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La Plaza Tharir en El Cairo, epicentro de nutridas protestas en contra del régimen de Hosni Mubarak, fue escenario de júbilo cuando por más de cinco horas los rumores insistieron en que el hombre que había regido los destinos egipcios durante los últimos 30 años dejaba el poder. Mensajes en las redes sociales y medios de comunicación de todo el mundo hablaban de que era inminente la renuncia del “rais”. El ambiente en la plaza era de alegría. Sólo hacía falta que Mubarak lo confirmara en un discurso oficial.
Después de largas horas de espera, decenas de miles de manifestantes concentrados en la plaza vieron el mensaje retransmitido en una gran pantalla. El presidente habló del proceso de transición, de su juramento ante Dios, de su lucha por el país y de su deseo de permanecer en el poder hasta septiembre, cuando se realicen las elecciones presidenciales. Luego señaló que no castigará las revueltas, que transferirá parte de sus poderes al vicepresidente Omar Suleiman y que modificará cinco artículos de la Constitución para facilitar la alternancia en el poder y abrir la puerta del fin de la Ley de Emergencia, vigente desde 1981.
Pero de renuncia ni una sola palabra. De inmediato la rabia y la tristeza estallaron en la plaza en un ambiente de confusión, generado por un comunicado del Consejo Supremo del ejército que tras reunirse con Mubarak expresó su apoyo “a las demandas legítimas del pueblo”. “¿Qué pasó?”, se preguntaban los manifestantes que empezaron a gritar en coro: “¡Que se vaya Mubarak, que se vaya Mubarak!”.
La confusión fue aún mayor cuando el vicepresidente, en un discurso televisado, les dijo que estaba comprometido con la transición y le pidió a la gente congregada en el centro de El Cairo dejar la protesta, volver a sus casas y no ver “televisiones extranjeras”. Suleiman, al igual que Mubarak, criticaron la “intromisión de potencias extranjeras en Egipto”.
Pero su solicitud cayó en oídos sordos y el movimiento anunció que hoy viernes, día de oración, el país será escenario de la protesta más grande de los últimos tiempos. Insisten en la renuncia del régimen y esperan congregar a miles de personas, tal como lo hicieron el miércoles cuando desbordaron la plaza y marcharon hacia el Parlamento. Muchos temen que la jornada se torne violenta, pues empezaron a escucharse llamamientos entre la multitud a dirigirse al palacio presidencial para sacar a Mubarak a la fuerza.
En horas de la noche, cuando cientos de egipcios se dirigían hacia la televisión estatal y rodearon el Palacio Presidencial exigiendo la salida del faraón, el alto consejo militar comenzó a enviar mensajes advirtiendo que estaban monitoreando la situación para decidir cómo actuar. El canciller egipcio, Ahmed Abul Gheit, advirtió que el ejército podría intervenir si se produce una situación de caos.
El profesor de la Universidad Javeriana Víctor de Currea-Lugo explicó que en este momento las dos fuerzas están sobre la mesa: por un lado Mubarak, Suleiman y funcionarios cercanos; por el otro, los manifestantes y la coalición de fuerzas opositoras. El papel que tendrá el ejército ahora es determinante, porque podría inclinar la balanza a favor de cualquiera de los dos lados. “A esta altura el desgaste comienza a ser importante, Egipto necesita salir de la crisis, mucho dinero se está perdiendo, las presiones van en aumento y la misma gente necesita volver a trabajar. El ejército podría definir la situación antes que cualquiera de los dos bandos”, aseguró.
Mohamed el Baradei, líder de la oposición, envió un mensaje desesperado: “Egipto va a explotar, el ejército tiene que salvar al país”. Silencio en las filas.
Ómar Suleiman, con “poderes presidenciales”
“He considerado delegar al vicepresidente de la República los poderes y las prerrogativas de acuerdo con la Constitución”, aseguró el presidente egipcio, Hosni Mubarak. La ambigüedad de las declaraciones del “rais” generó una incertidumbre sobre si Omar Suleiman habría heredado los poderes presidenciales o no. Y de ser así, tampoco precisó cuáles serían esas potestades.
Sin embargo, el embajador de Egipto en Washington, Sameh Shoukry, confirmó que el poderoso director general de la Inteligencia egipcia, considerado la mano derecha de Mubarak y gran aliado de EE.UU. e Israel, es ahora el “presidente de facto”, así como el nuevo jefe de las Fuerzas Armadas.