Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El 23 de mayo pasado se lanzó en la ciudad francesa de Rouen la campaña “Vistan sus estatuas”, con la que la FICIB —una organización que reúne a los antiguos comités de apoyo a Íngrid Betancourt— intentaba recapturar la atención hacia los secuestrados colombianos. Varios bustos de bronce llevaron las camisetas amarillas que los comités hicieron populares durante el cautiverio. En un concierto en París habían reunido siete mil personas; en “Corriendo por la libertad” cinco mil jóvenes corrieron en la playa por la liberación de Betancourt.
Los cálculos optimistas para el evento de Rouen hablan de cincuenta personas, los pesimistas, de “cuatro gatos”.
“Hay que ser realistas”, dice Dominique Bouillon, presidente de la FICIB: “Los políticos no cumplieron su promesa de seguir con nosotros, pero el problema del secuestro dista mucho de estar resuelto. Y algo había que hacer con esas camisetas”. Los comités tienen cinco mil camisetas en bodega, su venta había sido una de las principales fuentes de financiación.
Cuando Íngrid fue condecorada con la ‘Legión de Honor’, Jacques Capelle vestía una de esas camisetas. Había sido uno de los miembros activos de los comités y organizado varias manifestaciones en Normandía. Parado en la puerta del Elíseo esperaba ver a Íngrid para saludarla. No le permitieron entrar porque “su vestimenta no estaba de acuerdo con la etiqueta”.
Seis días después, en el concierto de celebración del 20 de Julio, Íngrid no llevó la camisa amarilla que le habían ofrecido en el momento de cantar la camisa negra. Betancourt reunió a los comités en noviembre. Les pidió que dejaran de utilizar su nombre, pues deseaba comenzar su propia fundación.
Adair Lamprea, el antiguo conductor de Íngrid, fue el primer sorprendido. Como los demás, creía que la colombo-francesa los convocaba para ponerse al frente de su trabajo. “Pero la entiendo”, dice. “Sólo ella sabe lo que tuvo que pasar en la selva y tenía derecho a recuperar su nombre”.
No todos estuvieron de acuerdo. Del colectivo “Cien artistas por Íngrid” no volvió a tenerse noticias. Su figura más notable, Renaud, que había aportado más de 600.000 euros a las diferentes campañas pro-Íngrid y a la familia Betancourt, no apareció después de la liberación. Algunos de los particulares argumentaron que la crisis los obligaba a cuidar sus empleos.
Cuando en enero pasado se convocó a una reunión, 43 asociaciones respondieron. En su mejor momento, la Federación reunía cerca de 300. Bouillion explica que decidieron aprovechar el reconocimiento de la sigla FICIB, pero que las letras “IB” ya no quieren decir “Íngrid Betancourt” sino que son sacadas de la palabra “lIBertad”. También confía en que al regreso de las vacaciones, tendrán nuevos apoyos. Una manera de recuperarse del silencio actual del alcalde de París sobre la campaña de las estatuas y la desaparición del estand de la FICIB en las playas del Sena.
Mientras tanto, los antiguos comités organizan giras de personajes que puedan hablar del conflicto. Entre los invitados estarán Hollman Morris y Piedad Córdoba. El primero es José Luis Mendieta, quien en el primer aniversario de la ‘Operación Jaque’ visita varias ciudades de Francia. En el interior de la Federación se ha dicho que si las campañas debieran tener un nuevo rostro podría ser el del general Mendieta.
Mientras tanto, cuenta Bouillon, hacen pequeñas acciones: “En Gap los miembros del comité local salen a trotar cada domingo. Y todavía llevan sus camisetas amarillas”.