“Ni florecitas ni tarjeticas: que se sepa para qué se conmemora este día”

América Latina es una de las regiones más peligrosas del mundo para las niñas y las mujeres. Aunque se han producido avances legislativos importantes, las cifras de violencia y feminicidios son alarmantes.

El Espectador
09 de marzo de 2019 - 02:00 a. m.
El 8 de marzo, más que una fecha de celebración, es un día en el que se recuerda, se conmemora y se reivindica la lucha histórica de las mujeres por sus derechos. / Diseño El Espectador
El 8 de marzo, más que una fecha de celebración, es un día en el que se recuerda, se conmemora y se reivindica la lucha histórica de las mujeres por sus derechos. / Diseño El Espectador

De noche o de día, desnudas o vestidas, en la cama o en la calleque respeten nuestras vidas.

El 8 de marzo es más que una fecha de celebración. Es un día en el que se recuerda y se conmemora a todas las mujeres que históricamente han luchado, han muerto y se han organizado en defensa de sus derechos, de nuestros derechos.

Pero el ideal de igualdad de derechos está lejos de ser más que una frase bonita que se repite todos los años en esta fecha. Por eso hoy miles de mujeres en el mundo paran, salen a las calles y alzan la voz para exigir que el Estado y la sociedad salden sus deudas históricas. “El 8 de marzo no es un día de celebración de la mujer como si fuera un ser único, superior, que hay que cuidar y proteger, sino un día para reconocer que ha sido una historia de lucha, de celebración de los derechos conquistados, pero de lucha por los que nos faltan y, sobre todo, para que los conquistados sean reales para todas las mujeres en su diversidad”, afirma la argentina Natalia Gherardi, abogada y directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género.

“Este día, en cambio de florecitas y tarjeticas, debería difundirse el origen de esta conmemoración, y también lo que ha significado ser mujer en una sociedad patriarcal”, opinan las autoras y promotoras de la Ley Rosa Elvira Cely, la cual tipificó el feminicidio en Colombia.

“Ni una menos, vivas nos queremos”

“La violencia contra las mujeres y las niñas es la violación de derechos humanos más generalizada y más persistente en el mundo. El feminicidio, entendido a nivel más general como el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, es su expresión extrema. La violencia contra las mujeres en nuestra región mata”, asegura Ana Güezmes, representante de ONU Mujeres en Colombia, quien además recuerda que 14 de los 25 países en el mundo que tienen las tasas más altas de asesinatos de mujeres se encuentran en América Latina.

Aunque todos los países de la región formalizaron la definición de la violencia contra las mujeres como una violación de sus derechos humanos y han buscado medidas legislativas para prevenirla y erradicarla desde 1994, tras la Convención de Belem do Pará, Latinoamérica es considerada la zona más violenta del mundo para niñas y mujeres fuera de un contexto de guerra, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Los objetivos de protección, equidad y respeto están lejos de cumplirse.

Tan solo en el primer día del año murieron tres mujeres en Bolivia a causa de violencia machista. Al tercer día del 2019, otras siete habían sido asesinadas en México, 46 más fueron matadas durante el primer mes en El Salvador y, en lo que va del año, el promedio de feminicidios en Brasil está cerca de cinco casos por día. Pero la cuestión va más allá de las cifras. Estos países tienen condiciones estructurales, culturales, políticas y sociales que perpetúan y naturalizan este tipo de violencia.

“Las cifras, yo no las manejo como cifras, para mí son vidas arrancadas, y ya rebasamos los 460 feminicidios en lo que va del año en México, 23 de ellos de niñas menores de 14 años. Desgraciadamente, solo algunos casos se miran, no se ven todos, y creo que es importante que volteemos a verlos todos, porque todos duelen”, asegura Frida Guerrera, una mexicana que se dedica a registrar y visibilizar los casos de feminicidio en su país.

“¿Hasta cuándo el Estado sosteniendo el patriarcado?”

Aunque 18 países latinoamericanos tienen tipificado en sus legislaciones el delito de feminicidio, expertas de la región coinciden en que el problema no está en la norma, sino en su aplicación, seguimiento e implementación.

Las impulsoras de la Ley Rosa Elvira Cely llevan más de 20 años trabajando la violencia contra las mujeres en Colombia. Para ellas, “el principal reto está en que las instituciones y la sociedad se den cuenta de que muchas veces adjudicamos la responsabilidad a la mujer: ‘algo tenía que haber hecho, ¿por qué iba caminando sola a esa hora?’, ‘la ropa que se puso fue la que lo causó’, se juzga. Tenemos que trabajar mucho en la eliminación de los prejuicios para que el tipo penal realmente pueda contribuir a la prevención”.

Para Gherardi, “las instituciones no han logrado incorporar plenamente una perspectiva de género. ¿Qué quiere decir esto? Analizar los hechos, enfocar el derecho, llevar adelante el proceso investigativo, analizar las pruebas e interpretar el derecho de una manera no estereotipada respecto de las mujeres. Eso no se ha logrado en Argentina”.

Ada Beatriz Rico, directora de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, que fue la primera en Argentina en realizar informes de feminicidios (incluso antes de que el Estado lo hiciera), coincide: “Si bien tenemos una ley que reconoce al feminicidio como agravante de violencia de género, tenemos una justicia patriarcal y sexista que rotula los casos sin incluir este agravante”. En este sentido, asegura, tiene que existir también un “cambio cultural, para que los varones dejen de considerarnos un objeto de su pertenencia con la cual pueden hacer lo que deseen, incluso asesinarnos”.

En México y Brasil, el sentimiento es similar. “No ha habido capacitación para el funcionariado público, no están sensibilizados con el tema, entonces, cuando las mujeres acuden en situaciones de violencia, en la mayoría de los casos son revictimizadas”, dice Lizett Hernández, coordinadora de la asociación civil mexicana Kalli Luz Marina. Por su parte, la profesora Maíra Machado asegura que “a pesar de que exista la Ley Maria da Penha, las agresiones en Brasil siguen cotidianamente y muchas veces los feminicidios son encuadrados como crimen pasional. Eso demuestra que la violencia contra la mujer está naturalizada”.

“Nuestros cuerpos, campos de batalla”

Si bien los avances en la adaptación del tipo penal del feminicidio a nivel regional han sido importantes, su implementación no ha tenido los resultados esperados. En los últimos años, los índices de asesinatos a mujeres por motivos de género no se han reducido y en algunos casos se han incrementado. En 2014, un total de 2.089 mujeres fueron víctimas de feminicidio en 25 países de la región. En 2016 fueron asesinadas 1.971 en solo 17 países de Latinoamérica, y en 2017 fueron 2.795 los feminicidios registrados por la Cepal en 19.

Según la ONU, el mayor peligro que enfrentan las mujeres está en sus propios hogares: de las 87.000 mujeres reportadas como víctimas de homicidio doloso en todo el mundo durante 2017 (último año del que se tienen cifras disponibles hasta el momento), alrededor del 34 % fueron asesinadas por su pareja y el 24 % por un miembro de su familia. En Argentina, por ejemplo, en los últimos 10 años, más del 60 % de los casos fueron perpetrados por parejas o exparejas y el 71 % de los feminicidios ocurrieron en la misma casa de la víctima, reveló la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Además, en países como Colombia, en los que también hay un contexto histórico de conflicto, las niñas y mujeres han sido usadas como objetivos de guerra. “Evidentemente, las mujeres han sufrido una forma especial de violencia por el hecho de ser mujeres en el marco del conflicto. La guerra y el desplazamiento incrementan la vulnerabilidad y se enfrentan a ser asesinadas por ser lideresas, políticas, familiares de algún miembro o exmiembros de los grupos armados, ya sean regulares o irregulares. Se exponen a tipos de violencia sexual específica, como ser reclutadas para servicios sexuales, violaciones y embarazos forzados”, afirma una fuente consultada por El Espectador.

“Un tema que es parte de la preocupación colectiva de ONU Mujeres y en el que hemos visto un aumento es el asesinato de mujeres lideresas defensoras de derechos humanos. Estos casos tienen que ser investigados desde la perspectiva de feminicidio para generar condiciones y garantías de no repetición”, complementa Güezmes.

“Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras”

Hoy, las mujeres de la región y del mundo se van a tomar los espacios públicos, las calles, las academias, para seguir haciendo visibles sus exigencias, para recordar a las víctimas de la violencia de género, a las miles de niñas y mujeres que año a año pierden la vida, y a los otros miles que históricamente han ido construyendo el camino hacia la búsqueda de una sociedad más justa para ellas.

“Las mujeres argentinas vamos a hacer un paro para mostrar el valor del nuestro trabajo, la desvalorización del trabajo invisible no remunerado del cuidado y la discriminación que todavía existe. Después va a haber una marcha masiva”, asegura Gherardi.

En Colombia se hará la Marcha de Antorchas en las principales ciudades del país, y en México, la Huelga de Cuidado, Trabajo y Consumo.

“Hay que seguir fortaleciendo esfuerzos para que no haya ninguna mujer más asesinada, ni una niña más asesinada. Este día debemos seguir recordando a Rosa Elvira Cely y tantas Rosa Elviras, a Yuliana Samboní y a tantas Yulianas. Es un día para seguir sumando esfuerzos para construir ese lugar en el que podamos ser mujeres y no temer por ello”, aseguran las coautoras de la ley que lleva el mismo nombre.

“Hoy hacemos honor a todas las víctimas y a sus familias, recuperando sus voces y sueños para que, como sociedad, recordemos que nos faltan muchas mujeres que deberían estar con nosotros”, concluye Güezmes.

Por El Espectador

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