López Obrador, el hombre del pueblo mexicano

Por Primera vez en su historia, México tendrá un presidente de izquierda. Los otros dos candidatos reconocieron la derrota y las encuestas a boca de urna dieron por ganador al político de 64 años, que ya había intentado llegar a la presidencia en dos ocasiones.

Jesús Mesa
02 de julio de 2018 - 02:49 a. m.
AFP
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Después de los comicios celebrados el domingo 1 de julio, el político del movimiento de izquierda Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) se perfila como el hombre que liderará el futuro de México durante los próximos seis años. AMLO aventajaba por más de 20 puntos en las encuestas a sus principales competidores, el oficialista José Antonio Meade, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y Ricardo Anaya, del conservador Partido Acción Nacional (PAN).

Las encuestas a boca de urna indican que AMLO habría conseguido, como mínimo, 43 % de la votación, muy por encima de sus dos contrincantes. Aunque el Instituto Nacional Electoral (INE) explicó que los resultados consolidados se conocerán el lunes 2 de julio, la tendencia indicaba que no habría mayores sorpresas. De hecho, tanto Anaya como Meade reconocieron en la noche del domingo su derrota y desearon la mejor de las suertes al candidato del Morena. De ese modo, el hombre de 64 años, que en su juventud vendió zapatos, será el primer presidente abiertamente de izquierda de este país.

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Esta es la primera vez en México (desde que se comenzaron a medir las preferencias electorales, en 1994) que un candidato llegaba al día de las elecciones con una ventaja tan amplia en las encuestas. Los analistas coincidieron en que los mexicanos votaron motivados por el enojo y el descontento con el sistema, representados principalmente por los partidos tradicionales y la cuestionada gestión del saliente presidente, Enrique Peña Nieto.

“Si bien existe una polarización y conviven diferentes discursos sobre lo que está en juego, estos comicios se caracterizan principalmente por una idea uniforme de que las cosas no pueden seguir así”, explica a El Espectador la periodista Neldy San Martín, del diario El Financiero Bloomberg.

De acuerdo con San Martín, la gestión de Peña Nieto, con niveles bajísimos de aprobación y sacudida por escándalos de corrupción, favoreció a López Obrador, que es el único candidato cuyo discurso marca una ruptura con la situación actual. “Él habla de acabar con el derroche, con los privilegios en el Gobierno y también de un cambio en la estrategia de seguridad”, explica la periodista.

En su tercer intento consecutivo por alcanzar la silla presidencial, López Obrador supo capitalizar el hartazgo de la sociedad mexicana. El candidato izquierdista militó en el pasado en dos de los partidos tradicionales de su país, pero para esta elección se desmarcó de ellos y fundó su propio partido: el Movimiento por la Regeneración Nacional (Morena). Cumplidos los pronósticos, estas elecciones marcarán un giro en el mapa político mexicano y latinoamericano.

“Algunos comparan este giro con un temblor; otros lo consideran un giro estructural en la política mexicana. Lo cierto es que el sistema de partidos establecido se ha visto sacudido por el avance del movimiento Morena”, dijo Duncan Wood, director del Instituto México en el Centro Woodrow Wilson, a la AFP.

López Obrador ha llamado a su movimiento “la cuarta transformación de México” y se compara con héroes de la historia nacional como Benito Juárez (1806-1876), figura clave en la construcción de la República en el siglo XIX. Sus orígenes humildes calaron en gran parte de la población mexicana, que ve en AMLO un político con el que se podía identificar.

Formado en las filas del PRI, en la década de los años 60 y 70, AMLO siempre estuvo más inclinado hacia la corriente izquierdista del partido y por ello fue acusado de “difundir ideas socialistas” en su interior. A mediados de los 80 renunció al Gobierno, en el que era titular del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales del Comité Directivo Estatal del PRI, asegurando que “el partido no tenía remedio”.

En 1988 fue testigo del presunto fraude electoral que le dio la presidencia de México al candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, quien venció a Cuauhtémoc Cárdenas, el primer político de izquierda que se enfrentaba al entonces todopoderoso partido de gobierno.

Tras ello, López Obrador fue uno de los fundadores del Partido de la Revolución Democrática (PRD), por medio del cual logró la gobernación de su estado natal, Tabasco, y posteriormente la presidencia nacional del movimiento, desde donde impulsó sus posteriores —y fallidas— campañas presidenciales. 

En 2006, bajo las banderas del PRD, quedó en segundo lugar, tras el candidato del PAN, Felipe Calderón, en unas elecciones que fueron las más reñidas en la historia de México. En ese momento, López Obrador no reconoció los resultados, pues perdió por apenas 243.934 votos, correspondientes al 0,62 % de la votación total.

En 2012 las cosas fueron muy diferentes. El candidato de izquierda quedó de nuevo segundo, pero esta vez muy lejos del ganador, Enrique Peña Nieto, del PRI, que recuperó la Presidencia para el partido que gobernó a México por más de 71 años. En ese momento, AMLO denunció de nuevo un posible fraude electoral, que fue desestimado debido a la larga diferencia, de más de cuatro millones de votos, entre los dos candidatos.

Salvo una enorme sorpresa, la victoria de López Obrador es histórica. Los retos para AMLO serán gigantescos: además de combatir la corrupción y derrotar la inseguridad, debe cumplir su promesa de poner en su lugar al presidente estadounidense, Donald Trump, quien amenaza con construir un muro en la frontera con México y romper el tratado de libre comercio que une a ambos países.

Por Jesús Mesa

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