Mientras el virus devasta a países pobres, los ricos están resurgiendo

El contraste difícilmente podría ser más evidente. Pero los problemas van mucho más allá de la disponibilidad de vacunas, e incluyen problemas logísticos profundamente arraigados y desconfianza a la vacunación.

Benjamin Mueller
10 de mayo de 2021 - 07:03 p. m.
India, una fuente importante de vacunas en tiempos normales, ha detenido las exportaciones mientras lucha contra un incremento récord del virus y una crisis humanitaria en expansión. Eso ha retrasado envíos cruciales, ya que India produce la mayoría de los suministros de COVAX.
India, una fuente importante de vacunas en tiempos normales, ha detenido las exportaciones mientras lucha contra un incremento récord del virus y una crisis humanitaria en expansión. Eso ha retrasado envíos cruciales, ya que India produce la mayoría de los suministros de COVAX.
Foto: AFP - TAUSEEF MUSTAFA

En gran parte del mundo desarrollado los pedidos de vacunas ya van por los miles de millones de dosis, los casos de COVID-19 están disminuyendo, las economías están listas para renacer y las personas están ocupadas planificando sus vacaciones de verano. Sin embargo, en muchas naciones menos desarrolladas, el virus continúa causando estragos, a veces sin control alguno, mientras que las campañas de vacunación se realizan con demasiada lentitud como para proteger incluso a los más vulnerables.

Ese contraste digno de una secuencia en pantalla dividida —clubes y restaurantes que reabren sus puertas en Estados Unidos y Europa por un lado mientras personas se quedan sin oxígeno en la India por el otro— nunca debió ser tan marcado. Cerca de 192 países se inscribieron el año pasado en COVAX, una asociación de distribución de vacunas, y la Fundación Gates vertió 300 millones de dólares en una fábrica india a fin de que produjera dosis para los pobres del mundo. El máximo ejecutivo de la Unión Europea declaró en una cumbre mundial en junio del año pasado que “la vacunación es un derecho humano universal”.

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Pero el virus se está propagando más rápido que nunca, impulsado en gran medida por los brotes en América del Sur y la India, y la campaña para vacunar al mundo lucha por mantenerse a flote.

India, una fuente importante de vacunas en tiempos normales, ha detenido las exportaciones mientras lucha contra un incremento récord del virus y una crisis humanitaria en expansión. Eso ha retrasado envíos cruciales, ya que India produce la mayoría de los suministros de COVAX.

En Brasil, donde miles de personas mueren a diario, las autoridades solo han recibido una décima parte de las dosis de AstraZeneca que les habían prometido para mediados de año.

Y en países tan variados como Ghana y Bangladés, que agotaron rápidamente sus primeros suministros de vacunas, los pocos afortunados que recibieron una primera dosis no están seguros de cuándo recibirán la segunda.

“Es una cuestión moral”, dijo Boston Zimba, médico y experto en vacunas en Malaui, país que ha vacunado solo al 2 por ciento de su población. “Esto es algo que los países ricos deberían estar meditando. Es su conciencia. Así es como se definen a sí mismos”.

Los problemas van mucho más allá de la disponibilidad de vacunas, e incluyen problemas logísticos profundamente arraigados y desconfianza a la vacunación, esto último un legado de las épocas coloniales e imperiales.

CARE, una organización mundial sin fines de lucro, estimó que por cada dólar invertido en dosis de vacunas, se necesitaban otros 5 dólares para garantizar su traslado del aeropuerto a los brazos de las personas. Ante la falta de fondos suficientes para los trabajadores de la salud crónicamente mal remunerados y la capacitación para la vacunación, una gran cantidad de las pocas dosis que han sido entregadas están guardadas en almacenes, y sus fechas de vencimiento se acercan con rapidez.

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El inestable despliegue mundial de vacunas está teniendo consecuencias desastrosas. Las naciones no vacunadas están siendo azotadas por el virus. Los reservorios de infecciones sin control podrían generar nuevas variantes que prolonguen la pandemia tanto para las naciones pobres como para las ricas. La economía global podría sufrir billones de dólares en pérdidas.

Sin embargo, a pesar de toda la determinación de los líderes mundiales de corregir los errores pasados —más recientemente, la escasez de vacunas contra la gripe porcina en los países más pobres durante la pandemia del 2009— las dificultades que enfrenta la actual campaña de vacunación son enormes.

Cuando la pandemia estalló el año pasado, COVAX tenía pocos fondos, lo que hizo imposible que pudiera competir con las naciones más ricas a la hora de asegurar contratos de vacunas. Más recientemente, Estados Unidos, la Unión Europea y la India han prohibido al menos parte de las exportaciones relacionadas con vacunas, obligando a las regiones que no producen sus propias dosis a depender de las que sí.

Los fabricantes de vacunas están prosperando gracias a las ventas realizadas a los ricos del mundo. Pfizer recaudó 3500 millones de dólares por su vacuna en los primeros tres meses de 2021, pero a COVAX solo le prometió darle menos del 2 por ciento de las dosis de este año. Moderna, que espera ganar 18.000 millones de dólares en ventas de vacunas en 2021, acordó apenas esta semana suministrar a COVAX, a pesar de haber tomado una inversión inicial de una fundación líder de COVAX en enero.

Sin embargo, el nacionalismo y las ganancias corporativas son solo una parte de la historia. También existe una enorme dificultad en fabricar tantas dosis.

El gobierno de Biden ha recibido cada vez más presión con el fin de que suspenda los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas para impulsar una fabricación más amplia. Pero dadas las dificultades de producción, ese paso podría tomar años para producir resultados, dicen los expertos.

Según los analistas, las naciones occidentales deberían también presionar a los fabricantes de vacunas para que se asocien con las plantas de fabricación globales, sin importar cuánto cueste y cuánto tiempo tome. Incrementar la producción de esa manera puede ser algo irregular, pero varios estudios del año pasado sugirieron que existía capacidad disponible desaprovechada.

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Además, la fabricación local podría mitigar los temores a las vacunas fabricadas en el extranjero. “La meta final es traer vacunas que se construyan y fabriquen en África”, dijo el presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi, “porque eso creará confianza en las personas al saber que es una vacuna hecha por nosotros y para nosotros”.

A COVAX, tener una fuerte dependencia de los envíos de la India le ha salido caro. En enero pronosticó tener 235 millones de dosis para abril y 325 millones para mayo, con la meta de llegar a los 2000 millones de dosis este año, suficiente para vacunar al 20 por ciento de las personas en los países receptores, según documentos de planificación resguardados por Zain Rizvi, un experto en acceso a medicamentos de Public Citizen, un grupo de defensa.

Pero para marzo, ese pronóstico se había reducido de forma drástica en aproximadamente un tercio. Hasta el martes, COVAX había enviado 54 millones de dosis, menos de una cuarta parte de su objetivo previo de abril. GAVI, la Alianza para la Vacunación, una asociación mundial de salud entre el sector público y el privado que colidera COVAX, dijo que su prioridad era la entrega de segundas dosis e instar a las naciones más ricas a compartir vacunas.

Mientras las naciones más pobres luchan por conseguir suministros, muchas de ellas también están teniendo dificultades para utilizar las pocas dosis que tienen. Esas fallas operativas —una repetición de lo que sufrieron las naciones ricas meses atrás— han hecho que haya reservas de vacunas al borde de sus fechas de vencimiento, en países que no pueden permitirse desperdiciar ninguna dosis.

El problema es particularmente grave en África, donde cerca de dos docenas de países han utilizado menos de la mitad de sus vacunas, según cifras de CARE.

Sin embargo, la confianza en la vacuna se derrumbó en parte porque algunos gobiernos hicieron muy poco para generar confianza desde el principio: los funcionarios de salud de Costa de Marfil dijeron que apenas hasta esta semana comenzarían una campaña de concientización pública, más de dos meses después de que llegaran las primeras dosis. Las autoridades locales ni siquiera habían decidido cómo transportar las vacunas por Abiyán hasta que las tuvieron en la mano, dijeron los trabajadores de salud.

El Banco Mundial ha prometido 12.000 millones de dólares para la distribución de vacunas, pero hasta el momento solo ha aprobado 2000 millones de dólares en proyectos. A mediados de marzo, el banco descubrió que menos de un tercio de las naciones de ingresos medios y bajos reportaron tener planes para capacitar a vacunadores o campañas listas para combatir la desconfianza en torno a las vacunas, dijo Mamta Murthi, vicepresidenta de Desarrollo Humano del banco.

Las necesidades de muchos países son aún más simples. Algunos no pueden costear imprimir tarjetas de vacunación. Malaui, que planea destruir 16.000 dosis que recibieron a pocos días de su fecha de vencimiento, ha tenido problemas al cubrir los subsidios para el almuerzo de los trabajadores de la salud que viajan de un centro de vacunación a otro para repartir las dosis.

El panorama es incierto. Según Freddy Nkosi, director en el Congo de VillageReach, una organización de salud sin fines de lucro, una mayor cantidad de dosis generará más confianza en las vacunas. Sin embargo, el director ejecutivo del Instituto de Suero de la India dijo recientemente que, si el brote en la India seguía escalando, “tendremos que seguir suministrando a la India e ignorar cualquier otro lugar”.

Por Benjamin Mueller

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