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Desdeñoso de la fama, al fotógrafo palestino Motaz Azaiza le hubiera gustado convertirse en una estrella de las redes sociales por otros motivos y no por documentar el sufrimiento de sus compatriotas en Gaza.
“Ojalá me hubiesen conocido sin el genocidio”, dice Azaiza, aclamado por cientos de personas en una iglesia de Filadelfia, Estados Unidos, que pagaron 60 dólares para verlo y hasta 1.000 por fotografiarse con él durante una recaudación de fondos benéfica.
La platea se pone de pie para aclamar al fotorreportero, que aparece vistiendo vaqueros, zapatillas deportivas, camiseta negra y gafas doradas.
Antes de los ataques de Hamás en suelo israelí del 7 de octubre de 2023 y los bombardeos de Israel en respuesta, este fotógrafo era prácticamente un desconocido.
Originario de Deir al-Balah, en el centro de la Franja de Gaza, publicaba fotos de su vida cotidiana y acababa de firmar un contrato con la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA) para gestionar su contenido en línea.
Tenía alrededor de 25.000 seguidores en Instagram, un éxito notable en Gaza.
Pero con los primeros ataques israelíes, sus imágenes tuvieron gran impacto y los seguidores aumentaron hasta los 16,7 millones actuales, casi ocho veces la población de Gaza.
“Maybe the worst thing about what is happening in Gaza… is that it makes you feel like you're closer to death because of the people that you are losing.” Gaza photojournalist Motaz Azaiza speaks out about his experience covering the devastating war in the enclave. @azaizamotaz9 pic.twitter.com/leq51CuA3P
— United Nations Geneva (@UNGeneva) May 30, 2025
Vivir para contarlo
Tras 108 días de guerra, Azaiza logró salir de Gaza a través de Egipto y se convirtió en una suerte de embajador del territorio, invitado por diplomáticos y oenegés para contar la vida diaria de los palestinos bajo los bombardeos constantes de Israel.
“Como fotoperiodista, no puedo ver lo que sucede como alguien ajeno. Soy de allí (Gaza), es mi hogar (...) Siempre lamentamos habernos ido, pero cuando perdemos a un amigo, a un familiar, nos decimos: ‘Salvé mi vida, si me hubiera quedado, sería igual que ellos un simple número para el resto del mundo”.
Este mes, Azaiza está de gira por Estados Unidos para recaudar fondos para UNRWA, una agencia clave en Gaza cuyas finanzas se han visto mermadas por la suspensión de las contribuciones de ciertos países, entre ellos Estados Unidos.
“¿Quién quiere donar 20.000 dólares? Necesito 20.000. ¿Nadie? ¿10.000? ¡Vamos, 10.000!”, dice a la multitud un funcionario de la ONG UNRWA USA, que recauda fondos para la agencia de la ONU.
Al llegar a los 5.000 dólares, cinco manos se levantan. Luego, otras ofrecen 2.000 y 1.000 dólares, incluidas las de Nabeel Sarwar, quien cree que las fotos de Azaiza ayudan a “humanizar” Gaza.
“Cuando miras las fotos, cuando ves a un niño, te conectas con él, con el polvo en su rostro, la hambruna, la tristeza; estas son las fotos que me permitieron comprender la verdadera tragedia de Gaza”, dice este residente de Filadelfia.
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Motaz percibido como “auténtico”
“Periodistas de Gaza como Motaz realmente conectan con nosotros porque se percibe su autenticidad”, afirma Veronica Murgulescu, estudiante de medicina, de 25 años, en Filadelfia.
Sostiene que “los principales medios de comunicación de Estados Unidos y Occidente carecen de esa autenticidad”, mientras que con fotoperiodistas e influencers de Gaza como Motaz Azaiza o la cineasta Bisan Owda, conocida por sus vídeos, se siente “conectada”.
Para Sahar Khamis, profesora de comunicación en la Universidad de Maryland y especialista en redes sociales en Oriente Medio, Azaiza y Owda han logrado “moldear la opinión pública, especialmente entre los jóvenes, no solo en el mundo árabe o en Oriente Medio, sino a nivel mundial, inclusive en Estados Unidos”.
“El aspecto visual es sumamente importante, poderoso y muy convincente cuando se cuenta con testimonios directos de la gente. Dicen que una imagen vale más que mil palabras, pero cuando se trata de guerra o conflicto, vale más que un millón de palabras; es más de lo que se podría expresar en un ensayo”, dice a la AFP.
Esa noche en Filadelfia, Azaiza se rodea de la multitud para sacarse un selfie, antes de estrechar la mano de los donantes.
“No soporto toda esta fama, toda esta gente que quiere oírte hablar. Es una gran responsabilidad, pero no soy yo”, dice a la AFP.
“Lo único que quiero es que termine este genocidio para poder volver a Gaza y seguir tomando fotos”.
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