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Libia y la revolución del 17 de febrero

Hace 10 años cientos de manifestantes salieron a las calles para pedir el fin del gobierno de Muammar al-Gaddafi. Sin embargo, el proceso no resultó como se esperaba. Malak al-Taeb y Ahmad al-Bujari nos compartieron algunas reflexiones sobre este proceso.

Felipe Medina Gutiérrez*
17 de febrero de 2021 - 01:04 p. m.
El 17 de febrero de 2011, tuvo lugar una rebelión contra el gobierno de 42 años del líder libio, el coronel Muammar Gaddafi.
El 17 de febrero de 2011, tuvo lugar una rebelión contra el gobierno de 42 años del líder libio, el coronel Muammar Gaddafi.
Foto: Agencia EFE

Para muchos libios el 17 de febrero simboliza el inicio de una etapa de cambio. Cientos de manifestantes salieron a las calles para pedir el fin del gobierno de Muammar al-Gaddafi. Sin embargo, el proceso no resultó como se esperaba. Hablamos con Malak al-Taeb y Ahmad al-Bujari quienes nos compartieron algunas reflexiones sobre estos diez años del proceso que inició en Libia. Este es el cuarto de una serie de textos donde estamos analizando los escenarios que fueron protagonistas de las revueltas de 2011 en Medio Oriente y Norte de África, una era de cambio que continúa vigente.

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Libia está ubicado en el Norte de África con importante presencia en el mar Mediterráneo. Posee fronteras con Egipto, Túnez, Argelia, Níger, Chad y la República de Sudán. Este país cuenta con una población (aproximada) de 6.7 millones de habitantes de los cuales el 96% son musulmanes y el restante cristiano como de otras confesiones. Libia también es hogar de importantes comunidades amazigh. Las rentas del petróleo y gas siguen siendo sus ingresos económicos más importantes.

La historia de este territorio no ha sido la mejor en los últimos años. En el imaginario del pueblo libio permanecen los recuerdos del sufrimiento bajo el colonialismo del fascismo italiano desde 1911 hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, donde por ejemplo destaca la leyenda de Omar al-Mujtar, gran héroe de la resistencia libia. Desde 1952 fue gobernado por una monarquía y aceptado en Naciones Unidas como nación independiente. Años después se descubrieron abundantes recursos petrolíferos en este territorio. No obstante, la imagen más cercana es la Libia dominada por el puño firme de Muammar al-Gaddafi, quien gobernó de 1969 a 2011, cuando estallaron las protestas populares.

Con el desarrollo de los movimientos sociales en Túnez, Egipto y Bahréin, el pueblo libio salió a las calles exigiendo un cambio. Ahmad al-Bujari, escritor y novelista libio, miembro de Tanweer una ONG libia que promueve los derechos humanos y la igualdad, nos recuerda que “el pueblo libio demandó el fin del régimen y un cambio del sistema, muerte a Gaddafi, libertad especialmente de expresión, democracia y énfasis en la unidad de todos los libios”. Pese a todo, Gaddafi siempre negó la posibilidad de que hubiera un sentimiento de inconformidad entre la población y por ello prefirió la represión y la negativa a cualquier tipo de diálogo.

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En este proceso las mujeres fueron importantes. De acuerdo con Malak al-Taeb, bloguera y activista libia por el medio ambiente, las “mujeres libias son una parte importante de la sociedad y su impacto fue determinante. A lo largo de las protestas su voz y sus demandas fueron protagonistas. Incluso muchas apoyaron a los rebeldes en contra del gobierno. La mujer libia está haciendo su mejor esfuerzo para cambiar la narrativa de lo que se ha dicho sobre ella, a pesar de las restricciones que se mantienen.”

La intervención de la OTAN en Libia fue la que puso fin a los 42 años de gobierno de Gaddafi, campaña que sigue provocando discusión, especialmente en torno al debate de la responsabilidad de proteger y si implica un cambio o no de gobierno. Para Ahmad, “es cierto que la OTAN tomó partido, ayudó a los rebeldes a derrocar a Gaddafi pero interfirió en el camino histórico. Hay mucha división entre los libios acerca de los propósitos de esta intervención.” Por su parte, Malak piensa que “liberar al país no iba a ser fácil, por lo que esta operación fue importante para ayudar al proceso de liberación. Sin ella, no hubiera sido el mismo escenario.”

Contrario a lo esperado, la estabilidad no llegó y en su lugar vimos que el periodo de 2012-2014 fue escenario de un proceso electoral, cuyos resultados fueron disputados por diferentes frentes, llevando al país a la división y la guerra. Los países que intervinieron militarmente el territorio se olvidaron de los libios y el mundo tampoco se interesó por el bienestar de este pueblo. Hoy día hay una guerra profunda, que provoca una grave crisis de refugiados, casos de esclavitud y tráfico de seres humanos en pleno siglo XXI.

A diez años de las protestas, la situación en Libia es alarmante. Malak es crítica del balance en el periodo reciente: “Después de 2011 la situación económica puso en condición de vulnerabilidad a muchas personas. La inflación y devaluación de la moneda son temas urgentes por atender. A nivel de derechos humanos, las mujeres en Libia tienen que superar muchas barreras. Algunas son perseguidas y sufren de amenazas e incluso tenemos casos de homicidio como ocurrió con Salwa Bugaigis, activista política y defensora de derechos humanos en 2014 en Bengazi; Fariha Barkawi ex parlamentaria fallecida el mismo año en Derna; y recientemente Hanan Barasi abogada y activista política al final de 2020 en Bengazi.”

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Desde octubre del año pasado, la esperanza está depositada en el cese al fuego entre diferentes facciones armadas en Libia y una serie de diálogos que iniciaron en este mes de febrero para construir un gobierno de unidad con miras a convocar a elecciones al final de este año en diciembre. Sobre este punto, Ahmad recuerda que “los libios están tratando de construir un Estado democrático, con pluralismo político y basado en la ciudadanía, respeto por los derechos humanos y libertades civiles con apoyo de Naciones Unidas. Aún así, el camino es largo y el progreso será gradual. Lo que tenemos en este momento no sirve para construir el país que soñamos, pero no hay otra opción sino seguir adelante”.

Cuando le preguntamos a Malak sobre la participación femenina en este proceso, nos explicó que “las mujeres continúan activas compartiendo experiencias, creando conciencia de sus derechos. En el diálogo en Ginebra las mujeres participaron y hubo una importante contribución como la de Elham Saudi. Hemos conseguido logros pero continuamos enfrentando desafíos que hay que superar, teniendo en cuenta las limitaciones que la sociedad impone para establecer una comunidad más justa.”

Finalmente, ambos nos comparten interesantes reflexiones. Le pedí a Ahmad que nos enviara un mensaje a los colombianos y nos dijo lo siguiente: “me gustaría que supieran que el estado de un país es reflejo del pensamiento y cultura de su gente. Posterior a la caída de Gaddafi, entramos a una guerra civil porque aprendimos que en realidad tenemos muchos “Gaddafis” entre nosotros. Él representa de alguna manera una cultura y pensamiento arraigado en muchos libios. Estamos en el proceso de cambiar esto”.

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Por su parte, Malak cree que “la revolución del 17 de febrero fue un punto de quiebre a nivel nacional y sobre todo personal. Este proceso me permitió entender y soñar con la Libia que no teníamos. Si dejamos de lado la política y la guerra, creo que no fue solamente una revolución política sino social y artística, una revolución personal de muchos jóvenes que tuvieron que crecer más rápido de lo normal. Sin duda, la revolución continúa.”

Esperemos este proceso político y de diálogo termine de la mejor manera para el pueblo libio y encuentre prontamente una paz con justicia y bienestar social. Con este texto, hemos analizado Túnez, Egipto, Bahréin y Libia. Resta por explorar los escenarios de Yemen y Siria.

Universidad Externado de Colombia*

Por Felipe Medina Gutiérrez*

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