajo la administración del gobierno central. Hay otras que están administradas por gobiernos locales chinos y cada uno les da una dirección distinta a las empresas”. Añadido a esto afirmó: “Incluso cuando se trata de empresas estatales no estamos hablando de que estas empresas sigan un solo lineamiento”.
En general, el objetivo de todas las empresas es “hacer negocios”, explica el investigador, mientras señala que “es importante desmitificar algunas narrativas que pintan a estas empresas como actores movidos por lógicas neoimperialistas”.
El éxodo de los mercados tradicionales: ¿de África a Suramérica?
Leng explicó que, ante problemas económicos internos, como un consumo doméstico notablemente bajo, China se ha visto forzada a buscar nuevos mercados para sostener el crecimiento económico. “La falta de demanda interna empuja al gobierno a expandir sus horizontes económicos”, señaló Leng.
La analista explicó que, en este contexto, África, a pesar de sus vastos recursos naturales, ha mostrado limitaciones significativas debido a la inestabilidad fiscal que caracteriza a varios de sus países.
Para Castrillón es todo lo contrario. “Los distintos actores chinos siguen teniendo unas relaciones bastante amplias y profundas con Estados africanos. De hecho, África, en conjunto, nos muestra lo que podría ser una relación más integral con China”. Menciona, por ejemplo, el caso de Botsuana, país en el que se han llevado a cabo diversos proyectos de desarrollo. En este se han levantado infraestructuras como hospitales (el hospital Lobatse y Mahalapye), instituciones educativas (la Universidad de Botsuana) y proyectos de vivienda. También se ha aportado al suministro de agua, con el Proyecto de Suministro de Agua Boteti, el cual incluyó la instalación de 184 km de tuberías de agua y estaciones de bombeo, entre otras cosas.
El experto, esta vez en la misma línea con Leng, destacó que China sí está buscando acercarse a Suramérica, pero, no únicamente de forma comercial “importaciones y exportaciones”, sino, a una relación más “integral” y “más amplia con bases más estables”. Enfatiza en “algo que cubra lo educativo, lo cultural, la relación entre partidos políticos, la lucha común contra el cambio climático, entre otros”.
Para Leng, la razón de la cercanía con Suramérica son los intereses chinos como las riquezas naturales, que representan una oportunidad atractiva para asegurar recursos esenciales para las industrias, como el níquel, el oro, el acero, entre otros.
De hecho, el acercamiento a la región suramericana y el interés de China en sus minerales van de la mano con otro aspecto resaltado por Leng: el crecimiento que busca China para los productos tecnológicos.
Ante un escenario de consumo interno débil, la expansión hacia mercados externos no solo se centra en la extracción de recursos, sino también en el fortalecimiento de las exportaciones tecnológicas. La estrategia busca equilibrar la balanza comercial y sostener la competitividad global de China, aumentando las ventas en un mercado sudamericano en crecimiento.
El Center for Collective Learning afirmó que las exportaciones de China se centran en equipos de trasmisión (8,99 %), computadoras (4,62 %), circuitos integrados (4,5 %), baterías eléctricas (2,34 %) y semiconductores (1,82 %), entre otros dispositivos ligados a la tecnología. Los principales destinatarios de estas exportaciones son Estados Unidos, Japón, Corea del Sur, India y Alemania.
El caso de Colombia y Brasil
Colombia es un caso que ejemplifica lo que menciona la experta. Este país se destaca por sus importantes reservas auríferas, las cuales son de gran importancia para Pekín.
El oro tiene una gran relevancia para China, no solo por su valor industrial, especialmente, en sectores como el de los vehículos eléctrico, sino principalmente por su función como activo refugio.
Más allá de su utilidad en la industria, el oro representa una forma segura de preservar el valor del dinero, especialmente en tiempos de incertidumbre económica o volatilidad del mercado. Por esta razón, en China lo utilizan como una especie de moneda de cambio o mecanismo de ahorro, confiando en su estabilidad a largo plazo frente a otras formas de inversión más riesgosas, según Camilo Defelipe, docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana.
Brasil, por otro lado, también es un excelente ejemplo. El gigante tropical tiene una sólida y prolongada tradición como exportador de materias primas, que lo posiciona como un socio estratégico. Esta relevancia cobra aún más fuerza ante la creciente inseguridad alimentaria en China, que la obliga a depender en gran medida de este tipo de importaciones, según Leng.
La inestabilidad fiscal y las estrategias de China
Leng habla sobre la inestabilidad fiscal de los Estados. Dice que esta es una de las razones por las que China se está acercando, aún más, a Suramérica, específicamente a Estados como Brasil y Colombia.
La inestabilidad fiscal se refiere a la incapacidad de un Estado para manejar de manera sostenible sus ingresos y gastos. Esto se refleja en altos niveles de endeudamiento, déficits fiscales constantes y dificultades para financiar servicios públicos o ejecutar políticas económicas estables. Cuando un país enfrenta este tipo de problemas, también suele aumentar la incertidumbre política y social, lo que debilita la confianza de los ciudadanos y los inversionistas.
Este tipo de entornos puede parecer poco atractivos para la inversión extranjera, pero, en la práctica, algunos países, como China, habrían desarrollado estrategias específicas para operar en medio de esa inestabilidad.
Lejos de evitar estos escenarios, China parece verlo como una oportunidad para posicionarse estratégicamente, acceder a recursos naturales clave y negociar en condiciones favorables frente a gobiernos que necesitan urgentemente financiación y desarrollo. Aun así, la experta señaló que la situación está cambiando debido a los retos internos que enfrenta el gigante asiático, a los que se suman ahora los aranceles de Trump.
China, en lugares como América y África, “está aprendiendo a operar en los ambientes de inseguridad fiscal y política”, complementa Defelipe.
Colombia es ejemplo de ello, pues “puntualmente en Antioquia, donde la empresa Zijin [empresa minera que opera los principales yacimientos de oro en Colombia y que se ha expandido hacia Argentina con el objetivo de explotar litio, considerado el nuevo “oro blanco” de la industria tecnológica] ha demando al Estado colombiano por falta de garantías en seguridad”, detalló Defelipe.
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