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Ocupación sin fin: los rehenes dividen a Israel entre duelo y venganza en Gaza

Dos años después del ataque de Hamás, los rehenes siguen siendo el punto más sensible del conflicto. Entre la presión de las familias y la estrategia militar, el gobierno de Netanyahu enfrenta una sociedad dividida y exhausta por la guerra.

Hugo Santiago Caro

07 de octubre de 2025 - 07:00 a. m.
Una mujer mira fotografías de los rehenes retenidos por militantes de Hamás en Gaza, afuera de la base militar israelí de The Kirya en Tel Aviv, Israel.
Foto: EFE - MARTIN DIVISEK
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Para esta misma mañana en Colombia, hace dos años, despertábamos con las noticias de que Israel estaba sufriendo la derrota militar más dura en casi 80 años de existencia como país con los ataques de Hamás del 7 de octubre, que sucedieron en altas horas de la madrugada y dejaron un saldo de más de 1.200 ciudadanos israelíes muertos en esa sola coyuntura, mientras que 251 de ellos fueron raptados y llevados a la Franja de Gaza.

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La bandera de la contraofensiva israelí ha sido traer de vuelta a los rehenes. Claro, la respuesta ha sido despiadada y desproporcionada: según datos del Ministerio de Salud de Hamás, ente respaldado por Naciones Unidas, Israel ha asesinado a más de 66.000 palestinos de los más de dos millones que residen en la Franja de Gaza. Esta cruzada, según la Comisión de Investigación Independiente sobre el Territorio Palestino Ocupado del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, constituye un genocidio.

Durante dos años la persecución de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) ha llegado a túneles, centros de atención médica, campos de refugiados y demás lugares donde afirmaron se refugiaban miembros de Hamás, movimiento que además se ha visto ampliamente mermado, con sus cabecillas y líderes asesinados en más de cuatro ocasiones durante este período. Sin embargo, las fotos y pancartas de rehenes y de soldados muertos en combate durante este tiempo siguen en pie, a prueba de sol y lluvia, mientras sus familiares y aquella porción de la sociedad israelí que clama por una liberación a cualquier costo siguen en pie de lucha.

Tan solo este último fin de semana, durante el más reciente intento de paz promovido por Donald Trump (un plan de 20 puntos que propone, entre otras cosas, un alto al fuego inmediato si ambas partes lo aceptan, la liberación de todos los rehenes en 72 horas y el desarme de Hamás), miles de manifestantes se congregaron frente a la residencia del primer ministro, Benjamin Netanyahu, para exigir que acepte los términos y se concrete, de una vez por todas, la liberación de los cautivos. La presión crece, entre otras razones, porque cada vez son menos.

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De los 251 rehenes iniciales, cerca del 60 % fue liberado, pero el 40 % restante es difícil de precisar: oficialmente quedan 48 cautivos, aunque se calcula que solo unos 20 siguen con vida. En otras palabras, entre un 8 y 20 % continúa retenido, mientras los demás fallecieron y sus cuerpos forman parte de las negociaciones.

Una fractura

Para David Kerpel, analista colombo-israelí residente en Israel, estos manifestantes y, en general, las familias viven en un constante sentimiento de que el gobierno de Netanyahu les ha ocultado información y les ha mentido abiertamente. “Trump ha dicho varias veces que quedan 20 vivos y en Israel eso nunca se había dicho. Entonces, las familias se preguntan: ‘¿Cómo puede ser que Trump sepa más de lo que nosotros sabemos?’. Ese tipo de cosas han generado una desconfianza muy grande entre las familias y el gobierno, y la situación está cada vez más al borde de una crisis”, comentó Kerpel.

En términos humanitarios, las familias desean ver volver a sus seres queridos tras dos años de guerra. Pero, en contraposición, el sector más ortodoxo y conservador de la sociedad judía ve el 7 de octubre como una oportunidad de recuperar por completo los territorios que hoy ocupan los palestinos. “Lo ven como un ‘momento milagroso que obligó a la nación judía a dar otro paso hacia la redención’”, afirmó Daniella Weiss, miembro del movimiento de colonos israelíes, a The New York Times.

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Más allá de los motivos lógicos para protestar por los rehenes, Gabriel Ben Tasgal, periodista argentino-israelí, cree que otro sector de la sociedad se mueve contra Netanyahu desde una perspectiva mucho más politizada. “Buena parte también de estas protestas han sido captadas por fuerzas políticas que están contrarias a Netanyahu y que en el pasado protestaban contra él por los juicios en su contra y anteriormente por la pandemia y la conformación del gobierno.

Entonces ha perdido cierta credibilidad la protesta de los familiares debido justamente a cómo se politizó el asunto”, explicó. Parte de los sectores ortodoxos son la primera línea que rodea a Benjamin Netanyahu, como Itamar Ben-Gvir, ministro de Seguridad Nacional, y Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas. Son solo un par de ejemplos, pero ellos se han referido a la campaña en Gaza en términos de “aniquilación total” y de “la expulsión de un millón de personas de allí”, o, como dijo Ben-Gvir sobre la ayuda humanitaria, que ni “un gramo de comida o ayuda debería entrar en Gaza”. De un lado u otro, Israel está ampliamente desgastado en la misma medida que el detrimento contra la causa israelí, algo que se refleja en el creciente apoyo a la creación de un Estado palestino por parte de antiguos aliados de Israel, como Canadá, Reino Unido y Francia.

¿Una victoria para Netanyahu?

Los sectores ortodoxos entraron a reforzar a Netanyahu después del 7 de octubre, cuando su gabinete pasó a ser un gabinete de guerra. Antes de eso era un gabinete duramente cuestionado y frágil, entre investigaciones de corrupción y un descontento popular en aumento por una reforma judicial que pretendía tramitar. Es más: hay quienes afirman desde Israel que el primer ministro encontró en la causa de Israel en Gaza un nuevo propósito para redirigir la gestión de su gobierno y buscar, de forma arriesgada, una victoria.

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Según “The New York Times”, esta sería una de las metas del plan que plantea Trump: “Se trata de un plan ambicioso para una franja de tierra donde la destrucción ha alcanzado proporciones apocalípticas. La propuesta aparentemente se preparó en parte para permitir que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, proclamara su victoria sobre Hamás. Si se libera a los rehenes, sin duda reforzaría la posición de Netanyahu”. Además, está la presunta responsabilidad de su gobierno en no prevenir correctamente una incursión como la que hizo Hamás hace dos años.

“No hay duda de que Netanyahu y su gobierno han intentado distanciarse de la desgracia que vivimos el 7 de octubre, y para lograrlo han utilizado todo tipo de artimañas, ya sea a nivel político, a través de la manipulación de la opinión pública o, de alguna manera, maquillando los datos”, explica Kerpel. Gabriel Ben Tasgal sugiere, incluso, que Netanyahu debió renunciar tras lo ocurrido en 2023 porque “es responsable del ataque”.

En Egipto se reúnen delegaciones de Israel y Hamás con miras a trabajar sobre el plan de Trump. Hamás accedió a liberar a los rehenes y a entregar los cuerpos restantes, pero hay demasiados peros sobre la mesa que están siendo tratados. Tanto Kerpel como Ben Tasgal coinciden en que es difícil que termine en una paz duradera.

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“Israel no va a, de ninguna manera, convivir con una especie de cuasi gobierno de Hamás en la Franja de Gaza. Entonces, no hay que descartar la posibilidad de que se llegue a algún tipo de cese al fuego con entrega de rehenes, pero que los combates no terminen, sino que, de alguna manera, continúen en diferentes escalas”, explica Ben Tasgal. Que Fatah -el partido de Yaser Arafat y hoy en el poder en Cisjordania con Mahmud Abás- gobierne Gaza también está sobre la mesa; el problema es que hace casi 20 años Fatah no tiene representación en Gaza y, además, en Cisjordania existen numerosas denuncias por corrupción contra.

Kerpel avisa que serán días claves para ver cómo evolucionan las negociaciones, pues, a pesar de que es factible recuperar a los rehenes, la lista de “peros” que presentó Hamás choca muy fuerte con las exigencias o los 20 puntos de Trump. “Entonces, no sabemos en este momento si las negociaciones están avanzando o si volvieron prácticamente a cero”, dice. Lo cierto es que puede ser un punto de inflexión para una anhelada desescalada o el remate de una ocupación sin precedentes que tiene a Gaza reducida a escombros.

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Sobre la mesa está también el futuro político de Netanyahu, sobre el cual los analistas difieren: Ben Tasgal está convencido de que estos dos años radicalizaron a Israel hacia la derecha, y que Netanyahu podría capitalizar esta victoria. Del otro lado, Kerpel asegura que, de llegar a un estado de relativa paz, muchos sectores podrían querer “cerrar las cuentas” con el primer ministro, y su gobierno caería. Para Kerpel, residente en Israel, de llegarse a dar algo parecido a la paz entre Israel y Hamás, “voy a mandar fotos de mí tirando fuegos artificiales. Esta guerra nos ha afectado en muchos niveles, en lo económico o en lo social. Por eso el fin de la guerra lo vemos hoy como casi un sueño”.

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Por Hugo Santiago Caro

Periodista de la sección Mundo de El Espectador. Actualmente cubre temas internacionales, con especial atención a derechos humanos, migración y política exterior.@HugoCaroJhcaro@elespectador.com
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