En medio de informaciones confusas y contradictorias, la agencia oficial Mena aseguró que el rais estaba “clínicamente muerto”; sin embargo, otras fuentes médicas señalan que, luego de un accidente cerebral, se encuentra inconsciente y conectado a un respirador.
“Hablar de que está clínicamente muerto es un sinsentido”, declaró a Reuters el general Said Abbas, miembro del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que administra el país desde la caída de Mubarak. Otro de los generales que integran la Junta Militar, Mamduh Shahin, afirmó a la cadena CNN que “no está clínicamente muerto, pero su salud se está deteriorando y se encuentra en estado crítico”. Pero su abogado le dijo a la agencia Efe que “Mubarak no se encuentra en muerte clínica y está en franca mejoría luego del tratamiento”.
Sin embargo, los egipcios en las calles no saben a quién creerle. Miles se concentraron frente al hospital en donde está recluido el exmandatario y otros cientos en la plaza Tahrir. Egipto de nuevo se divide en torno a la figura de Mubarak. Algunos, la mayoría jóvenes, creen que su estado es usado para suscitar la compasión hacia el exdirigente y así propiciar que se lo trate favorablemente. Otros, sin embargo, consideran que el expresidente es un escombro del pasado. “Mubarak es el pasado para nosotros. Debemos mirar hacia adelante, porque hay numerosos desafíos que superar”, dijo un joven islamista que se identificó solamente como Ihsan.
Ali Hamed, funcionario del Estado, asegura que la muerte de Mubarak no tendrá consecuencias porque ya murió políticamente el 11 de febrero de 2011, fecha de su renuncia. “Estoy enfadado. Hizo cosas buenas por Egipto y no merece esta despedida. Fue el hombre de la Guerra del 6 de Octubre y sin su entrega no podríamos vivir”.
El clima de incertidumbre crece ante el pronunciamiento oficial del ganador de los comicios presidenciales del domingo pasado: tanto el candidato de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, como su rival, el último primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafiq, reclaman la victoria para sí. Pero el próximo presidente, sea quien sea, estará lejos de tener el poder casi absoluto que ostentaba Mubarak durante las tres décadas en que dirigió Egipto. Una “declaración constitucional complementaria”, promulgada por la Junta Militar antes de las elecciones, le da al ejército importantes prerrogativas, lo cual reduce el margen de maniobra del presidente.