El Tribunal Constitucional votó por unanimidad a favor de confirmar el impeachment (destitución) del presidente de Corea del Sur, Yoon Suk-yeol. El ahora exmandatario fue removido tras intentar llevar a cabo un golpe de Estado mediante la imposición de la ley marcial, una medida excepcional que transfiere temporalmente el control de determinados asuntos civiles al ejército.
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Ante la gravedad de los hechos, se ha propuesto una reforma constitucional para limitar el alcance y la aplicación de esta figura legal. Mientras tanto, la ciudadanía celebra la destitución como un triunfo de la democracia, al tiempo que surgen interrogantes sobre el rumbo político e institucional que tomará Corea en los próximos meses.
Yoon y la ley marcial
El 3 de diciembre, en horas de la noche, Yoon exigió a las tropas asaltar el parlamento. Este hecho impactó profundamente en la percepción de la población surcoreana sobre la estabilidad democrática del país, especialmente por el recuerdo del pasado autoritario de Corea del Sur, cuyo origen también estuvo marcado por el uso de la misma táctica: la ley marcial.
El Tribunal Constitucional criticó con firmeza las acciones del exmandatario. Moon Hyung-bae, presidente interino del tribunal, afirmó que no existía justificación alguna para el golpe militar que intentó ejecutar Yoon. Explicó que su conducta iba “en contra de la gente que se suponía debía proteger”.
Moon Hyung-bae también subrayó que la imposición de la ley marcial corroe los “derechos políticos fundamentales de las personas” y “viola los principios del estado de derecho y la democracia”.
Una nueva elección presidencial
Una vez confirmada la destitución por el Tribunal Constitucional, el primer ministro, Han Duck-soo, es quien debe tomar posesión como presidente interino hasta que se elija un nuevo mandatario.
David Castrillón Kerrigan, profesor investigador de la Universidad Externado de Colombia, describe que Han mantendrá el conservadurismo hasta que se realicen las elecciones presidenciales. Sin embargo, según el experto, su gobierno tendrá “un bajo margen de maniobra”. Esto se debe, por un lado, a que “el mismo cargo de presidente interino limita [...] los poderes materiales (reales) que tiene Han” y, por otro, a que “el partido que representaba Yoon, el PPP, hoy está golpeado en cuanto a su legitimidad por las acciones de este ni las acciones de legisladores después del intento de golpe de Estado”.
La Constitución surcoreana establece que las elecciones presidenciales deben celebrarse 60 días después de la destitución oficial, lo que en este caso corresponde al 3 de junio.
Castrillón explica, además, que la ley surcoreana exige que la fecha de la elección presidencial sea anunciada al menos 50 días antes de su realización. Por tanto, el Gobierno interino dispone de solo 10 días desde la declaración de vacancia para anunciar la fecha de los comicios, si planea realizarlos justo al final del plazo legal de los 60 días.
¿Yoon es el primer presidente que destituyen?
Castrillón, resalta que “esta no es la primera vez en la última década en la que se ha destituido a un presidente coreano”.
Park Geun-hye, primera mujer en ocupar la presidencia de Corea del Sur es un caso que ha mostrado el proceso de la destitución. El 2017 se oficializó su impeachment tras haber estado involucrada en un escándalo de corrupción. Después del suceso, el primer ministro del momento, Hwang Kyo-ahn, fue quien asumió, temporalmente, la presidencia.
El pasado autoritario de Corea del Sur
Corea del Sur ha atravesado varios períodos de autoritarismo a lo largo de su historia, especialmente asociados con la aplicación de la ley marcial en momentos clave. Uno de los casos más representativos fue el régimen de Park Chung-hee, quien gobernó entre 1961 y 1979 tras instaurar un gobierno militar producto de un golpe de Estado. Posteriormente, el régimen de Chun Doo-hwan, entre 1979 y 1988, volvió a declarar la ley marcial en todo el país y reprimió violentamente el Levantamiento de Gwangju, un movimiento democrático en el que murieron cientos de manifestantes.
Este historial ha convertido la ley marcial en un tema profundamente sensible en la psique colectiva de la población surcoreana. Por esta misma razón, la destitución del presidente Yoon fue promovida por amplios sectores de la sociedad, en respuesta a su intento de golpe de Estado.
Castrillón resalta que “la crisis causada por Yoon muestra que el sistema político coreano no es perfecto, pero tiene sus pesos y contrapesos”, ya que fue el poder legislativo —en su mayoría integrado por miembros del propio partido de Yoon— el que votó a favor de iniciar el proceso de destitución.
Camilo De Felipe, docente de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, cree, no obstante, que “la capacidad institucional de Corea del Sur no es sólida en la práctica porque es un sistema rígido, jerarquizado, faccional, tradicional, de tradición autoritaria (herencia de cómo les tocó levantar el país después de las guerras) y osificado en términos generales”.
El equilibrio entre el Ejecutivo y el Legislativo en este nuevo escenario
Para Castrillón, no solo se trata de una elección presidencial, sino de una posible reforma constitucional destinada a minimizar los excesos que permitiría la Carta Magna actual. Sin embargo, advierte que la sociedad coreana está “muy polarizada”, lo que hace improbable que dicha reforma se materialice.
El experto señala que Corea opera bajo un sistema político con un número limitado de partidos ubicados en polos ideológicos opuestos, que tienden a alternarse en el poder en cada ciclo electoral. Es decir, en una elección, la ciudadanía puede optar por un partido de tendencia conservadora, mientras que en la siguiente, la balanza se inclina hacia una opción más liberal.
Según una encuesta presentada por Canal 26, realizada poco después de que se conocieran los actos del expresidente Yoon, “el apoyo al gobernante y conservador Partido del Poder Popular (PPP) cayó 5 puntos porcentuales respecto a la semana anterior, hasta el 27 %, mientras que la cifra para el principal partido de la oposición, el Partido Demócrata (PD), aumentó 4 puntos porcentuales y se sitúa ahora en el 37 %”.
Esta dinámica de alternancia, conocida como swing, se ha consolidado como una característica habitual del panorama político surcoreano. En ese contexto, la nueva contienda electoral podría abrir la puerta para que el partido de orientación más liberal asuma el poder, según Castrillón.
El analista también advierte que el equilibrio entre el poder Ejecutivo y el Legislativo abre un escenario poco común en Corea del Sur: la posibilidad de que el partido del nuevo presidente coincida con la mayoría en el Parlamento.
Esta alineación institucional entre ambos poderes resultaría especialmente conveniente en el contexto actual. Tras la crisis provocada por el expresidente Yoon, el país atraviesa un periodo de profunda fragmentación política.
Castrillón resume que el control de ambas ramas del poder por un mismo partido podría facilitar la gobernabilidad y la toma de decisiones, evitando los bloqueos institucionales y las fracturas que han paralizado al gobierno en el pasado. No obstante, advierte que la destitución “no arregla las cosas”; al contrario, “profundiza la fragmentación de la sociedad surcoreana”. Aunque hubo sectores que apoyaron la salida de Yoon, también surgieron voces totalmente contrarias, que “ven al Partido Democrático como un partido de infiltrados y ven un complot comunista, que va a llevar al país a convertirse en una Corea del Norte”.
De Felipe ofrece otra lectura del momento político. Considera que la destitución representa una victoria ciudadana, pues “reafirma la protesta y movilización ciudadana como mecanismos de participación política preferidos de la generación MZ (millennials y Z de Corea), que, si bien no tiene el recuerdo tan vivo de las represiones de los años 60-70 ni de la conquista democrática en el 87, defiende la democracia y exige responsabilidad al gobierno”.
Entonces, ¿quién será el próximo presidente en Corea?
Ambos analistas coinciden en que Lee Jae-myung, líder del Partido Demócrata de Corea, puede ser quien “gane las elecciones”. Castrillón recuerda que “Lee fue el contrincante de Yoon (actual expresidente) en las elecciones anteriores y perdió por un margen de menos del 1 %”. Lee representa la otra cara de Yoon y podría ser un candidato atractivo para la ciudadanía surcoreana.
Las condiciones poco favorables en las que ocurre la destitución
“La situación en Corea llega en un mal momento para el país y para la región en que se encuentra”, advierte Castrillón. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca marca, según él, “el regreso de una era de hombres y mujeres fuertes a la cabeza de los Estados, donde se requiere de un buen negociador para sentarse a la mesa con Trump y buscar las condiciones menos desfavorables para su país”. Este patrón ya se ha visto en países como México, China o Francia. Sin embargo, el caso de Corea del Sur es distinto: “Es un país a la deriva, sin liderazgo”, afirma el analista. En ese escenario, se pregunta: “¿Trump con quién va a querer hablar? ¿Con un presidente interino? No”.
Corea del Sur se encuentra en una posición débil, con poca capacidad para defender sus intereses. Más bien, explica Castrillón, deberá asumir lo que se le imponga desde afuera. Durante su primer mandato, el republicano ya había logrado aumentar el costo que Corea del Sur paga a Estados Unidos por mantener tropas en su territorio. Ahora, podrían imponerse nuevas formas de presión en materia de seguridad y economía.
Uno de esos mecanismos de presión es lo que Trump llama el “Día de la Liberación”, que contempla la imposición de un arancel mínimo del 10 % a todas las importaciones que ingresen a Estados Unidos. En el caso de Corea del Sur, ese arancel será del 25 %, aplicable a partir del 9 de abril como parte de la segunda fase de implementación.
“Esto [los aranceles y acciones de EE. UU.] es terrible para Corea”, comenta Castrillón. La situación también ha afectado a países como Japón, cuyo primer ministro, según él, es “débil”. Esta fragilidad de los liderazgos regionales reconfigura el equilibrio de poder en Asia, dejando “a un Japón y a una Corea a la deriva ante un EE. UU. explosivo e impredecible, y un entorno internacional de complejidad donde entra Corea del Norte, China y otros”, señala.
De Felipe sostiene que, incluso dentro del presidencialismo, continuarán las “posturas proalianza con Estados Unidos”. Señala que “la seguridad ha sido transversal a la política coreana desde la colonización japonesa”. Por ello, las dinámicas partidistas, la opinión pública y el papel de Corea en la actual crisis deben analizarse a la luz de “miedos heredados de esas épocas [autoritarias]”. De hecho, agrega: “Hoy para los conservadores del Poder Popular el miedo es China, y sus seguidores han sido muy activos en promover desconfianza hacia Beijing”. En ese sentido, asegura que “aun si ganan los progresistas, las cuestiones de seguridad seguirán definiendo sus decisiones políticas”.
Washington, por su parte, muestra preocupación por la reciente declaración de la ley marcial en Corea del Sur, especialmente por haberse hecho sin consulta previa con Estados Unidos. Este hecho despierta dudas sobre el nivel de transparencia de Seúl en su relación de seguridad con Washington. En caso de que los progresistas lleguen al poder, deberán buscar un delicado equilibrio entre China y Estados Unidos, al tiempo que asumen la responsabilidad de garantizar la estabilidad en la península coreana, un objetivo compartido por ambas potencias, concluye De Felipe.
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