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La primavera de Al Qaeda

La mano de la red terrorista se ha visto en las protestas en los países árabes. Su exjefe en Libia es ahora el comandante militar de Trípoli. También buscaría espacio en el caos sirio.

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Daniel Salgar Antolínez
29 de febrero de 2012 - 10:00 p. m.
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La participación de Al Qaeda en los levantamientos populares de Oriente Medio y el norte de África, la serie de atentados recién perpetrados en Irak y la vinculación de esa organización terrorista con Al Shabab, islamistas radicales de Somalia, demuestran que la amenaza de la agrupación que fue liderada por Osama Bin Laden sigue viva y resurge, una década después de que EE.UU. lanzara una cruzada en su contra.

Joseph Trevithic, analista de defensa y seguridad de GlobalSecurity, cuenta, en conversación con El Espectador, que ante las presiones de la guerra contra el terrorismo, instaurada por George W. Bush después de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001 (11-S), “Al Qaeda se adaptó enfocándose en sus vínculos con otras organizaciones que ve como una posibilidad para derrocar a los regímenes apóstatas de Oriente Medio, a los que se ha opuesto históricamente”.

Al Qaeda optó por dar autonomía a agrupaciones que hasta finales de 2001 estaban bajo su control y vincularse con otras colectividades yihadistas para adquirir una presencia que por sí misma no habría logrado en lugares de relevancia. Así aparecieron, entre 2003 y 2007, nodos de la organización en la Península Arábiga, en Mesopotamia o en el Magreb islámico, y organizaciones con las que Al Qaeda estrecha vínculos, como Therik e Taliban en Pakistán y Al Shabab en Somalia.

El informe de 2010 sobre terrorismo, del Departamento de Estado de EE.UU., cita al exdirector de la CIA, George J. Tenet, cuando dice que “la Yihad Islámica Egipcia está vinculada a la organización y tiene operativos en Europa, Yemen, Pakistán, Líbano y Afganistán, y una red de extremistas suníes, incluyendo norafricanos, palestinos radicales, paquistaníes y habitantes del centro de Asia”. El informe enumera 25 organizaciones vinculadas a Al Qaeda en diferentes partes del mundo.

Los más recientes indicios del resurgimiento de Al Qaeda y la expansión de la red global de terrorismo se encuentran en la Primavera Árabe y en Irak. Juan Carlos Estarellas, experto en terrorismo del Centro Internacional de Seguridad y Defensa de Madrid, le cuenta a El Espectador que las actividades de las organización en la Primavera Árabe han sido “fértiles y fructíferas, no sólo en cuanto a su expansión entre los colectivos islamistas más proclives a la radicalización yihadista en el Magreb, sino también en cuanto al reclutamiento terrorista”. Añade que tanto Abd al Wadoud, líder de Al Qaeda en el Magreb, como Ayman al Zawahiri (actual jefe de la organización), impulsaron “el alzamiento de jóvenes musulmanes contra líderes apóstatas”.

Estarellas afirma que uno de los objetivos prioritarios de Al Qaeda era la caída de los líderes en Egipto, Libia y Túnez, y que la organización también procuró el derrocamiento de los gobiernos de Argelia y Marruecos, por ende “ese objetivo prioritario y estratégico se vio cumplido en cuanto a los tres primeros países. Y dentro de ese objetivo está la pretensión de instaurar un emirato islámico en el Magreb, además de la unión ideológico-religiosa de estos tres países, muy próximos políticamente a los grupos salafistas (en Egipto y Libia, además de contar con presencia en Túnez), siendo caldo de cultivo para la organización terrorista”.

Es sabido que en Libia, por ejemplo, entre los dirigentes de la era post-Gadafi está el actual comandante militar de Trípoli, Abdel Hakim Belhadj, que antes fue el jefe de Al Qaeda en el país y durante el gobierno de Gadafi estuvo varios años recluido en una de las cárceles que ahora controla. Belhadj ha sido denunciado por la población, por permitir abusos a los derechos humanos, como fusilamientos sumarios y torturas, entre otros.

En Siria, donde los enfrentamientos entre las fuerzas leales al régimen de Bashar al Asad y la oposición han dejado más de siete mil muertos y se impide el ingreso de ayuda humanitaria para la población civil, el grupo radical islámico Yebha al Nasra (Frente de la Victoria), que emplea la bandera de Al Qaeda, se atribuyó ayer una serie de atentados cometidos en Alepo y Damasco que mataron al menos a 35 personas. Abu Mohamed al Yulani, líder de la agrupación, afirmó que los ataques responden a una “venganza por las atrocidades” cometidas por el régimen sirio en Homs. Días antes, Al Zawahiri había salido en un video animando a los musulmanes a pelear contra el régimen.

Para Trevithic, lo que estaría buscando la organización en Siria es crear un nexo entre ellos y los potenciales sucesores de Al Asad, “antes de que los movimientos de oposición que están en el exilio (apoyados por gobiernos occidentales) regresen al país”.

No obstante, la posibilidad de que Al Qaeda cree un emirato islámico en el Magreb o en Oriente Medio se ve aún lejana. Voces de la oposición en la Primavera Árabe niegan tener cualquier nexo con la organización. John Lumpkin, otro colaborador de GlobalSecurity consultado por este diario, dice que la ideología de Al Qaeda parece no haber obtenido mucho apoyo hasta ahora: “Aunque algunos movimientos religiosos han ganado impulso político en Egipto y otros países, no parecen ser tan extremos como Al Qaeda”. Las ideas de Bin Laden inspiran más bien a “las pequeñas y violentas minorías”.

En Irak, según Karman Bokhari, vicepresidente de asuntos de Oriente Medio y Asia Central de la compañía de análisis geopolítico Stratfor, la red yihadista, “perpetrando ataques contra la mayoría de la población chií, intenta encender el conflicto sectario en el país. Esperan ganarse mayor espacio en medio de los conflictos de Siria e Irak”. Trevithic añade que las autoridades iraquíes culparon por los atentados a una organización llamada Emirato Islámico de Irak, descrita como una “sombrilla” de los grupos afiliados a Al Qaeda que operan en el país.

Al Qaeda, entonces, logra resurgir como amenaza gracias a sus vínculos con otras organizaciones yihadistas, aunque en sí misma sea menor y menos activa que sus afiliados. Antes del 11-S , la organización disponía en Afganistán, al amparo del régimen talibán que luego fue derrocado por EE.UU., de campos para entrenar a más de cinco mil musulmanes extremistas, según el Departamento de Estado estadounidense. Ahora, la infraestructura central de la organización es mucho más reducida y está confinada a las zonas tribales del noroeste de Pakistán, pero su estructura descentralizada hace difícil saber cuántos militantes hay en sus filas.

La muerte de Bin Laden, el 1º de mayo de 2011 a manos de tropas de EE.UU. en Pakistán, pudo desmoralizar a muchos islamistas, aunque “los militantes radicales fácilmente incorporaron su muerte a un mito de heroico martirio”, dice Lumpkin. El fallecimiento del líder no acabó con su ideología: “Todavía hay quienes buscan resolver su insatisfacción con el mundo y encontrar un significado personal en la guerra religiosa”. El vínculo de cada vez más organizaciones a Al Qaeda puede radicar, más que en un contacto directo con la base de la organización, en “su lealtad ideológica” al líder fallecido.

Para Fernando Reinares, investigador de terrorismo internacional del Real Instituto Elcano, los éxitos de Al Qaeda desde el 11-S radican en que, además de lograr mantenerse como estructura terrorista y expandir la amenaza del terrorismo global a través de sus nodos, la organización aún condiciona decisivamente las políticas de seguridad en muchos países del mundo, no sólo del mundo occidental, con los elevados costos que ello implica.

Además, la organización ha provocado excesos, en algunos casos contraproducentes, en el intento de los gobiernos por desmantelar y prevenir el terrorismo. Un ejemplo es la decisión de Bush de invadir Irak en 2003, apelando a la lucha contra el terrorismo y la búsqueda de armas de destrucción masiva que resultaron inexistentes. Esta decisión, para Reinares, “posibilitó la expansión de la organización hacia zonas previamente no muy afectadas de Oriente Medio y, hasta 2007, provocó una movilización terrorista sin precedentes que permitió la recuperación temporal de Al Qaeda y un inusitado incremento de los procesos de radicalización yihadista entre musulmanes en el mundo”.

Hoy, mientras las tropas estadounidenses se alejan de Irak y Afganistán, la organización de Bin Laden y sus afiliados vuelven a aparecer como una amenaza más inasible, más dispersa y expandida por el mundo.

Ataque terrestre a Homs

El ejército sirio lanzó una ofensiva terrestre contra el barrio rebelde de Baba Amr en Homs, ciudad bombardeada por aire desde hace semanas y en la que han muerto más de 300 opositores al mandatario sirio, Bashar al Asad. “El ejército procedió a una limpieza bloque por bloque, casa por casa, y ahora los soldados están verificando cada sótano y túnel en busca de armas y terroristas”, indicó una fuente de seguridad de Damasco. En otras noticias de la Primavera Árabe, Al Qaeda se atribuyó el atentado suicida que el pasado sábado causó la muerte a 21 personas en el sureste de Yemen. La comisión electoral egipcia anunció que las primeras elecciones presidenciales desde la caída en 2011 del exdictador Hosni Mubarak se celebrarán el 23 y 24 de mayo, con una segunda vuelta prevista para el 16 y 17 de junio.

Por Daniel Salgar Antolínez

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