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¿Quién accionó el control del misil que derribó en pleno vuelo el Boeing 777 de Malaysia Airlines? ¿Fue la insurgencia separatista con el apoyo de Rusia o soldados del gobierno prooccidental de Kiev? Esta pregunta —y no es la única— sigue sin respuesta desde el pasado jueves 17 de julio, cuando fue abatido, al este de Ucrania, un avión comercial que volaba desde Ámsterdam a Kuala Lumpur. Viajaban 298 personas, la mayoría de nacionalidad holandesa. No hubo sobrevivientes. El avión de la compañía Malaysia Airlines sobrevolaba Donestk, una zona de conflicto cercana a la frontera con Rusia, donde milicias de separatistas prorrusos combaten desde hace meses por la independencia de la región contra el ejército ucraniano, bajo las órdenes del gobierno europeísta de Kiev.
Ninguno de los dos asumió hasta hoy la autoría del ataque, aunque la mayoría de los países de la comunidad internacional dan por buena la versión de Estados Unidos, que responsabiliza a los rebeldes prorrusos y a la propia administración de Moscú de estar detrás del siniestro. Los expertos coinciden al señalar que, tras este siniestro, habrá un antes y un después en el conflicto ucraniano.
En Moscú, decenas de ciudadanos rusos y extranjeros depositan por estos días flores y mensajes de condolencia en memoria de los muertos. Lo hacen a las puertas de la embajada holandesa, el país con el mayor número de víctimas en esta tragedia. Mientras, las condenas y muestras de rechazo por el ataque siguen llegando desde los cinco continentes. En la calle y en las cancillerías reina la sensación de que esta catástrofe traerá una nueva escalada de tensión entre Rusia y Occidente. Si se confirmara que Moscú está detrás de lo que sucedió el jueves en el cielo de Donetsk, podría saltar por los aires el delicado equilibrio de la frontera que separa las palabras de los hechos.
Han pasado los días y la tensión se mantiene, mientras sube el tono de las acusaciones. Pero en esta batalla Moscú pierde cada vez más terreno frente a las evidencias que muestran los servicios de inteligencia de Occidente. El Kremlin sigue negando que existan pruebas para confirmar que el misil fuera disparado desde territorio controlado por la insurgencia. Niega también que expertos militares rusos ayudaran a los separatistas a manejar el armamento, tal y como denuncia Estados Unidos. Pero ya son pocos los que creen en su inocencia. “La culpabilidad de Putin ya ha sido sentenciada”, critica el editor del periódico ucraniano de tendencia prorrusa Gaseta Vesti, Oleksandr Tymoshenko, quien añadió en declaraciones a El Espectador que “Ucrania es una de las víctimas de la guerra informativa”.
También desde Moscú algunas voces denunciaron la manipulación de esta catástrofe por parte de Europa y Estados Unidos. El objetivo, creen, sería involucrar más a Rusia en el conflicto para aumentar así las sanciones impuestas recientemente a la administración de Putin.
La guerra, en esta parte del mundo, también se juega en los medios. La prensa, la radio y los canales de televisión, en su gran mayoría afines a Putin, no han dudado en sumarse a la peligrosa dinámica de acusaciones, críticas y reproches. Los medios oficialistas lanzaron estos días comentarios negativos hacia canales americanos como la CNN o diarios británicos como The Sun. Les acusaron de difundir únicamente la “versión occidental de los hechos”, que responsabilizó desde el principio directamente a Rusia de lo sucedido en Ucrania. Desde el jueves, el día en que cayó el Boeing de Malaysia Airlines, los medios rusos dedicaron una programación ininterrupida a la tragedia.
Y en este escenario de desencuentros lo único en lo que todos parecen coincidir es en la necesidad de una investigación exhaustiva y rigurosa. El presidente ruso, Vladimir Putin; el estadounidense, Barack Obama, y el Consejo de Seguridad de la ONU, reclamaron una investigación seria, rigurosa e imparcial. Pero el hecho de que las cajas negras del avión sigan en manos de la insurgencia levanta dudas en Kiev, temerosa de que las pruebas puedan manipularse.
Qué pasará a partir de ahora sigue siendo una incógnita por despejar. Los expertos coinciden en que la gravedad de este ataque al avión, con la muerte de 300 personas inocentes, supondrá un punto de inflexión en la guerra separatista de Ucrania, “un antes y un después en el conflicto”, afirma Oleksandr Tymoshenko, “una marca negra en la reputación de los combatientes”. De confirmarse la responsabilidad de los rebeldes prorrusos en el ataque, el periodista ucraniano cree que el impacto en el seno de la propia insurgencia será muy duro: “Ellos combaten al ejército del gobierno con base en ideas simples: su guerra es sagrada porque es una guerra contra la liberación de los nazis”, explica Tymoshenko, “pero ahora su postura se debilitaría por el asesinato de civiles”.
La dimisión, el viernes, del máximo responsable de la autoproclamada República Popular de Donetsk, Denis Pushilin, pudo estar influenciada por la catástrofe del avión. “Esta tragedia puede ser una catarsis que incite a las partes del conflicto a encontrar una solución más o menos pacífica”, aseguró a la agencia rusa Ria Novosti, el jefe del Centro Ucraniano de Estudios Políticos Aplicados, Vladimír Fesenko, “pero eso dependerá de si se trata de una provocación o de si el avión fue derribado casualmente”.
Son varios los analistas internacionales que consideran el derribo del Boeing 777 un accidente de desastrosas consecuencias. El experto en seguridad rusa y profesor de la Universidad de Nueva York, Mark Galeotti, apunta a que se trató de “un error trágico y homicida, en lugar de una atrocidad intencionada” por parte de la insurgencia prorrusa, que pudo contar con la ayuda de Moscú. Una ayuda, explica Galeotti en su blog, que el presidente Putin se verá obligado a retirar de ahora en adelante por las presiones internacionales. La falta de refugio ruso “será el principio del fin de la insurgencia”, cree el analista, aunque advierte que “los combatientes atrapados entre la espada y la pared son siempre peligrosos”.
Lejos de Ucrania, las familias de los casi 300 pasajeros asesinados lloran a sus muertos en Holanda, Malasia y Australia. Los rebeldes pretendían llevar los cuerpos a la capital de la región de Donetsk, pero algunas voces pidieron su traslado hasta Kiev, donde las familias de las víctimas se sentirían más seguras.
El aeropuerto de Donetsk sigue cerrado, y el espacio aéreo de la región permanecerá bloqueado hasta nueva orden. Prácticamente nadie tiene acceso al lugar y las informaciones sobre lo que está sucediendo allí llegan con cuentagotas. Testigos residentes en la zona aseguran que escuchan combates entre la insurgencia y el ejército de Kiev.
En la capital de la república popular de Donetsk los ánimos están caldeados y en cada esquina se forman corros en los que la gente discute quién pudo haber derribado el avión. ”Los rebeldes no han podido derribarlo. ¿Para qué? Ha sido una provocación de los servicios de seguridad”, asegura Vladímir, un partidario de la independencia de Donetsk y de la vecina Lugansk. No obstante, otros discrepan y opinan que el avión de pasajeros malasio sí pudo haber sido abatido por error por los milicianos al confundirlo con un aparato de transporte militar ucraniano.
La tragedia del avión no ha frenado la guerra. Varias agencias de información sostienen que las hostilidades en la provincia prorrusa de Lugansk siguen causando más civiles muertos por fuego de artillería rebelde. Más preocupada por intercambiar reproches y listas de agravios, la comunidad internacional sigue sin involucrarse en este conflicto. Pero la tragedia del Boeing 777 con sus 300 muertos inocentes le ha dado a esta guerra, que muchos creían regional, una nueva dimensión global.