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Mandela y el nuevo contrato social

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Beatriz Miranda
21 de julio de 2020 - 07:00 a. m.
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El 18 de julio del 1918 nació el niño Rolihlahla, hijo del jefe de la tribu de los tembus. Su nombre de pila —que significa arrancar la rama del árbol o el que se rebela— ya indicaba la misión que aún estaba por venir. Mucho más tarde, eso indicó el inicio de la reconciliación nacional de Sudáfrica, el país de los diamantes, en donde la riqueza de la minoría contrastaba con la exclusión, la desigualdad y la segregación racial de la mayoría.

Mandela había ingresado a las filas del Congreso Nacional Africano en 1942. Soñó con un socialismo africano: antirracista y antimperialista, África para los africanos. Encontró en la lucha armada un instrumento de defensa y resistencia. Por su insurgencia fue acusado de alta traición a la patria, arrestado y considerado terrorista por Pretoria. En 1948, el Partido Nacional Africano venció en las elecciones en las cuales solo los blancos votaron, lo que dio inicio al apartheid.

Durante 27 años, el preso 46664, desde la cárcel de Robben Island, inspiró ideas de libertad, igualdad y rechazo a las injusticias y a toda forma de discriminación. Sabía “que era el amo de su destino, y el capitán de su alma”, y que en sus manos estaba la posibilidad del encuentro de Sudáfrica.

En 1990, el mundo celebraba la libertad de Mandela, el que sería el primer presidente negro de Sudáfrica. Al término de su mandato otra vez hizo camino en África, se apropió de temas como el sida y la pobreza y fue mediador en conflictos en Burundi, Congo y Angola.

En la celebración del Día de Mandela, el 18 de julio, el secretario general de la ONU, António Guterres, reiteró que Madiba “fue un coloso moral del siglo XX y su legado sigue guiándonos”. Recordó que la pandemia del COVID 19 representa una amenaza para todos, en todas las partes y especialmente para los más vulnerables.

Ante este desafío, Guterres propuso un nuevo contrato social para afrontar la pandemia del COVID-19 y la pandemia de la desigualdad. En su perspectiva, los lastres de esta desigualdad estructural se encuentran en el racismo sistémico, el legado del colonialismo, el patriarcado, las asimetrías en la gobernanza global, la crisis climática, el mito de que todos vivimos en el mismo bote, la falacia de que el libre mercado puede dar a todos un seguro de salud y las enormes brechas creadas por la globalización y la revolución tecnológica.

En ese sentido, es necesario un nuevo pacto mundial que “garantice que el poder, la riqueza y las oportunidades se repartan de una forma más amplia y justa a nivel internacional”.

Nelson Mandela decía que “mientras la pobreza, la desigualdad y la injusticia persistan en el mundo ninguno de nosotros podrá descansar de verdad. Movilízate y suscita el cambio”. #hastagtodossomosMandela.

*Profesora de la Universidad Externado de Colombia.

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