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El domingo pasado no fue un día cualquiera en la Gran Manzana, cerca de siete mil personas se atiborraron con arengas, banderas y carteles luminosos en torno al controvertido proyecto de ley que daría luz verde a los matrimonios entre parejas del mismo sexo en el estado de Nueva York. Por un lado, una multitudinaria congregación, en su gran mayoría católica y de origen latino, se reunió para oponerse al proyecto promovido por el gobernador demócrata David Paterson; mientras tanto, y a pocas cuadras del lugar, la gigantesca comunidad LGBT hacía lo propio reclamando al unísono igualdad ante la ley.
“La lucha por la justicia no puede dar espera. Es hora de reclamar los mismos derechos para gays, lesbianas, bisexuales y transgeneristas. Es hora de que parejas del mismo sexo se puedan amar de la misma manera como todos lo hacen”, dijo Paterson ante la eufórica multitud. “Ha llegado el momento de hacer ese sueño realidad”, añadió.
La Asamblea estatal aprobó la iniciativa por un amplio margen de 89 votos a favor y 52 en contra, incluyendo el apoyo de cinco republicanos. Ahora sólo falta que éste llegue al senado y alcance los 32 votos necesarios para que se convierta en ley. De ser así, Nueva York se convertiría en el sexto estado en legalizar el matrimonio entre parejas del mismo sexo junto a Massachussets, Connecticut, Maine, Vermont y Iowa.
A tan sólo dieciocho días para que termine la legislatura, el apoyo de gran parte del cuerpo colegiado es aún incierto. Según reportes, faltarían 8 votos más para asegurar su aprobación. Por eso, Thomas K, Duane, el único miembro del Senado estatal abiertamente gay, el alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg junto a distintas organizaciones de derechos civiles lanzaron una campaña invitando a los ciudadanos a exigirles a sus representantes un voto positivo. “No podemos permitir un no como respuesta”, recalcó Bloomberg.
Mientras tanto en la otra esquina del espectro político, uno de sus más acérrimos opositores, el senador por el distrito del Bronx, Rubén Díaz, dijo que no le causaba sorpresa lo ocurrido en la Asamblea estatal. “Igual, lo hicieron en 2007, pero logramos contenerlos en el Senado, no dudo de que ocurra lo mismo en esta ocasión”, dijo el también pastor de la iglesia cristiana. Por su parte, el asambleísta republicano Michael Fitzpatrick, del distrito de Long Island, hizo claridad en que la medida no obligaría a ninguna institución religiosa a realizar este tipo de matrimonios.
“Esto es lo que no quieren ver algunos”, explica Patt Dwyen, un neoyorquino de 45 años. “Esto no es cuestión de fe, ni mucho menos de doctrinas religiosas, esto es cuestión de vida o muerte. Cuando no se reconocen nuestras uniones ante la ley, no tenemos derechos sobre pensiones, cobertura médica, seguros de vida ni ningún tipo de seguridad social”, explica el vendedor de seguros, quien confiesa que el hecho de que los demócratas tengan el control del Senado, después de 40 años, lo hacen soñar con que la victoria sea finalmente de la comunidad gay.